tag:blogger.com,1999:blog-43372267411646079132024-02-19T16:15:59.237+01:00envueltosenhistoriaPerspectivas diferentes, enfoques nuevos de historias conocidas.Unknownnoreply@blogger.comBlogger114125tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-15738638263270262652013-01-31T22:28:00.002+01:002013-01-31T22:31:45.244+01:00Lo que Spielberg no ha contado sobre Lincoln<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3ohr6ZreLtABSYuppsOtW_DZ1NveNs27z9Fnvw7SQy4wr3gaHwVGpsTOutym2EFDEvNxMWimqR8-kF31jLoi5GS-gVf2CDGTMGUJCZyzOxSAm7fB9rQ7B4QbKV1XNALCX6_tWoDZ_c9Y/s1600/Lincoln.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3ohr6ZreLtABSYuppsOtW_DZ1NveNs27z9Fnvw7SQy4wr3gaHwVGpsTOutym2EFDEvNxMWimqR8-kF31jLoi5GS-gVf2CDGTMGUJCZyzOxSAm7fB9rQ7B4QbKV1XNALCX6_tWoDZ_c9Y/s1600/Lincoln.png" /></a></div>
Comprobado. Igual que el año anterior, el mes de enero se me ha venido encima con una carga de trabajo que excluye cualquier posibilidad, no de leer, pero si de redactar alguna entrada para este blog. Espero retomar en breve la senda habitual. Mientras tanto, prefiero reproducir aquí un artículo, mucho mejor que cualquiera de mis reseñas, en torno al recientemente estrenado film 'Lincoln'. Es una reflexión de Vicenç Navarro aparecida en el diario virtual '<i>Público</i>' el día 17 de enero, que me parece muy interesante y que menciona la magnífica historia social de Estados Unidos escrita por Howard Zinn, candidata desde hace tiempo para aparecer en el blog.<br />
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Aprovecho para pedir disculpas a los sufridos lectores que han insertado comentarios durante estos días y a quienes no he podido responder como merecen. Saludos a todos.<br />
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LO QUE LA PELÍCULA 'LINCOLN' NO DICE SOBRE LINCOLN<br />
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<b>Vicenç Navarro</b><br />
<i>Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Policy Studies and Public Policy. The Johns Hopkins University</i></div>
La película <i>Lincoln</i>, producida y dirigida por uno de los directores más conocidos de EEUU, Steven Spielberg, ha reavivado un gran interés por la figura del presidente Lincoln, uno de los presidentes que, como el presidente Franklin D. Roosevelt, ha intervenido siempre en el ideario estadounidense con gran recuerdo popular. Se destaca tal figura política como la garante de la unidad de EEUU, tras derrotar a los confederados que aspiraban a la secesión de los Estados del Sur de aquel Estado federal. Es también una figura que resalta en la historia de EEUU por haber abolido la esclavitud, y haber dado la libertad y la ciudadanía a los descendientes de las poblaciones inmigrantes de origen africano, es decir, a la población negra, que en EEUU se conoce como la población afroamericana.<br />
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Lincoln fue también uno de los fundadores del Partido Republicano que en sus orígenes fue directamente opuesto al Partido Republicano actual, que está hoy altamente influenciado por un movimiento –el Tea Party- chauvinista, racista y sumamente reaccionario detrás del cual hay intereses económicos y financieros que quieren eliminar la influencia del gobierno federal en las vidas económicas, sociales y políticas del país. El Partido Republicano fundado por el presidente Lincoln era, por el contrario, un partido federalista, que consideró al gobierno federal como garante de los Derechos Humanos. Y entre ellos, la emancipación de los esclavos, tema central de la película <i>Lincoln</i>, fue al que Lincoln dio mayor hincapié. Terminar con la esclavitud significaba que el esclavo pasaba a ser trabajador, dueño de su propio trabajo.<br />
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Ahora bien, Lincoln, incluso antes de ser presidente, consideró otras conquistas sociales como parte también de los Derechos Humanos, y entre ellas, el derecho del mundo del trabajo a controlar, no sólo su trabajo, sino también el producto de su trabajo. El derecho de emancipación de los esclavos transformaba al esclavo en una persona libre asalariada, unida –según él- en lazos fraternales con los otros miembros de la clase trabajadora, independientemente del color de su piel. Sus demandas de que el esclavo dejara de serlo y de que el trabajador –tanto blanco como negro- fuera el dueño, no sólo de su trabajo, sino también del producto de su trabajo, eran igualmente revolucionarias. La emancipación de la esclavitud requería que la persona fuera la dueña de su trabajo. La emancipación de la clase trabajadora significaba que la clase trabajadora fuera la dueña del producto de su trabajo. Y Lincoln demandó los dos tipos de emancipación. El segundo tipo de emancipación, sin embargo, ni siquiera se cita en la película <i>Lincoln.</i> En realidad, la ignora. Y utilizo la expresión “ignora” en lugar de “oculta”, porque es del todo posible que los autores de la película o del libro sobre el que se basa ni siquiera conozcan la historia real de Lincoln. La Guerra Fría en el mundo cultural e incluso académico de EEUU (que continúa existiendo) y el enorme dominio de lo que en allí se llama la Corporate Class (la clase de los propietarios y gestores del gran capital) sobre la vida, no sólo económica, sino también cívica y cultural, explica que la historia formal de EEUU que se enseña en las escuelas y en las universidades sea muy sesgada, purificada de cualquier contaminación ideológica procedente del movimiento obrero, sea socialismo, comunismo o anarquismo. La gran mayoría de estudiantes estadounidenses, incluso de las universidades más prestigiosas y conocidas, no saben que la fiesta del 1º de Mayo, celebrada mundialmente como el Día Internacional del Trabajo, es una fiesta en homenaje a los sindicalistas estadounidenses que murieron en defensa de trabajar ocho horas al día (en lugar de doce), victoria que inició tal reivindicación exitosa en la mayoría de países del mundo. En EEUU, tal día, el 1º de Mayo, además de no ser festivo, es el día de la Ley y el Orden -Law and Order Day- (ver el libro <i>People’s History of the U.S</i>., de Howard Zinn). La historia real de EEUU es muy distinta a la historia formal promovida por las estructuras de poder estadounidenses.<br />
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<b><i>Las ignoradas y/o ocultadas simpatías de Lincoln</i></b><br />
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Lincoln, ya cuando era miembro de la Cámara Legislativa de su Estado de Illinois, simpatizó claramente con las demandas socialistas del movimiento obrero, no sólo de EEUU, sino también mundial. En realidad, Lincoln, tal como indiqué al principio del artículo, consideraba como un Derecho Humano, el derecho del mundo del trabajo a controlar el producto de su trabajo, postura claramente revolucionaria en aquel periodo (y que continúa siéndolo hoy), y que ni la película ni la cultura dominante en EEUU recuerda o conoce, convenientemente olvidada en los aparatos ideológicos del establishment estadounidense controlados por la Corporate Class. En realidad, Lincoln consideró que la esclavitud era el dominio máximo del capital sobre el mundo del trabajo y su oposición a las estructuras de poder de los Estados sureños se debía precisamente a que percibía estas estructuras como sustentadoras de un régimen económico basado en la explotación absoluta del mundo del trabajo. De ahí que viera la abolición de la esclavitud como la liberación no sólo de la población negra sino de todo el mundo del trabajo, beneficiando también a la clase trabajadora blanca, cuyo racismo él veía que iba en contra de sus propios intereses. Lincoln también indicó que “<i>el mundo del trabajo antecede al capital. El capital es el fruto del trabajo, y no hubiera existido sin el mundo del trabajo, que lo creó. El mundo del trabajo es superior al mundo del capital y merece la mayor consideración (…) En la situación actual el capital tiene todo el poder y hay que revertir este desequilibrio</i>”. Lectores de los escritos de Karl Marx, contemporáneo de Abraham Lincoln, recordarán que algunas de estas frases eran muy semejantes a las utilizadas por tal analista del capitalismo en su análisis de la relación capital/trabajo bajo tal sistema económico.<br />
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Le sorprenderá a gran número de lectores saber que los escritos de Karl Marx influenciaron a Abraham Lincoln, tal como documenta en gran detalle John Nichols en su excelente artículo “Reading Karl Marx with Abraham Lincoln Utopian socialists, German communists and other republicans” publicado en <i>Political Affairs</i> (27/11/12), y del cual extraigo las citas así como la mayoría de datos publicados en este artículo. Los escritos de Karl Marx eran conocidos entre los grupos de intelectuales que estaban profundamente insatisfechos con la situación política y económica de EEUU, como era el caso de Lincoln. Karl Marx escribía regularmente en <i>The New York Tribune</i>, el rotativo intelectual más influente en Estados Unidos en aquel periodo. Su director Horace Greeley se consideraba un socialista y un gran admirador de Karl Marx, al cual invitó a ser columnista de tal diario. En las columnas de su diario incluyó gran número de activistas alemanes que habían huido de las persecuciones ocurridas en la Alemania de aquel tiempo, una Alemania altamente agitada, con un naciente movimiento obrero que cuestionaba el orden económico existente. Algunos de estos inmigrantes alemanes (conocidos en el EEUU de aquel momento como los “Republicanos Rojos”) lucharon más tarde con las tropas federales en la Guerra Civil, dirigidos por el presidente Lincoln.<br />
Greeley y Lincoln eran amigos. En realidad Greeley y su diario apoyaron desde el principio la carrera política de Lincoln, siendo Greeley el que le aconsejó a que se presentara a la presidencia del país. Y toda la evidencia apunta que Lincoln era un ferviente lector del <i>The New York Tribune</i>. En su campaña electoral para la presidencia de EEUU invitó a varios “republicanos rojos” a integrarse en su equipo. En realidad, ya antes, como congresista, representante de la ciudadanía de Springfield en el Estado de Illinois, apoyó frecuentemente los movimientos revolucionarios que estaban ocurriendo en Europa, y muy en especial en Hungría, firmando documentos en apoyo de tales movimientos.<br />
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<b><i>Lincoln, gran amigo del mundo del trabajo estadounidense e internacional.</i></b><br />
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Su conocimiento de las tradiciones revolucionarias existentes en aquel periodo no era casual sino que era fruto de sus simpatías con el movimiento obrero internacional y sus instituciones. Animó a los trabajadores de EEUU a organizar y establecer sindicatos y continuó haciéndolo cuando fue presidente. Y varios sindicatos le nombraron miembro honorario. En su respuesta a los sindicatos de Nueva York subrayó “<i>vosotros habéis entendido mejor que nadie que la lucha para terminar con la esclavitud es la lucha para liberar al mundo del trabajo, es decir, a liberar a todos los trabajadores. La liberación de los esclavos en el Sur es parte de la misma lucha por la liberación de los trabajadores en el Norte</i>”. Y durante la campaña electoral, el presidente Lincoln promovió la postura en contra de la esclavitud indicando explícitamente que la liberación de los esclavos les permitiría a los trabajadores exigir los salarios que les permitirían vivir decentemente y con dignidad, ayudando con ello a aumentar los salarios de todos los trabajadores, tanto negros como blancos.<br />
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Marx, y también Engels, escribieron con entusiasmo sobre la campaña electoral de Lincoln, en un momento en que ambos estaban preparando la Primera Internacional del Movimiento Obrero. En un momento de las sesiones, Marx y Engels propusieron a la Internacional que enviara una carta al presidente Lincoln felicitándolo por su actitud y postura. En su carta, la Primera Internacional felicitaba al pueblo de EEUU y a su presidente por, al terminar con la esclavitud, haber favorecido la liberación de toda la clase trabajadora, no solo estadounidense, sino también la mundial.<br />
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El presidente Lincoln respondió, agradeciendo la nota y respondiendo que valoraba el apoyo de los trabajadores del mundo a sus políticas, en un tono cordial, que, por cierto, creó gran alarma entre los establishments económicos, financieros y políticos a ambos lados del Atlántico. Estaba claro, a nivel internacional que, como señaló más tarde el dirigente socialista estadounidense Eugene Victor Debs, en su propia campaña electoral, “<i>Lincoln había sido un revolucionario y que por paradójico que pudiera parecer, el Partido Republicando había tenido en su orígenes una tonalidad roja</i>”.<br />
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<b><i>La revolución democrática que Lincoln inició y que nunca se desarrolló.</i></b><br />
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Ni que decir tiene que ninguno de estos datos aparece en la película <i>Lincoln</i>, ni son ampliamente conocidos en EEUU. Pero, como bien señalan John Nichols y Robin Blackburn (otro autor que ha escrito extensamente sobre Lincoln y Marx), para entender Lincoln hay que entender el periodo y el contexto en los que él vivió. Lincoln no era un marxista (término sobreutilizado en la literatura historiográfica y que el propio Marx denunció) y no era su intento eliminar el capitalismo, sino corregir el enorme desequilibrio existente en él, entre el capital y el trabajo. Pero, no hay duda de que fue altamente influenciado por Marx y otros pensadores socialistas, con los cuales compartió sus deseos inmediatos, claramente simpatizando con ellos, llevando su postura a altos niveles de radicalismo en su compromiso democrático. Es una tergiversación histórica ignorar tales hechos, como hace la película <i>Lincoln</i>.<br />
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No hay duda de que Lincoln fue una personalidad compleja con muchos claroscuros. Pero las simpatías están escritas y bien definidas en sus discursos. Es más, los intensos debates que ocurrían en las izquierdas europeas se reproducían también en los círculos progresistas de EEUU. En realidad, la mayor influencia sobre Lincoln fue la de los socialistas utópicos alemanes, muchos de los cuales se refugiaron en Illinois huyendo de la represión europea.<br />
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El comunalismo que caracterizó a tales socialistas influenció la concepción democrática de Lincoln, interpretando democracia como la gobernanza de las instituciones políticas por parte del pueblo, en el cual las clases populares eran la mayoría. Su famoso dicho (que se ha convertido en el espléndido eslogan democrático más conocido en el mundo –<i>Democracy for the people, of the people and by the people- </i>claramente señala la imposibilidad de tener una democracia del pueblo y para el pueblo sin que sea realizada y llevada a cabo por el mismo pueblo. De ahí que viera la liberación de los esclavos y del mundo del trabajo como elementos esenciales de tal democratización. Su concepto de igualdad llevaba inevitablemente un conflicto con el dominio de tales instituciones políticas por el capital. Y la realidad existente hoy en EEUU y que detallo en mi artículo “Lo que no se ha dicho en los medios sobre las elecciones en EEUU” (<i>Público</i>, 13.11.12)es una prueba de ello. Hoy la Corporate Class controla las instituciones políticas de aquel país.<br />
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<b><i>Últimas observaciones y un ruego</i></b><br />
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Repito que ninguna de estas realidades aparece en la película. Spielberg no es, después de todo, Pontecorvo, y el clima intelectual estadounidense todavía está estancado en la Guerra Fría que le empobrece intelectualmente. “Socialismo” continúa siendo una palabra mal vista en los círculos del establishment cultural de aquel país. Y en la tierra de Lincoln, aquel proyecto democrático que él soñó nunca se realizó debido a la enorme influencia del poder del capital sobre las instituciones democráticas, influencia que ha disminuido enormemente la expresión democrática en aquel país. Y la paradoja hiriente de la historia es que el Partido Republicano se haya convertido en el instrumento político más agresivo hoy existente al servicio del capital.<br />
Por cierto, agradecería que todas las personas que encuentren este artículo interesante lo distribuyan ampliamente, incluyendo en su distribución a los críticos de cine, que en su promoción de la película, seguro que no dirán nada del otro Lincoln desconocido en su propio país (y en muchos otros, incluyendo España). A uno de los fundadores del movimiento revolucionario democrático ni siquiera se le reconoce como tal. Su emancipación de los esclavos es una gran victoria que hay que celebrar. Pero Lincoln fue incluso más allá. Y de esto ni se habla.</div>
Unknownnoreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-90868866131053743902013-01-06T22:32:00.002+01:002013-01-06T22:35:21.277+01:00Entrevista con J.H. Elliott<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
Aunque la publicación de esta entrevista en el contexto político actual no resulta nada inocente, creo que las reflexiones del gran hispanista J.H. Elliott sobre historiografía y mitificación de la historia siempre son interesantes. Sus estudios sobre la revolución catalana de 1640 y la monarquía de los Austrias siguen siendo referencias imprescindibles.<br />
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<a href="http://cultura.elpais.com/cultura/2013/01/03/actualidad/1357231797_126057.html">http://cultura.elpais.com/cultura/2013/01/03/actualidad/1357231797_126057.html</a></div>
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Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-82896208468123486922012-12-16T19:15:00.000+01:002012-12-18T23:54:39.821+01:00Cataluña en la España moderna<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi7xddzbNGEB4bwBYMH27NeaNzDYuVbD3WfnBafEbY5Yd4iiRkDMADFniBqSKeENuXWJCHwdsxuafSuGKY4yOpY9StR4xjJ_wFYFV32ykEWH7dk62osY0QK_ffI4VPdot4R7fNKjpt74Eo/s1600/PierreVilar069.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi7xddzbNGEB4bwBYMH27NeaNzDYuVbD3WfnBafEbY5Yd4iiRkDMADFniBqSKeENuXWJCHwdsxuafSuGKY4yOpY9StR4xjJ_wFYFV32ykEWH7dk62osY0QK_ffI4VPdot4R7fNKjpt74Eo/s320/PierreVilar069.jpg" width="209" /></a></div>
Estos días se cumplen 50 años de la publicación en Barcelona del clásico de Pierre Vilar <i>Catalunya en la Espanya moderna</i>, un libro que conoció una excelente y primeriza edición en catalán (Barcelona: Edicions 62, 1962) -tras la aparición del original francés- y una tardía y muy inferior edición en castellano (Barcelona: Crítica, 1978). Pierre Vilar ofrece, para las numerosas personas que se interesan por la historia, un ejemplo de compromiso con su trabajo y con su tiempo, de aprendizaje y reflexión a través de su propia labor investigadora, y de actitud desprejuiciada frente a ideologías y escuelas. Por eso, en el Centro Asociado de la UNED de Barcelona, hemos querido ofrecer uno de los raros homenajes que ha servido para recordarle con motivo de esta efeméride, y en el que contamos con la presencia de dos ponentes de excepción: Eulàlia Duran, traductora de esta primera edición, investigadora de la historia y la cultura catalanas y académica de Bones Lletres, y Carlos Martínez Shaw, catedrático de la UNED, académico de la historia, fundador y presidente durante un decenio del Centro de Estudios de Historia Moderna Pierre Vilar. Nos ofrecieron un balance profundo y muy ponderado del impacto de este libro en la historiografía catalana y española. <br />
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<a name='more'></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEixun2kkPd3RB0CIVQlE5R9LJ0p3inAwBNFG8dBt9DI5P3ICDdvU72rVqF-db1e4lLynneuV9D8xZxLfwg_PntBTNpKGns_rwjtGYN8V83tcbEgsr516B4MMtGwx1EIcdKjnaNzMF3467k/s1600/Pierre+Vilar.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEixun2kkPd3RB0CIVQlE5R9LJ0p3inAwBNFG8dBt9DI5P3ICDdvU72rVqF-db1e4lLynneuV9D8xZxLfwg_PntBTNpKGns_rwjtGYN8V83tcbEgsr516B4MMtGwx1EIcdKjnaNzMF3467k/s1600/Pierre+Vilar.jpg" /></a> Vilar (1906-2003) fue durante muchos años la figura más emblemática de la nutrida cohorte de hispanistas franceses que hicieron una gran aportación para renovar la historiografía, y la divulgación de la historia catalana y española. En una de sus últimas obras -Pensar históricamente. Reflexiones y recuerdos (Barcelona: Crítica, 1997)- reflejó la trayectoria de una existencia vivida gracias al compromiso simultáneo con su tiempo y con sus estudios. Vilar podría encarnar al investigador para quien la historia es, ante todo, un campo de reflexión ante la vida, y para quien profundizar en el conocimiento de la realidad geográfica e histórica constituye mucho más que una forma de curiosidad intelectual: era su manera de cuestionar las certezas propias y ajenas, de contrastar las opiniones y de avanzar en el progreso individual y colectivo. Esta honesta e inquieta manera de contemplar las cosas le permitía, al tiempo, cuestionar y respetar las opiniones de sus antecesores, huyendo de lo acomodaticio lo mismo que de la iconoclastia propia del rebelde o el recién llegado.<br />
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Tuvo la suerte de formarse en la espléndida escuela de geógrafos franceses que siguió la estela de Vidal de La Blanche. Por eso, sus primeros pasos universitarios se encaminaron hacia la geografía y, en concreto, hacia una tesis sobre el Pirineo catalán. Pero, como él mismo explica en el prólogo a Catalunya en la Espanya moderna, todo le hablaba “<i>de la interacción continua entre la tierra y el hombre, entre la geografía y la historia</i>”. Su avidez intelectual no se satisfacía con los límites académicos de las materias que trabajaba, ni tampoco con los límites temporales o geográficos. Esta misma capacidad de desbordar lo establecido le llevó a integrar los elementos positivos de las escuelas historiográficas más vivas de su tiempo: la 'Historia Total' de los Annales y el materialismo histórico marxista -al que siempre estuvo ligado metodológicamente- algo que para muchos parecía contradictorio y aún imposible. Si su compromiso intelectual ya estaba bien fundamentado, su compromiso político creció con las agitaciones de la sociedad francesa y europea durante los años 30, el auge del fascismo, la guerra civil española y la Segunda Guerra Mundial.<br />
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Hombre de conciencia e ideas, más que de partido, se vinculó comunismo, pero dejó de lado la militancia activa para proseguir su carrera universitaria. Eulàlia Duran nos recordaba cómo Pierre Vilar no llegó al marxismo a través del conocimiento académico o la política revolucionaria, sino, por el contrario, durante la Segunda Guerra Mundial, como militar francés y prisionero de los nazis, cuando sólo tenía acceso a los libros que criticaban esta metodología, lo cual hizo que su posición fuera siempre personal y nada dogmática. Conoció y trabajó con figuras señeras de la intelectualidad francesa, como su condiscípulo Jean Paul Sartre o su maestro Ernest Labrousse. Recorrió España durante los años 20 y 30, y en 1948 retornó para dar nuevamente clases en el Instituto Francés de Barcelona, donde permaneció hasta 1957. La publicación de Cataluña en la España moderna- contribuyó a revitalizar la historiografía de Cataluña en los años sesenta, justo en el momento en que ésta padecía la dramática pérdida de Jaume Vicens Vives, y cuando el franquismo suponía una severa limitación a las posibilidades de desarrollar internamente una investigación histórica de vanguardia.<br />
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Fue un libro pacientemente escrito. Todas las facilidades que encontró en la Cataluña republicana, ansiosa de acoger a jóvenes investigadores extranjeros, se convirtieron en problemas durante las décadas siguientes, y no sólo con las autoridades franquistas, sino con las propias instituciones francesas, dominadas por conservadores que terminaron por expulsarlo del Instituto Francés de Barcelona, lo que le obligó a retornar a París y retrasó considerablemente su trabajo. Además, las cuestiones economicas que abordaba contaban con una muy escasa base de investigaciones previas, y le obligaron a un amplio y riguroso trabajo de archivo, que no siempre podía abarcar todas las dimensiones que él deseaba.<br />
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El libro -una voluminosa obra en cuatro tomos- se centra en el conjunto de transformaciones que hicieron de Cataluña un territorio económicamente avanzado dentro de la Península. Una situación que, pese a la relativa prosperidad de los siglos XIII y XIV no estaba en absoluto predeterminada. Las catástrofes, y las contradicciones internas de la sociedad catalana durante los siglos XV y XVI, hicieron que entrara en la modernidad en una situación demográfica, económia e institucional que acumulaba problemas en comparación con sus grandes vecinos, las coronas castellana o francesa. Pero la segunda mitad del siglo XVII introdujo cambios relevantes. Frente a la gravísima crisis que padecía Castilla, la demografía, la producción agraria y finalmente el comercio de Cataluña reencontró la senda del crecimiento. Esto consolidó un grupo de poder, articulado en torno a la obra teórica de Narcís Feliu de la Penya, que se convertiría en el ‘partido’ austracista dominante en Cataluña. Un grupo que soñó con una Cataluña de tono político similar a los estados parlamentarios de Inglaterra y Holanda, que se opuso frontalmente a la llegada al poder de Felipe V y provocó -a mi entender equivocadamente- la entrada de Cataluña en la guerra internacional suscitada por la sucesión de Carlos II.<br />
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Las consecuencias de la guerra fueron muy duras, pero originaron una renovación espontánea del tejido productivo catalán. Después de 1714 se habia alcanzado nuevamente unos mínimos demográficos y económicos tan profundos, que la recuperación fue más rápida de lo esperado. Una colonización agrícola interior, magníficamente descrita por el profesor Vilar, permitió una primera acumulación de capital. Las instituciones del derecho consuetudinario catalán, respetadas por el Decreto de Nueva Planta de Felipe V, de origen medieval, resultaron estar perfectamente adaptadas a esta etapa inicial del capitalismo, con la figura del hereu -que proporcionaba capital- y de unos segundones obligados a buscar nuevas actividades -pero con formación previa y relaciones familiares suficientes-. Esto no impidió que Cataluña conociera una profunda crisis económica hacia mediados del siglo XVIII, pero que tuvo características diferentes a la castellana, ya que no resultó tan dañina ni tan profunda. Lo que si resulta característico fue la paralización de los salarios para la mano de obra no especializada que se dió durante casi tres decenios. Si Cataluña había importado trabajadores en muchos momentos de su historia, ahora parecía hallarse en plena colmatación de sus necesidades humanas, fruto probablemente del desarrollo demográfico y agrario de los años veinte y treinta. La prosperidad, como siempre, no lo fue para todos, y las clases populares sufrieron mucho durante esta etapa. Del estancamiento se salió por un salto productivo basado en la adquisición de nueva tecnología -las indianas y más adelante la producción textil- y la creciente conexión con los mercados mediterráneos y atlánticos, gracias al comercio colonial. Carlos Martínez Shaw señaló, con una definición que creo afortunada, que la derrota de 1714 probablemente frustró la ‘<i>Pequeña Holanda</i>’ en que quiso convertirse Cataluña, pero dió lugar a la ‘<i>Pequeña Inglaterra</i>’ que surgió a finales del siglo XVIII. También señaló el profesor Martínez Shaw que las necesidades académicas indujeron a Pierre Vilar a publicar su libro antes de que lo considerase realmente acabado, ya que en él faltaba explicar cómo esta Cataluña protoindustrial se convierte en la Cataluña realmente industrial del XIX. Tal reflexión apareció un decenio más tarde en forma de artículo en <i>La Catalunya industrial: reflexions sobre una arrencada i un destí</i> (Recerques, III (1972), pp. 7-22.<br />
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Fue precisamente a través de sus estudios sobre la historia de Cataluña y el contacto personal con los medios culturales de Barcelona como Pierre Vilar asimiló el ‘<i>hecho nacional</i>’ dentro de su metodologia de estudio. Una conciencia de ‘lo nacional’ que se vio reforzada por sus experiencias juveniles sobre el conflicto franco-alemán, renovadas durante los combates y la cautividad padecidos en la Segunda Guerra Mundial. Su esposa, vasca y apasionada hispanista, reforzó en su propio hogar el debate sobre tales realidades. Estas vivencias hicieron a Vilar consciente de que los análisis económicos y la superestructura política no daban cuenta de toda la realidad existente. Al mismo tiempo, nunca fue un historiador ‘nacionalista’ en la medida que este era un ámbito integrado en el conjunto de la ‘historia total’ que perseguía y no el eje de sus análisis ni de sus convicciones.<br />
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Sus libros han tenido la virtud de ser bien recibidos en ámbitos políticos e intelectuales diversos, seguramente por la profundidad del trabajo que les acompaña y por la claridad y serenidad de su exposición. Han servido durante decenios para dar a conocer la historia de España y de Cataluña tanto aquí como en el resto de Europa, y favorecieron el crecimiento entre sus discípulos de una historiografía progresista ajena al dogmatismo y las lecturas simples de la historia. Por eso el magisterio de Pierre Vilar desde su cátedra de la Sorbona mereció reconocimientos tan importantes como los premios Ramon Llull y Elio Antonio de Nebrija, la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio y la Medalla de Oro de la Generalitat, y los títulos de doctor honoris causa por las universidades de Barcelona y Valencia.</div>
Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-66931265831621631202012-12-02T13:46:00.000+01:002012-12-02T21:55:59.967+01:00Más sobre el 23-F<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKyLS9-J65TASJiQcfDxOBDfoJsMjiphYUZAnsphVDB2aIBR-0l15EK_SiFBEu7t9rZukzOwHebJMhd4mqx16xYRKb8StU3ASLqBrJnpmcNv6ZBJKzx188frqW-eWwsoQfbYyXnWYAWVA/s1600/3.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="241" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKyLS9-J65TASJiQcfDxOBDfoJsMjiphYUZAnsphVDB2aIBR-0l15EK_SiFBEu7t9rZukzOwHebJMhd4mqx16xYRKb8StU3ASLqBrJnpmcNv6ZBJKzx188frqW-eWwsoQfbYyXnWYAWVA/s320/3.jpg" width="320" /></a></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Ahora que los últimos escándalos han
puesto en cuestión el papel de la familia real en la democracia
española, y cuando parece que el propio Juan Carlos ha perdido el
aura que le acompañaba desde la Transición como garante de la
constitución y elemento de anclaje entre la mayoría silenciosa de
la población y la clase política, he encontrado el momento que me
faltó el año pasado para leer el libro de Javier Cercas <i>Anatomía
de un instante</i><span style="font-style: normal;"> (Barcelona: Mondadori, 2009), que le valió
el Premio Nacional de Narrativa y ha sido valorado como uno de los
mejores ensayos sobre el golpe de estado del 23 de febrero de 1981, y
donde algunos creyeron ver revelaciones y sospechas cruciales para
entender el pasado más reciente de España y de la Corona.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<a name='more'></a></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Aunque esta vez no
se trata de una novela, el trabajo de Javier Cercas, como casi todos
los suyos, se mueve entre la historia política, el ensayo
sociológico y la reflexión personal. Y en este sentido es una obra
de gran calidad, mejor -a mi discreto entender- que los anteriores.
Pero lo que no contiene es ninguna revelación de gran calibre. Cercas se documentó muy bien y dice haber entrevistado a numerosos
protagonistas del golpe, pero todo lo que explica ya se sabía de un
modo u otro. Eso si, lo contextualiza y explica con inteligencia,
arrojando alguna luz sobre aspectos que siempre serán confusos.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Sobre lo que menos
contiene novedades es sobre lo que, en su momento, más se comentó
al publicar la obra: el papel del rey en la gestación y la
contención posterior del golpe militar. Incluso se llegó a insinuar
que el autor se apuntaba a la tesis de que Juan Carlos estaba, de
algún modo, detrás del golpe. Pues de lo que ha escrito
difícilmente puede deducirse esto. Quienes a través de los medios
de comunicación hicieron correr semejante idea es porque no habían
leído otras investigaciones o valoraciones de los hechos donde se exponía, la intervención
real en los acontecimientos previos al golpe. Cercas lo que hizo fue ordenar y contextualizar. En su opinión, el Rey se paseó por el límite de la legalidad
constitucional durante los meses anteriores, porque no encontraba la
manera de forzar la dimisión de Adolfo Suárez y porque un sector
mayoritario de la clase política andaba por entonces haciendo lo
mismo, y alimentando la hipótesis de un gobierno de concentración
presidido por un militar. Discurre que quizá había hablado de todo ello con
Alfonso Armada -más bien seguro- y que -probablemente- éste imaginó ser el hombre
que el rey quería o necesitaba.
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Pero nada de esto
es nuevo, y nada implica necesariamente que el Rey estuviera detrás
de alguna de las conspiraciones militares en marcha. El autor ni
siquiera lo insinúa. Lo que si hace, y posiblemente es la mejor
intuición del libro, es elevar el foco de atención sobre el golpe
de estado y sacar el cuadro de las tramas golpistas o su
entorno militar, para llevarlo al conjunto de la vida política
española por aquellas fechas. En un tono de denuncia, explica cómo
casi todos los grupos y organizaciones se habían entregado tras las
elecciones de 1979 a una vorágine de debates internos, frivolidades
constitucionales, repartos autonómicos, confabulaciones
parlamentarias y declaraciones irresponsables que constituyeron lo
que él denomia el 'humus' del 23-F. Y que, salvo las excepciones de
Adolfo Suárez y Santiago Carrillo, nadie estuvo luego a la altura en
la misma jornada del golpe cuando todos los partidos, los sindicatos,
la prensa, e incluso el conjunto de la sociedad guardó silencio
hasta que la situación estaba ya muy decantada contra los
sublevados.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Esto es lo que le
lleva a profundizar en el figura de Adolfo Suárez -auténtico
propósito del libro- en la de Santiago Carrillo y en la del general
Gutiérrez Mellado, los únicos que permanecieron en pie durante el
asalto de los guardias civiles al Congreso -los que Cardona
denominaba con gallardía 'torres del honor'-. Un enfoque así es
también uno de los puntos fuertes del libro y una de sus grandes
debilidades, porque el perfil de las personas que dibuja Cercas es
vigoroso, cincelado por sus excelentes cualidades de narrador,
plausible incluso a la luz de todo lo que expone, pero siempre
conjetural, siempre tan cercano a los personajes literarios como a
los protagonistas históricos. Puede que todo fuera así, pero
también puede que no.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Incluso cuando
eleva, como decíamos, el foco, y se adentra en la sociología
política, creo que olvida uno de los factores cruciales en aquellos
años, el elemento que para mi explica mejor la dinámica de la
Transición y las razones últimas del fracaso del golpe, de la
inexplicable timidez de muchos militares ya comprometidos a la hora
de lanzarse a tomar las calles: el conjunto de la sociedad española
veía en aquella tambaleante democracia un factor de progreso y en
los intentos para reconducirla o para volver a las esencias del
franquismo un regreso al tradicional atraso español. Al margen de
las ideologías políticas -que siempre son difusas y hasta
negociables-, al margen del desconocimiento que muchos tenían de la
vida parlamentaria, al margen de las diferencias sociales y
regionales, el grueso de la población quería, ante todo, ser
europea y disfrutar del nivel de vida, la libertad y las prestaciones
de que gozaba la población europea (occidental). Y eso implicaba el
desarrollo de un régimen democrático parangonable. Esta era su
verdadera ideología y su modelo. Un objetivo para el que existía un
camino claro, unas formas legales e institucionales ya probadas y una
serie de pactos establecidos en los años anteriores, que habían
permitido a muchos darse cuenta de que aquello era viable. En cambio,
el franquismo había muerto con Franco; mucho tiempo atrás había
agotado sus promesas y tan sólo podía insistir machaconamente en la
aceptación del 'Spain is different' como proyecto de futuro.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Sin este sustrato,
la intervención del Rey, la pasividad de muchos militares, la
reacción de unos pocos -pero importantes por su posición de mando-,
el pasmo o la cobardía de tantos dirigentes políticos no hubieran
significado gran cosa. Fue, en última instancia, la convicción
difusa, silenciosa y pertinaz de la mayoría la que empujó los
acontecimientos. El golpe, ciertamente, podía haber triunfado, y
Cercas razona incluso cómo podía haber encontrado suficiente apoyo
político, pero está por ver qué hubieran hecho luego los golpistas
-las tres tramas que, como mínimo, confluyeron en el golpe- con esta
victoria.
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Otro de los puntos
fuertes del libro es la exposición que hace sobre la participación
en el golpe de los servicios secretos españoles -el CESID-, aunque
prácticamente todo es ya conocido desde el juicio de 1982. Cercas,
como la mayoría, descarta una implicación del organismo como tal,
pero da casi como segura la de alguna de sus secciones -la AOME-,
puesto que el CESID seguía la inveterada norma de las organizaciones
de inteligencia de mantener siempre 'secretos dentro de los
secretos'. La acusación de Tejero y otros golpistas de que tras la
AOME estaba el Rey es una pista que no se niega explícitamente pero
que tampoco sigue el libro, con lo que queda como mero rumor. Es la
única vía que podía haber proporcionado una sorpresa después de
todo lo que sabemos y parece inexistente o cerrada para siempre.
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
También es
interesante la reflexión de que Suárez, el antiguo Secretario
General del Movimiento, nacido y crecido en el seno de la Falange y
el catolicismo abulense, asumió plenamente su papel de motor de la
democracia y el progreso en España, hasta el punto de aproximar
tanto sus posturas a las de la izquierda democrática que se
inhabilitó a si mismo como líder de la derecha social y económica.
Con este apoyo, seguramente habría prolongado su vida política
durante mucho más tiempo. Pero se vio a si mismo como el timonel de
un centro-izquierda libre de ataduras programáticas o heredadas del
pasado, que podía traer el bienestar y la libertad a todos los
españoles. La asunción de este programa y del papel ideológico que
creía representar acabaron por dejarlo sin espacio político,
comprimido entre una derecha, cada vez más recompuesta, que no le
quería y una izquierda que pugnaba por llegar al poder y aplicar el
mismo programa pero con una capacidad de articulación social más
grande.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-style: normal;">Y
también conviene destacar la intuición de Cercas de que el plan del
rey y Torcuato Fernández Miranda cuando nombraron a Suárez y le
encomendaron que deshiciera el aparato institucional franquista era
haberle sustituído con premura una vez realizado el encargo, a la
espera de confiar en una figura más prominente y con algún
reconocimiento internacional la posterior función de pilotar el
alumbramiento de una nueva Constitución y la consolidación de una
monarquía parlamentaria. Pero ahí tropezaron con la ambición y
seguridad en si mismo del propio Suárez, quien </span><span style="font-size: small;"><i>“</i></span><span style="color: black;"><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES"><i>se
aplicó a demostrarle al Rey con los hechos que él era el presidente
que necesitaba porque era el único político capaz de arraigar la
monarquía montando una democracia igual que estaba desmontando el
franquismo; también se aplicó a demostrarle por contraste que
Fernández Miranda era sólo un viejo jurista timorato e irreal,
Fraga un bulldozer indiscriminado, Osorio un político tan pomposo
como inane y Areilza un figurín sin media hostia.”</i></span></span></span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Lo que se podía
haber desarrollado más, si la actuación del rey y no la figura de
Adolfo Suárez o la propia memoria personal de Javier Cercas fuera la
motivación principal de la obra, son las razones de este real paseo
por los límites de la legalidad. Tan sólo se profundiza -y en
diversas ocasiones- en los avatares de la relación del rey con
Suárez y en las presiones que hubo para que dimitiera, pero no en
las escasas alternativas que Juan Carlos tenía a la hora de pensar
en sustituirlo, cuatro años después de que su protegido se hubiera
asentado de aquel modo en el poder. La opción de Manuel Fraga y su
derecha conservadora suponía por entonces renunciar a gran parte del
proceso de Transición que el mismo rey había propiciado. La UCD era
una auténtica olla de grillos y fuente de las peores conspiraciones
contra su líder. El PSOE acababa de salir del reciente trauma de la
dimisión y posterior recuperación de Felipe González como su líder
y de la tremenda sacudida que supuso en sus bases el abandono del
marxismo como fundamento ideológico; no parecía en ese momento
maduro para asumir el poder. Y, por razones evidentes, los comunistas
y Santiago Carrillo no constituían una opción viable. Un Carrillo,
además, capitidisminuido en su papel dentro del partido y sometido a
toda clase de ataques internos. Si tenemos presente la dura crisis
económica en que España se veía inmersa, el sagriento acoso de
ETA, que estaba poniendo contra la pared los mecanismos del estado y
la paciencia de unos militares que veían caer cada semana a dos de
los suyos, la pasividad del presidente del gobierno y el descontrol
parlamentario, quizá se pueda entender que el rey atisbase, como
tantos otros, la posibilidad de un gobierno de concentración o de
unidad encabezado por un militar aceptado por los partidos. Posición
discutible como monarca en un régimen parlamentario pero
comprensible desde el punto de vista de un Jefe del Estado que
acababa de salir de una plenitud de poderes conferida por Franco y
que todavía creía estar viviendo momentos excepcionales.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Aunque se menciona
el papel que jugó el Congreso de la UCD en Palma de Mallorca tras la
dimisión de Suárez, no se lo relaciona con lo que debió ser un
sustancial cambio en la actitud del Rey. Cuando la UCD depuso por un
momento sus peleas internas y pareció dispuesta a recomponer sus
filas tras un gobierno encabezado por Leopoldo Calvo Sotelo, una
figura prestigiosa como gestor y suficientemente a la derecha como
para calmar los temores de los centros económicos del poder, los de
la embajada de Estados Unidos, y los del propio Rey, cualquier
solución que rompiera o bordeara los márgenes de la Constitución
parecía arriesgada y, sobre todo, innecesaria.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-style: normal;">El
balance que hace Cercas de todo lo ocurrido es también discutible,
pero de lo más equilibrado que he leído. Para él, no hay duda del
fracaso del golpe, como tampoco hay duda del triunfo de algunas de
las hipótesis sobre las que se fundamentaba el golpe, ya que tras el
23-F se recondujo la situación económica y, sobre todo, autonómica
del estado. Incluso el reforzamiento de la figura del Rey podía
satisfacer finalmente los instintos monárquicos de algunos
protagonistas de la asonada, como Armada, Milans o Cortina. Pero lo
cierto es que la Transición y el 23-F permitieron la existencia del
periodo de democracia parlamentaria más largo de nuestra historia, y
mucho más sólida que la de 1931, que la descentralización
adminsitrativa del Estado siguió existiendo, y que, dentro y fuera
del ejército, la opción golpista quedó totalmente desacreditada.
Cercas, en este punto, se lanza a una critica, no ya de los
protagonistas del pasado, sino de los de la actualidad, cuando acusa
a la izquierda de criticar actualmente con frivolidad todo lo
sucedido en aquella Transición, por considerar que se cedió
demasiado en el pacto con los herederos de la Dictadura, abandonando
así la construcción de la España actual en manos de una derecha
que se ha apropiado del discurso y lo reivindica como propio -algo
que Cercas rechaza-, olvidando el papel que la presión social y las
protestas de los militantes de izquierda tuvieron en su repentina
conversión a la democracia. Repite, con insistencia que la ética de
la responsabilidad no siempre es compatible con la ética de la
convicción y que lo mejor no debe ser enemigo de lo bueno. </span>
</div>
</div>
Unknownnoreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-87732575695177162532012-11-11T12:59:00.000+01:002012-11-12T21:27:38.452+01:00Las revoluciones frustradas de los años sesenta.<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhB3CoG9BjOzJqaKSKXaqTRXp5tH5nuDD3T5AFx0qD-zib4gyZ7g0-YAH7W2DNmAQ31qwEASocrI708RWm5JYpuwjnGhJ07pk1vdxV_jio3f7QMxhowJ5Op9J43CBaWtrDlhqCbjALi8d8/s1600/ocupacion-sorbona-mayo-1968.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="214" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhB3CoG9BjOzJqaKSKXaqTRXp5tH5nuDD3T5AFx0qD-zib4gyZ7g0-YAH7W2DNmAQ31qwEASocrI708RWm5JYpuwjnGhJ07pk1vdxV_jio3f7QMxhowJ5Op9J43CBaWtrDlhqCbjALi8d8/s320/ocupacion-sorbona-mayo-1968.jpg" width="320" /></a></div>
Las actuales inseguridades que está viviendo Europa han relanzado el debate sobre la presencia o ausencia de alternativas al sistema vigente. Normalmente se sobreentiende que estas alternativas han de venir desde la “izquierda”, en la medida que realice una crítica o una reforma del capitalismo imperante. Ciertamente, también hay alternativas por la derecha, donde podemos encontrar desde el denominado “anarquismo liberal” de algunos grupos que pretenden reducir el estado a su mínima expresión, hasta el fascismo más violento, que desea poner el estado por encima de los individuos.<br />
<br />
Pero lo normal es que, en Europa, buena parte de la izquierda se encuentre hoy, más que intentando cambiar el sistema demoliberal por otro diferente, defendiendo lo que ha existido durante los último decenios: una combinación de mercado capitalista y estado del bienestar socialdemócrata que ha constituído la esencia del modelo europeo occidental tras las guerras mundiales. Esta posición ideológica a la defensiva no se puede entender en lo que siempre se habían considerado como “fuerzas de progreso”, sin el éxito de la denominada “revolución conservadora” llevada a cabo durante los años 80, y ésta no hubiera sido posible sin el fracaso de lo que fueron esperanzas revolucionarias en los años 60 y 70. De esto se ocupa un capítulo de la monumental obra publicada por el profesor Josep Fontana, maestro de una generación de historiadores<i>, Por el bien del Imperio. Una historia del mundo desde 1945 </i>(Barcelona: Ediciones de Pasado y Presente, 2011). En ella nos explica la historia más contemporánea mediante un crudo análisis que pretende denunciar los abusos del poder desde los primeros tiempos de la guerra fría hasta la actualidad.<br />
<a name='more'></a><br />
En el planteamiento del profesor Fontana, las propuestas izquierdistas del 68 (en un enfoque que nos lleve más allá del “Mayo” francés) nacen ya de una serie de frustraciones previas. Pese al crecimiento económico, la utopía de que un mundo más feliz nacería de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial estaba empezando a resquebrajarse con las dificultades en la construcción de los nuevos estados descolonizados, la constatable parálisis económica de los estados socialistas, la imposibilidad de encontrar salida a la guerra del Vietnam -donde cada vez Estados Unidos invertía más medios y soldados-, la creciente insatisfacción en América Latina donde la alternancia política real estaba bloqueada por la oligarquía y el militarismo, y las dificultades de la integración racial en Estados Unidos.<br />
<br />
Los jóvenes de todas estas áreas -una segmento de población creciente por entonces-, aprendieron a vivir estas situaciones con impaciencia. Para Fontana, que se mueve en el marco conceptual de la historiografía marxista, la característica común de los movimientos aparecidos a raíz de tales frustraciones "<i>era que carecían de proyectos razonables para cambiar las cosas, y que acabaron en todas partes en la desesperación de la impotencia</i>". Las protestas, por populares que fueran y extendidas que estuvieran, carecían de los medios y la estrategia para plantar cara al 'poder' y hacer cambiar las bases que sustentaban el orden social: "<i>Ni en Praga se podía pensar en vencer a los tanques soviéticos con manifestaciones pacíficas, ni en los Estados Unidos los universitarios, los «hippies» o el «poder negro» podían amenazar seriamente el sistema, ni en París el entusiasmo milenarista de los estudiantes podía transformar la sociedad. Como tampoco los «guardias rojos» chinos iban a poder acabar con el viejo mundo del maoísmo para crear otro enteramente nuevo.</i>"<br />
<br />
Si todos estos movimientos parecieron tener en su momento tanta fuerza, fue porque cogieron desprevenidos a unos dirigentes políticos que no estaban preparados para nuevas formas de protesta. El consenso social alcanzado dentro de cada zona, las ventajas económicas que buena parte de la población parecía estar disfrutando, y el esquema de confrontación derivado de la guerra fría, hacían que la atención estuviera dirigida hacia los confictos que habían caracterizado el mundo de los años cincuenta.<br />
Según este esquema, la tecnología jugó un papel ambivalente. La televisión, férreamente controlada en sus mensajes, se había convertido en el principal instrumento de comunicación social, y se habían destruido muchos de los viejos ligámenes colectivos previos. Pero también puso el mundo al alcance de la sala de estar de cada casa, y ofreció una visión inevitablemente más compleja de lo que estaba pasando. Unas sociedades más ricas eran también unas sociedades donde los trabajadores en los servicios superaban progresivamente a los trabajadores industriales, y donde el crédito se extendía por amplias capas de la sociedad, que entraba en una etapa de consumismo acelerado.<br />
<br />
En realidad, Josep Fontana cree que, por escandalosas -en lo estético y lo moral- que parecieran sus reivindicaciones, los jóvenes rebeldes norteamericanos<i> «propugnaban evolución social, no revolución; se oponían tanto al papel de los Estados Unidos en la guerra fría como al comunismo, y estaban muy lejos de simpatizar con unos sindicatos que desde 1945 se habían burocratizado...»</i> Esta división de la izquierda entre los viejos cuadros clásicos y los jóvenes radicales <i>"iba a esterilizar la capacidad transformadora de los estudiantes y contribuiría, por otra parte, a facilitar la progresiva destrucción de los sindicatos </i>[en Estados Unidos]". Aunque los estudiantes pagaron incluso con sangre la rebeldía, sus apuestas por el debate intelectual, por la violencia revolucionaria o por las soluciones individuales alternativas, se rebelaron estériles en todos los casos y a muy corto plazo de tiempo. Sus colegas europeos no aprendieron la lección en el mismo momento en que se estaba produciendo.<br />
<br />
Las protestas en Europa también se movieron como pez en el agua en el ámbito universitario. Ya fuera en la reivindicación de una mezcla de socialismo y nacionalismo antioccidental, como fue el caso de Alemania, en las protestas contra una enseñanza adocenada y el sistema de exámenes, como en Italia, o en la insurrección contra el conformismo gaullista en Francia.<br />
<br />
Un buen ejemplo del intelectualismo de esta izquierda 'revolucionaria' fue la influencia de los 'situacionistas' franceses -inspiradores de muchos de los famosos lemas de Mayo del 68-:<i> “Se oponían al capitalismo, que querían abolir revolucionariamente, pero también a sus alternativas: Marx estaba leno de errores, los anarquistas carecían de conciencia histórica y todos los movimientos más recientes, desde el comunismo, ortodoxo o heterodoxo, al castro-guevarismo, el nasserismo o el maoísmo, no ran más que la apropiación de ideas revolucionarias por minorías burocráticas pequeñoburguesas. Buscaban crear “situaciones”, momentos en el espacio y el tiempo que mostrasen lo absurdo de la vida tal como estaba organizada"</i>. Todo esto podía estar muy bien para la juventud que cursaba estudios superiores, pero andaba muy lejos de las inquietudes cotidianas. Los intentos de vincular sus reivindicaciones con las de los trabajadores dio lugar a plataformas tan curiosas como la Federación de Estudiantes Revolucioanarios, que ponía al mismo nivel la demanda de un salario mínimo de mil francos mensuales con la abolición de la selectividad.<br />
<br />
Las organizaciones sindicales, convencidas de la imposibilidad de alterar el orden constituído y tratando de no perder el liderazgo de los trabajadores organizados, negociaban mejoras económicas mientras los jóvenes airados creían estar a un paso de derribar todo el edificio social. Justo cuando se producían los más duros enfrentamientos en el Quartier Latin de París, se estaba preparando el retorno al orden. El Partido Comunista echó una mano a las autoridades presentando sus exigencias salariales y democratizadoras de la vida universitaria como un gran avance popular. Los líderes estudiantiles les acusaron de traición, pero ellos, sin un programa alternativo mínimamente claro, se habían dedicado durante las semanas anteriores a denostar y silbar a los representantes de la CGT con quienes se supone que deseaban una alianza.<br />
<br />
Al final, lo que decidió el destino de las protestas fue la fidelidad del ejército al poder constituído, y el temor de la clase media, que salió en defensa del viejo orden conocido. Una de las observaciones más interesantes del profesor Fontana es señalar que, cuando en París tocaban las campanas por una revolución que nacía muerta, los líderes radicales creían estar al borde de la victoria, convencidos de que lo vivido era sólo el primer paso para un futuro que se presentaba esperanzador: <i>«lo que hemos hecho en Francia asusta a Europa y pronto amenazará a todas las clases dominantes del mundo, desde los burócratas de Moscú y Pekín hasta los millonarios de Washington y Tokio. Así como hemos hecho estremecer a París, el proletariado itnernacional volverá al asalto de las capitales de todos los estados y ciudadelas de la alienación»</i>. Otra muestra más de la afición de la izquierda a cambiar el presente por el futuro.<br />
Sabemos lo que ocurrió 'en las capitales de otros estados'. Las protestas de los estudiantes mexicanos fueron segadas de raíz en la masacre dela Plaza de las Tres Culturas. Los jóvenes Guardias Rojos fueron enviados a trabajar al campo para que tomaran contacto con el campesinado y calmaran sus ardores. Los defensores de un 'socialismo con rostro humano' fueron neutralizados por los tanques rusos en Praga. Las respuesta, cada vez más minoritaria, en forma de lucha armada -en Alemania, en Italia, en Francia, en España y Euskadi...- no hizo más que aislar progresivamente a sus defensores, convertidos casi siempre en pequeñas sectas sin contacto con organizaciones socials de mínima relevancia. La derecha salió beneficiada en todas partes de esta vuelta al orden.<br />
<br />
Los efectos “sociales” de la nueva mentalidad fueron generalmente positivos, pero tuvieron poco que ver con la estrategia política que hubiera pretendido imponerlos mediante una revolución. Se avanzó en los derechos de la mujer y de diversas minorías, todo aquello que podía tener una traducción en términos de libertades individuales, pero se estancó la redistribución de la renta y, pocos años después, esta iniciaría un acelerado retroceso. La industria supo apoderarse de las nuevas tendencias, y desde el Play boy de Hugh Heffner, hasta el mundo publicitario y las discográficas, convirtieron los modelos de vida alternativos en iconos de la modernidad. Para Fontana, «<i>hippies, situacionistas, adeptos a la liberación sicodélica, participantes en los festivales de rock, proponentes del amor libre o miembros de los movimientos de liberación de la mujer o de los gays creían que con su lucha estaban contribuyendo a derribar la sociedad burguesa y que su contracultura acabaría con la cultura dominante [...] Su fracaso se debió [...] a que en lugar de comprometerse en la lucha política real para cotnribuir a transformarla, decidieron quedar al margen de ella, defendiendo causas extremas. Lo más que puede decirse en su favor es que, si no lograron destruir la sociedad que combatían, la impregnaron y contribuyeron a transformarla...». </i><br />
<br />
<br />
Indudablemente, la visión que de los acontecimientos tiene el profesor
Fontana está influida por su condición de viejo combatiente intelectual
de la izquierda marxista, però tiene a su favor los resultados finales
del agitado -y mitificado- periodo de los últimos años sesenta y
primeros setenta. Si estos cambios produjeron el nacimiento de corrientes sociales tan importantes como el ecologismo, también es cierto que radicalizaron a los más conservadores, favoreciendo, por ejemplo, el retorno a la religiosidad en Estados Unidos, y la rabia soterrada que impulsó la contrarrevolución conservadora. Como yo soy 'hijo' directo de ese mayo del 68 y he pasado mucho tiempo tratando de analizar sus pormenores, me gustaría conocer si entre los lectores hay opiniones diversas sobre el tema. La mía es que, en última instancia, la izquierda alternativa olvidaba que la política
és ante todo una lucha por el poder. O para conquistarlo, o - en todo caso- para
destruirlo, pero en el momento presente, mientras ellos miraban constantemente hacia el futuro. Sus estrategias estuvieron minadas por la falta de un programa concreto que priorizase las conquistas necesarias en cada momento. Se quiso hacer todo, y todo al mismo tiempo, con apelaciones retóricas a la unidad de la izquierda, mientras se favorecía la disgregación en infinidad de grupúsculos. Estos se definían por una pureza ideológica que, en cualquier caso, no respondía a las condiciones objetivas de la sociedad occidental en aquellos momentos. El sistema tenía muchas cosas concretas que ofrecer a las masas, mientras la izquierda alternativa ofrecía tan sólo propuestas. Al final, la gente acabó dando, lentamente, su apoyo a lo que le convenía (las libertades individuales, la incorporación de la mujer al trabajo con igualdad de derechos, la descolonización....) y desoyó lo que le pareció disruptivo o utópico. Para entonces, el tema en discusión ya no era el poder -firmemente atenazado por el sistema- y el avance de las ideas 'progresistas' se había detenido ante el auge de las contrapropuestas conservadoras, que llegarían a hacerse ideológicamente hegemónicas en muchos países.<br />
<br />
<br /></div>
Unknownnoreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-8983617653031875192012-11-05T12:34:00.003+01:002012-11-05T12:47:20.908+01:00Los misteriosos alanos<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-U1nvODYDRBr2x9vnepvoB8JhZOWuQlcBolKE_zB-o3S1diQnNOzcfOQGS5Jv5-phhF8f8ofzb103MZBu5fltjXosEZVQ5edqD9Uc8YQ63-wV6AqzGvjyy4wzQWgFF6KaIyHUH3lXg3w/s1600/alanos.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="265" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-U1nvODYDRBr2x9vnepvoB8JhZOWuQlcBolKE_zB-o3S1diQnNOzcfOQGS5Jv5-phhF8f8ofzb103MZBu5fltjXosEZVQ5edqD9Uc8YQ63-wV6AqzGvjyy4wzQWgFF6KaIyHUH3lXg3w/s320/alanos.jpg" width="320" /></a>Una de las preguntas más frecuentes
cuando estudiamos el tema de las invasiones germanas es el del origen
y naturaleza de ciertos pueblos bárbaros 'menores' que solo merecen unas líneas en los manuales. Grupos como los yutos, sobre quienes
apenas disponemos de citas en las crónicas, escasos
topónimos, evanescentes rastros filológicos y algunos discutidos
restos arqueológicos.<br />
<br />
Otros invasores 'misteriosos' -aunque en
realidad no lo sean- fueron los alanos. Al contrario que los
anteriores, aparecen en los textos antiguos con frecuencia. Es más, dan la impresión de ser ubicuos, ya que se les
señala un poco en todos los bandos y todas las ocasiones. Aprovecho la aparición de un nuevo
texto de Iaroslev Lebedynsky <i>Sur les traces des Alaines et
Sarmates en Gaule</i><span style="font-style: normal;"> (Paris:
Éditions l'Harmattan, 2011) para esbozar una breve semblanza de este
pueblo que pueda ser útil a quienes no somos especialistas en el periodo.</span></div>
<a name='more'></a><div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Cabe señalar, de
entrada, que muchos de los grupos 'invasores' no constituían
auténticas etnias, sino confederaciones militares más o menos
cohesionadas, fruto de los desplazamientos ocurridos durante siglos
anteriores, y de las periódicas derrotas sufridas en las fronteras
del Imperio romano hasta el s. V a.C. Un ejemplo clásico es el de los
burgundios, y aún más el de los 'alamanes' o los bávaros.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Los alanos, en
cambio, parecen tener características étnicas más sólidas. Eran
un pueblo del tronco iranio, emparentado con los escitas. Eran
pueblos de la estepa, al norte del mar Negro. Como todos los habitantes de la zona, se movían a caballo y su economía se basaba en
la cría de ganado. Cuando entramos en el s. I a.C. constituían una
de las ramas principales de la confederación sármata. Aquí podemos
hallar la clave de sus tácticas guerreras y su armamento: armaduras
de escamas para jinete y caballo, lanza larga y arco corto. Se
situaron luego entre el Don y el mar de Azov. A partir del s. II se
les señala como causa de periódicos asaltos fronterizos. Cuando
llega el momento de las grandes invasiones del Imperio, en el s. V,
Amiano Marcelino nos explica que vivían en carros que disponían en
grandes círculos para protegerse, y se alimentaban de sangre y
leche, como otros ganaderos de la estepa.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
En el 375, los
hunos irrumpen en el Cáucaso y devastan las tierras de los alanos.
Estos hunos no vivían ni combatían de manera muy diferente a la de
los sármatas. Al parecer, la ventaja militar de los hunos se
centraba en un perfeccionado modelo de arco para la caballería, que
les permitían lanzar sus flechas con mayor potencia y a mayor
distancia que sus rivales. Convertidos en un grupo dedicado
exclusivamente a la agresión, y arrastrando otros pueblos vecinos
como aliados, los hunos sembraban el temor con su sola
presencia. Esto explicaría por qué una parte de los alanos
prefirieron la huída mientras otra parte -los antepasados de los
actuales osetios- optaban por someterse.
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-style: normal;">Entre
los que escaparon, diversas bandas, de las que desconocemos el
número, siquiera sea aproximado, se unieron a los godos, que por
entonces también se desplazaban hacia el suroeste, saqueando a su
vez Escitia y la Mesia. Cuando los hunos se aproximaron a la Panonia,
territorio clave entre los Cárpatos y el Danubio, los romanos
tuvieron que reunir un ejército disuasorio extrayendo legiones de su
</span><i>limes</i><span style="font-style: normal;"> fronterizo del
Rin, y contratando algunos jefes alanos para que les apoyaran como
auxiliares de caballería. Aquí ya podemos encontrar por primera vez
a los alanos en su papel de fuerzas mercenarias al servicio de los
diferentes rivales que se disputaban por entonces el espacio europeo.
Sus capacidades bélicas, seguramente como caballería pesada, debían ser muy valoradas cuando todos
aspiraban a contar con ellos.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Dos grupos
principales de alanos, liderados por jefes como Goar y Respendial, se
unieron a los vándalos para refugiarse en la orilla izquierda del
Danubio, lejos de la amenaza de los hunos. En torno suyo, se fueron
agrupando otros elementos heterogéneos, como suevos, quados,
gépidos, hérulos y sajones. Al llegar al Rin, los alanos conocieron
la noticia de que los francos, al servicio de Roma, habían caído
sobre sus aliados los vándalos, y 20.000 de estos últimos habían
muerto. Pero los dirigidos por Respendial consiguieron a su vez
derrotar a los francos y dejar abierto el ahora desguarnecido paso del Rin, que
atravesaron aprovechando la famosa helada del año 406.
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-style: normal;">Durante
tres años, esta conjunción de grupos bárbaros devastó la Galia,
desde la Renania hasta la Narbonense, en el Mediterráneo. En cambio,
los alanos dirigidos por Goar prefirieron ponerse al servicio de Roma
y situarse no lejos del punto por donde habían atravesado el Rin,
entre el Mosa y el Somme. La disciplina impuesta por estos caudillos
entre los alanos no parece muy firme, ya que aparecen mencionados
entre el ejército romano rebelde dirigido por Geroncio que asedia Arlès.
Geroncio había reclutado sus tropas en Hispania y estos alanos
debieron salir de las filas de quienes seguían Respendial, que por
entonces ya había atravesado los Pirineos en su marcha hacia el sur.
</span>
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
El visigodo
Ataulfo, a las órdenes del emperador Honorio, consiguió derrotar al
usurpador Jovito, que en el 411 había ceñido las insignias
imperiales en el norte de Francia, seguramente con el apoyo de los
alanos de Goar y de los burgundios, servidores todos del orden
romano, aunque mejor de un soberano próximo que de uno lejano.
Instalados los visigodos en Aquitania, la saquean al no lograr
inicialmente que Roma les autorice a instalarse en ella, y volvemos a
encontrar alanos entre sus filas, aunque no conocemos a sus jefes, y
pueden ser por tanto alanos procedentes de las filas de Goar en el
norte -reclutados tras la victoria sobre Jovito- o bien del sur, de
quienes colaboraban todavía con los vándalos. Significativamente,
durante el asedio de Bazas (414), estos mismos alanos abandonan a los
visigodos y contribuyen a defender la villa en beneficio de sus
habitantes galoromanos, reforzando así la imagen que tenemos de
ellos como fuerza militar especializada y mercenaria. Algunos restos
toponímicos hacen pensar que este grupo de alanos al servicio de
Roma fue instalado finalmente cerca del Mediterráneo, entre Tolosa y
Narbona, para cubrir esta zona, rica y estratégica.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Quienes obedecían
a Respendial continuaron su aventura peninsular al lado de los
vándalos, y se instalaron tanto en la Lusitania como en la
Cartaginense (quizá otra prueba de la laxa autoridad que los jefes
ejercían sobre los grupos inferiores). Un rey denominado Atax,
establecio un efímero reino en Mérida, que fue destruido por los
visigodos, de nuevo al servicio del Imperio. Los restos de sus alanos
pidieron ayuda a sus aliados, los vándalos asdingos, que se habían
repartido la Gallaecia con los suevos. Juntos, atravesaron el
Estrecho camino de las ricas provincias del norte de África. Desde
entonces, la suerte de ambos pueblos irá unida, y los reyes vándalos
se titularon como <i>'rex vandalorum et alanorum</i>'. De todos modos,
consta que no todos los alanos abandonaron la Península.
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Conjurado
inicialmente el peligro de la primera invasión, los alanos no
vuelven a ser mencionados en la Galia hasta el 440, cuando las
campiñas desiertas del curso medio del Rodano (en torno a Valence)
son entregadas a uno de sus jefes: Sambida. Poco después, otro
grupo, quizá el mismo que había seguido a Goar, recibió también
tierras al norte del Loira, en una zona devastada por las rebeliones
de los bagaudas. Parece que hubo resistencia entre los propietarios a cumplir este pacto establecido por el general romano
Aecio, y que los alanos tuvieron que hacerse finalmente con el
control por la fuerza. Diversos rastros toponímicos confirman que
durante algún tiempo hubo una significativa presencia de alanos en
la zona entre Orleans, Chartres y París, una llanura bien adaptada a
la forma de vida de los caballeros de la estepa. A cambio de esta
entrega, poco después, entre el 447 y el 448, Aecio exigió a su rey
Echoar, reprimir una revuelta de los bretones armoricanos, tarea que no
llevaron a cabo por la intervención pacificadora del obispo Germán
de Auxerre (el nombre ya indica el origen 'bárbaro' del mediador).
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Tan solo unos años
más tarde (451), se produce la entrada de Atila en Orleans, capital
del pequeño estado que regia el alano Sangiban. Pero Atila será
vencido en los Campos Cataláunicos. Los alanos de Sangiban son
mencionados en el centro de las líneas romanas, frente a los mejores
guerreros de Atila. La victoria no devolvió a los alanos su reino,
que sería absorbido por los visigodos, auténticos beneficiarios de
la derrota de los hunos. Con todo, los alanos vuelven a ser
mencionados en la Galia diez años más tarde, como saqueadores. Es
posible incluso que algunos grupos se instalaran finalmente en
Bretaña, huyendo de los visigodos y luego de los francos.
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Incluso en
Constantinopla jugaron los alanos un papel importante durante este
siglo V. Algunos de los que se sometieron a los hunos prestaron
servicio al Imperio romano, y uno de sus jefes, Aspar, se convirtió
en pieza decisiva de la política bizantina durante el hundimiento de
la parte occidental del estado romano, bajo los reinados de Marciano
y León I. Lo disperso de sus acciones y su oscuro destino final han empequeñecido el recuerdo de su decisiva presencia en los estertores finales del mundo romano occidental.</div>
</div>
Unknownnoreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-18098920580525403612012-10-29T18:03:00.001+01:002012-10-29T18:17:34.133+01:00Argumentos para la rebelión catalana de 1640.<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgHB858zzECU5WySiAXajLBjw_5HStzHxz50vW3U8qun1g52OiYMaOr_16blhJy7eWDeJj6zfUWZ2nC6vfuDl8L6VxS1502aDFsM0dtg2XtwTvlfAzRX0z0qG2qDDbU-JE8PoUYT4E1p1o/s1600/Els+segadors.gif" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgHB858zzECU5WySiAXajLBjw_5HStzHxz50vW3U8qun1g52OiYMaOr_16blhJy7eWDeJj6zfUWZ2nC6vfuDl8L6VxS1502aDFsM0dtg2XtwTvlfAzRX0z0qG2qDDbU-JE8PoUYT4E1p1o/s400/Els+segadors.gif" width="400" /></a></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
A partir de los comentarios hechos a la
entrada sobre el declive de la Monarquía Hispánica y el papel que
en él pudo jugar la sublevación catalana de 1640, he vuelto a leer
un artículo de Joan Lluís Palos titulado <i>“Les idees i la
revolució catalana de 1640”</i><span style="font-style: normal;">,
publicado en la revista MANUSCRITS, nº 17 (1999), pp. 277-292. Me
gustan mucho los trabajos del doctor Palos -seguramente me referiré
a ellos más de una vez- porque es un profundo conocedor de los temas
que trata, y no se deja llevar por conceptos o paradigmas previos,
sino que cuestiona cualquier idea preestablecida a partir del
análisis minucioso de la documentación.</span>
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
En este caso, intenta profundizar en el
carácter revolucionario o restaurador de la revolución catalana de
1640 y el origen de los argumentos intelectuales que le dieron soporte. Cuestión nada baladí, ya que sirve para conocer cuál ha sido
la comprensión del papel del estado y el gobierno que se defendió
en un momento clave de la historia de Cataluña, lo que se vuelve a
poner sobre el tapete cada vez que resurge el debate sobre la
relación entre la comunidad catalana y las estructuras políticas y
administrativas del estado en España. Además, incide directamente
en nuestra pequeña discusión sobre el papel de las élites
catalanas en el liderazgo de esta revuelta.</div>
<a name='more'></a><div style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
Como en tantas otras explosiones
sociales de los siglos XVI y XVII, el alzamiento catalán en defensa
de los privilegios tradicionales, amenazados -al parecer- por el mal
gobierno del Conde-Duque, fue tildado de 'revuelta' a la que se
negaba un carácter revolucionario, ya que no representaba un claro
enfrentamiento entre clases sociales que atentara contra la
estructura existente, y porque se consideraba que no disponía de una
“base teórica sólida” que legitimara la revuelta y le diera
unos objetivos concretos. Joan Lluís Palos remarca -como se ha
hecho en estudios sobre otras alteraciones similares- que tras este
juicio late la conclusión marxista de que tan sólo las luchas entre
elementos burgueses y aristocráticos merecen el nombre de
revolución, tomando como modelo lo ocurrido en Inglaterra también
en 1640.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Huyendo de lo preconcebido, el autor
trata de enmarcar los discursos constitucionalistas en los
movimientos e ideas paralelos que se dieron en su época. De entrada, insiste en la importancia dada al legalismo, algo lógico si se entiende
que en el Antiguo Régimen es la ley quien marca el estatus de las
personas y las colectividades (los privilegios) y constituye la principal
marca de pertenencia a un territorio o comunidad. Para los
tratadistas, las constituciones eran <i>“la misma esencia de la
libertad de los catalanes. Las leyes garantizaban el orden social que
hacía posible la libertad...”</i><span style="font-style: normal;">.
Este apego a la tradición legal propia constituye una de las marcas
del pensamiento político en Cataluña hasta el siglo XX. Detrás
de las constituciones latía incluso una doctrina legal justificadora
de las misas: el pactismo. Desarrollado durante la edad media,
todos los expertos en derecho catalán han puesto el acento en la
viva percepción que de la idea de 'pacto' entre monarca y súbditos
había entre los juristas. </span>
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
En esta misma
tradición, Palos defiende que la revolución catalana no se puede
calificar de 'conservadora' por el hecho de que defendiera los
privilegios tradicionales, en contraposición de nuevo con el
carácter 'moderno' de revoluciones como la inglesa. Por el
contrario, algunas de las aportaciones más destacadas al
pensamiento político se hicieron entonces en revueltas que, como la
catalana, combinaban la doctrina local con la apelación a una causa
religiosa, para conservar las libertades del pasado frente a las
innovaciones de la monarquía autoritaria La verdad es que en este punto hecho en falta una referencia en el artículo a la revolución francesa de La Fronda, casi contemporánea del conflicto que tratamos y sobre la que recientes estudios han reivindicado también sus abundantes similitudes con la Revolución Inglesa, allí donde hasta ahora sólo se habían percibido diferencias. Nos ocuparemos de ello próximamente.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-style: normal;">En cambio, subraya el autor que, frente a las grandes doctrinas del derecho
natural, los juristas catalanes, educados en la tradición del </span><i>mos
italicus</i><span style="font-style: normal;"> (basado en la
adaptación de derecho al caso) se encontraron sumergidos en una
elaboración del derecho combativa y de circunstancias, al margen de
las innovaciones que aportarían personajes de la talla de Hobbes o
Locke.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-style: normal;">En realidad, sus apelaciones a la tradición no dejaban de ser
circunstanciales. En la medida que el medioevo ponía el énfasis
en el servicio al monarca y la fidelidad, en Cataluña hubo que hacer
una reinterpretación del pasado legal, imaginando un origen
'republicano' de la obediencia a los reyes, segúnb la cual los
monarcas habrían recibido una <i>'cesión voluntaria y limitada'</i> del
poder por parte de sus súbditos, revocable si no se mantenía el
respeto de las leyes. Para Palos esto no constituye ninguna
originalidad catalana, ya que opiniones similares aparecieron por
toda Europa en tales ocasiones, como en las alteraciones de Aragón o
la sublevación de Portugal. La circulación clandestina de estas
ideas es un hecho comprobado y supera la división continental entre
católicos y protestantes.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-style: normal;">Un hecho que, sin embargo, remarca en sus investigaciones es la
inexistencia de unos representantes reales en Cataluña que
cumplieran acrítica y automáticamente las instrucciones de la corte
madrileña. Como suele ocurrir en la distancia, los ejecutores de
dichas órdenes mantenían a menudo una cierta ambigüedad tratando
de adaptarse al medio que administraban, e incluso caían, en
ocasiones, en abierta oposición por diversos motivos. En general,
la relación predominante de desconfianza a las órdenes que llegaban
desde Madrid les alcanzaba también a ellos. Ni por el
lado de las autoridades reales, ni en el de las Cortes, representadas
por la Generalitat, surge la imagen de una política coherente, hecha
de estrategias de autoridad y oposición bien definidas. Dentro de la
Generalitat lo que destacan son “</span><i>las furiosas peleas
entre grupos rivales”. </i><span style="font-style: normal;">Aquí
podríamos encontrar la explicación de por qué, durante la misma
guerra, los grupos dirigentes del Principado forman todo menos un
frente unido, con numerosas defecciones que convirtieron ambos bandos en cualquier cosa menos un frente sólido separado por un muro
infranqueable, a pesar de las contínuas acusaciones de 'traición a
la patria' que trataban de justificar las posiciones de unos y otros. </span><br />
<br />
<span style="font-style: normal;">Por eso defiende que debemos estudiar también las posiciones que se sitúan en el amplio espacio intermedio que va del
absolutismo al constitucionalismo, para explicar cómo, pese a las
crecientes tensiones, la concordia prevaleció en la mayor parte de
las ocasiones de conflicto. Incluso muchos fervientes defensores del
parlamentarismo se sentían miembros del cuerpo político de la
monarquía y concebían el poder de los diputados de la Generalitat
como una delegación de la autoridad real. Del mismo modo, todos los
defensores de las prerrogativas reales se esforzaban por demostrar
que actuaban dentro del marco constitucional y no estaban dispuestos
a romperlo frívolamente. Considera Palos -en contra de la tradición
historiográfica sobre el tema- que considerar a los ministros
castellanos del rey como agentes de un autoritarismo imbuido de las
doctrinas de Maquivelo, Bodino o Tácito, tan solo puede dificultar
nuestra comprensión de las posiciones adoptadas por unos y otros.</span>Llama la atención
respecto a que muchos de los escritores catalanes enemigos de Felipe
IV tampoco pueden ser considerados sólo por eso como defensores del
constitucionalismo, ya que fueron varios los que viraron hacia la
defensa del absolutismo, pero en favor de la corte francesa, como
también los hubo favorables a las iniciativas políticas del
conde-duque.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Por lo que señala
Josep Lluís Palos, sería simplista argumentar que el
constitucionalismo pertenece por entero a la tradición juridica
catalana y el absolutismo a la castellana -como se cree popularmente
en Cataluña-. Muchos de los argumentos esgrimidos para la ruptura
con la Corona, sobre todo los más directos, fueron ideas generadas
en el mundo intelectual de Castilla durante el siglo anterior,
aunque también indica que quienes más recurrieron a este tipo de
argumentos 'en conciencia', se acercaron más tarde con facilidad
hacia el absolutismo, pero no tiene claro que sea por el tipo de
lógica jurídica utilizada o por proximidad con el mundo intelectual
de la Corte. En cualquier caso, ambos constitucionalismos pertenecían
a tradiciones jurídicas diversas.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-style: normal;">Concluyendo, no cree que la reacción violenta contra el poder, en
este como en otros casos, fuera el resultado de una lógica política
determinada. Apunta que la 'ruptura discursiva' producida </span><i>“dio
lugar a una línea argumental mucho más explícita y radical,
destinada a dar cobertura a las decisiones adoptadas por la
Generalidad” </i><span style="font-style: normal;">en el curso de
los acontecimientos. No parece haber un proyecto previo de la
Generalidad -yo añado que sería difícil dado el carácter y la
realidad material del organismo, bien estudiados por el mismo autor- para contener los avances de la
autoridad real. Frente a la tesis tradicional de que Pau Claris y los
dirigentes de 1640 abandonaron la idea de fundar una República
catalana por la presión militar de España y Francia, Palos
introduce también la idea de que quizá esos mismos dirigentes
tropezaron con una dificultad añadida: su incapacidad para imaginar
que su lealtad pudiese no estar dirigida a un monarca, pieza
imprescindible en la construcción institucional que servía de base
al 'pactismo' catalán.</span></div>
</div>
Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-6056542602613892452012-10-20T22:57:00.002+02:002012-10-20T23:26:46.756+02:00Éxito o fracaso de la Revolución Industrial española<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgdRCPiXl9silrQE08ASbPzUISNsCFe0MtiofBOz4N7snl8Q90ljPqHJFzolNYsmfFkP8NVjX4q6YZef872w_u3eOooTxQuwgGWRBUUnZVZElsdRRGCtwEWbWBAcDwRFjsZS-3pVw0N-CY/s1600/segadores.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="247" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgdRCPiXl9silrQE08ASbPzUISNsCFe0MtiofBOz4N7snl8Q90ljPqHJFzolNYsmfFkP8NVjX4q6YZef872w_u3eOooTxQuwgGWRBUUnZVZElsdRRGCtwEWbWBAcDwRFjsZS-3pVw0N-CY/s320/segadores.jpg" width="320" /></a></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Los mitos históricos a veces se
forjan, no sobre supuestos éxitos de una colectividad, sino también
sobre sus deficiencias. Uno de los más insistentes y compartidos
juicios sobre la historia de España reside en el fracaso -o el
retraso- de su economía a la hora de sumarse a la Revolución
Industrial que hizo encabezar a Europa el progreso material del
mundo. Fracaso que resulta todavía más hiriente cuando se compara
con el predominio colonial que había tenido la Monarquía hispana en
los siglos anteriores.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Ahora que la economía española
vuelve a estar en boca de todos como ejemplo de oportunidades
perdidas y mala gestión de los recursos, se me ha ocurrido volver la
vista hacia un libro escrito en circunstancias muy diferentes, en los
años 90, cuando muchos se asombraban de que la España trágica de
la guerra civil se hubiese transformado en el “milagro español”
de los sesenta, la supuestamente impecable transición a la
democracia de los setenta, la llegada al poder de los socialistas en
la década siguiente, y el '<i>annus mirabilis</i>' de 1992, con el éxito
colectivo que supuso la organización de las Olimpiadas en Barcelona
y la Exposición Universal de Sevilla, todo ello acompañado de unas
estadísticas que pusieron la renta española cerca de la italiana y
cada vez más próxima a la de estados punteros que hasta entonces
habían servido tan solo de lejana referencia. David R. Ringrose,
profesor de la universidad de California, se dispuso a explicar la
lógica de tales éxitos en su obra <i>España, 1700-1900, el mito
del fracaso </i><span style="font-style: normal;">(Madrid: Alianza
Universidad, 1996) donde, con una relectura original, daba la vuelta
a las consideraciones pesimistas hechas sobre el desarrollo español
de los dos siglos anteriores. Curiosamente, sus conclusiones también
pueden arrojar mucha luz sobre la crisis actual y sus orígenes.</span></div>
<a name='more'></a><div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
El propósito
confesado de su tesis es cuestionar la aportación de autores
clásicos de la historia económica española como Jordi Nadal, que
han establecido las explicaciones más aceptadas sobre el atraso del desarrollo hispánico. Según
Ringrose, estos autores han estado a menudo más pendientes de lo que
no sucedió -según el modelo inglés de Revolución Industrial- que
de lo que verdaderamente ocurría en la península Ibérica. Centrar
la imagen del progreso en la instauración de una economía fabril
con empleo intensivo de capital, desprecia la importancia de los
otros factores concurrentes en el crecimiento de los siglos XVIII y
XIX y en la capacidad de mantener un constante incremento de la
población. Más que preguntarse lo que fué mal en España, este
investigador prefiere plantear <i>“cómo encajó España en el
abigarrado rompecabezas de aceleración del crecimiento económico
europeo después de mediados del siglo XVIII”</i></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
También se hace
una crítica al supuesto protagonismo de la burguesía en todo este
proceso, tal como presumieron los historiadores liberales. Dieron por
sentado que, oprimidos por el estado absolutista y los poderes
tradicionales, la escasa burguesía española habría protagonizado
en el Siglo de Oro una 'traición' a su propio ser asumiendo los
valores aristocráticos, buscando su conversión en una clase de
rentistas y terratenientes. Esto había impedido que el oro de
América se invirtiese de una manera productiva y España pudiese
imitar el modelo comercial de Holanda, por ejemplo. En el siglo XIX, esta burguesía habría sido incapaz, por su escaso número y fuerza, de romper con los obstáculos históricos que salieron a su paso, debiendo plegarse a la resistencia de esos mismos poderes tradicionales que seguían dominando una especie de 'España eterna'. Tan sólo los núcleos con una burguesía más activa, como Cataluña, consiguieron imitar los modelos europeos en medio de grandes dificultades.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Para Ringrose no
hubo ni protagonismo ni traición de la burguesía. Más que en una
clase social única y bien perfilada, deberíamos fijarnos en el
papel de las élites del Antiguo Régimen en su conjunto que, según
él, contribuyeron en buena medida al tránsito entre las formas
precapitalistas y capitalistas de la economía, así como a la
transición política hacia el constitucionalismo liberal. La
continuidad de familias y clientelas en el control político de la
vida local y regional es uno de los pilares de la tesis de Ringrose,
así como en el hecho de que las fórmulas familiares y clientelares
de la aristocracia y la burguesía fueran en buena medida
coincidentes, tanto en el terreno político como económico. Como
señala, <i>“buena parte de la actividad fue creada por la reunión
y redistribución de riqueza realizadas por el estado, por la nobleza
terrateniente y la Iglesia. De hecho, hay pruebas importantes de que
la vida económica organizada por los mercados y por el estado, se
sostuvieron recíprocamente en todas partes de Europa.” </i>La
inversión en la tierra o en la administración de bienes nobiliarios y eclesiásticos no sería tanto una traición como una opción
lógica dado el contexto económico en que se movian, y la asunción
de comportamientos similares a los de la nobleza, una mera cuestión
de estrategias compartidas. Considera que el
segmento social que controló el estado entre 1700 y la I Guerra
Mundial, en el contexto de una economía en expansión, fue mucho más
estable de lo que las apariencias y los historiadores han admitido
tradicionalmente. No se enfrentaba un grupo antiguo a uno moderno, sino que familias procedentes de diferentes medios (nobleza, oligarquías municipales, familias comerciantes, arrendatarios rurales...) encontraban la manera de perpetuarse y compartir los beneficios de diferentes sistemas económicos, evolucionando con ellos en el tiempo.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
El tercero de sus
ejes de reflexión es abandonar el marco de la nación-estado como
ámbito de estudio, tanto en el pasado más reciente como en el más
lejano. Para los monarcas españoles del siglo XVI sus dominios no se
limitaban al espacio castellano, y la economía tampoco se valoraba
tan sólo en ese terreno. Las inversiones de flamencos y alemanes en
la explotación de los recursos americanos así lo demuestran. En el
otro extremo, no podemos considerar a la España del siglo XIX como
un único mercado, y analizarlo tratando de homogeneizar sus
variables. Es necesario distinguir espacios regionales y redes urbanas que
servían para organizar el territorio. Ringrose establece, como
unidades fundamentales la existencia de cuatro ámbitos económicos:
el mediterráneo ( que a partir de Barcelona organizaba el tráfico
por el Mediterráneo hasta Málaga), el valle del Guadalquivir
(organizado en torno al núcleo de Sevilla y Cádiz), el norteño
(que desde Bilbao se fue extendiendo hacia occidente hasta alcanzar
Galicia, con un creciente protagonismo de Santander) y el espacio
interior castellano-extremeño (con centro en Madrid, pero que progresivamente
fue vinculando parte de su territorio hacia las diferentes economías
costeras).
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
La primera de
estas zonas, la levantina, era una red esencialmente costera, que en
realidad formaba parte de un arco de desarrollo más amplio que
incluía Marsella y Génova y enlazaba con Cádiz y Gibraltar.
Zaragoza fué su unica referencia en el interior, pero a través de
los puertos de Alicante y Cartagena se vinculaba con Castilla la
Nueva. La Cataluña derrotada de 1714 experimentó durante el siglo
XVIII un desarrollo sin precedentes en la época borbónica, que
permitió a Barcelona pasar de una población de treinta mil
habitantes a más de cien mil en 1800.
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
La red norteña
conoció un primer auge a partir de los puertos vascos. La existencia
de aduanas forales en estos territorios animó a los Borbones a
facilitar las conexiones del norte de Castilla con la espléndida
bahía de Santander, cuya actividad creció notablemente a fines del
siglo XVIII. Los comerciantes vascos respondieron invirtiendo en el
puerto cántabro, y llevando su actividad hasta Galicia. Primero por
Vitoria y Burgos, y luego por Valladolid, se conectaron con el trigo
y el vino de Castilla y La Rioja, y llevaron su comercio hasta
Madrid. También formaba parte de una red más amplia con
centro en Burdeos.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Los problemas de
los siglos XVI y XVII incidieron negativamente en el espacio
económico castellano, donde no se produjo una jerarquización
natural de los núcleos comerciales y, por tanto, una estructuracion
de la red urbana. Una vez asentada la capital en Madrid, el
crecimiento de ésta, por razones cortesanas y administrativas,
atrajo los flujos económicos y dejó el resto de ciudades como
centros secundarios a su servicio. Esto no quiere decir que tal
espacio no fuera, poco a poco, dinamizándose. Castilla la Nueva se
iba vinculando a sus vecinos del este y el sur. El norte de Castilla
la Vieja quedó integrado en la red cantábrica, particularmente
cuando, tras la pérdida de las colonias americanas y la instauración
de aranceles proteccionistas, se convirtió en el abastecedor
triguero de las provincias litorales y de las colonias caribeñas. La
prueba de que las inversiones productivas daban resultado estriba en
que en el siglo XVIII el sostenimiento de Madrid exigía el esfuerzo
de prácticamente todas las provincias castellanas. A finales del
XIX, con una población multiplicada, Madrid se surtía de alimentos,
leña y otros abastecimientos básicos, tan solo en las provincias
circundantes.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
La economía del
valle del Guadalquivir tenía un centro en Sevilla -lugar de
residencia de las élites, pero también de una poderosa comunidad
mercantil, que se mantuvo pese al traslado del comercio americano a
Cádiz- y ésta última ciudad, donde se centralizaban las
actividades de corretaje marítimo a través del Atlántico. Una vez
finiquitado el monopolio gaditano, el centralismo de Sevilla se
impuso. Las inversiones se dirigieron hacia una agricultura
exportadora de rasgos coloniales, complementada por la minería, y la
red se extendía hasta Extremadura y las provincias andaluzas
penibéticas.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Frente a la idea
de crisis o de quiebra del estado que iría unida al fracaso de las
iniciativas ilustradas, al atraso industrial, la guerra napoleónica,
la pérdida del imperio americano y al desguace fiscal y político
del absolutismo en los decenios siguientes, Ringrose afirma que la
España de 1910 fue resultado de la expansión económica sostenida
que comenzó a finales del siglo XVII y continuó durante los siglos
XVIII y XIX con sorprendente persistencia. Si otros autores no lo han
percibido así es porque no han sabido ver la racionalidad del
comportamiento económico de las élites españolas, que invertían
en aquello que podía proporcionarles beneficio en el marco
determinado donde actuaban, y no de acuerdo con parámetros que
serían propios de otros espacios económicos, como Holanda e
Inglaterra. Pese a su aparente fracaso, la economía de 1910 estaba
ya muy lejos de la del siglo XVIII y cree, por tanto, el autor que no
puede hablarse de estancamiento ni de victoria de los elementos
tradicionales frente a la revolución liberal. Incluso en la
agricultura, la productividad, aunque baja, estaba mejorando de
manera constante.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Una de las mayores
virtudes del libro es la gran cantidad de datos que aporta sobre el
funcionamiento de estas redes comerciales regionales y los factores
que impulsaban el desarrollo. Aquí no podemos reproducir ni siquiera
un resumen de los mismos. Otra virtud es el análisis de la
reproducción de las capas dirigentes políticas, financieras y
comerciales, que fueron adaptando su comportamiento a la evolución
de los tiempos, sin dejar de ser fieles a ellas mismas. Lo más
interesante es la profunda vinculación provincial de las élites que
actuaban en Madrid. Incuso aquellas familias que se asentaban en la
capital seguían contrayendo matrimonio en sus provincias de origen,
reclutando allí los jóvenes dependientes que colaborasen en sus
negocios, reinvertían parte de sus ganancias en sus lugares y
acababan a menudo por retirarse de nuevo a ellos. Es claro el
predominio de los vascos y cántabros en el mundo financiero
madrileño (bien presentes aún hoy), la fortaleza de los
levantinos y catalanes en el comercio al por mayor, y la abundancia
de linajes procedentes del interior castellano en los abastecimientos
cotidianos. En cambio, los andaluces estaban mucho más presentes en
el periodismo y la política que en los mercados, manifestando
claramente la mayor vinculación con el exterior de su economía. Lo
mismo sucede con las familias establecidas en otros parajes, como los vascos instalados en Cádiz.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Partiendo de los
estudios hechos sobre el comercio colonial español, Ringrose
concluye que la pérdida de los territorios americanos fue dramática
para los recursos fiscales de la monarquía -de ello deriva en buena
parte la incapacidad para sobrevivir de la fórmula absolutista- pero
no tanto para le economía española, que era mucho menos dependiente
de los intercambios atlánticos y reorientó sus actividades con
rapidez. Pese a un innegable crecimiento comercial atlántico a finales del
XVIII -que incidía también a las redes vasca y catalana- buena
parte (más del 50%) de lo que se había ofrecido antes a América
eran reexportaciones de productos europeos, y los beneficios que se
obtenían de ello quedaban limitados a núcleos reducidos de
comerciantes. Estos comerciantes supieron luego dirigir sus
inversiones a terrenos rentables: <i>“más que criticar el hecho de
que los comerciantes que acumulaban capital en el comercio colonial
no lo invirtieran inmediatamente en fábricas, tenemos que ser
conscientes de la existencia de un abanico más amplio de
comportamiento empresarial.”</i></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<i> </i>Ciertamente,
la agricultura española se vió lastrada por un desarrollo urbano
mediocre y la presencia de una masa creciente de población agraria
que, sobre todo en el caso de Andalucía, hacía preferible a los
terratenientes,utilizar formas de explotación más intensivas en el
uso de la mano de obra que de capital. Para Ringrose, esto no es
incompatible con la racionalidad económica ni con la propia idea de
desarrollo. Incluso plantea si los historiadores españoles que han
criticado con dureza este aspecto hubieran preferido una revolución
agraria basada en el maquinismo con el durísimo coste social de
precipitar aquella masa de mano de obra empobrecida hacia la
emigración o el amontonamiento en las ciudades, reproduciendo las
peores imágenes de la Inglaterra dickensiana. Era absurdo pensar que
un estado dominado en buena medida por la influencia de las redes
clientelares de provincias debía adoptar una línea de política
económica similar a las del norte de Europa, que le hubiera enajenado
el apoyo de todas las clases dirigentes (también las industriales de
Cataluña y el País Vasco) y que exigía al mismo tiempo unos costes
sociales tan tremendos. Se optó pragmáticamente en adaptarse a lo
que había, con un pacto hiperproteccionista que no bloqueaba el
desarrollo de las fuerzas productivas existentes.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Resultan
interesantes sus observaciones sobre el <i>cursus honorum </i> del
acceso a la política que se observa en las capas dirigentes que se
encaminaban hacia esos menesteres. Un itinerario establecido que
empezó en el siglo XVII a través de los colegios mayores y que fue
evolucionando hasta el siglo XX, cuando era a través de los
gobiernos civiles provinciales donde se forjaba la carrera de los
jóvenes cachorros locales que aseguraban el control del estado
en beneficio del grupo de procedencia. De este modo se establecía la
relación entre el estado central y las oligarquías regionales. Podemos
añadir por nuestra cuenta que esta trabazón de intereses familiares y grupales, bien organizada para perdurar, es
observable en todos los poderes regionales hoy establecidos, cuando
se produce el proceso inverso de descentralización, desde Cataluña
hasta Andalucía.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Todos estos
razonamientos, y muchos más, parecen suficientemente sensatos como
para ser tenidos en cuenta, pero no excluyen que, como recuerda el
propio Ringrose al inicio de la obra, en los primeros años sesenta
del siglo XX, la renta per capita española era la mitad de la de
Italia y una cuarta parte de la de Inglaterra. Ringrose no extrae de
ello una conclusión que a mi me ronda la cabeza: si el desarrollo de
finales del siglo XX, el 'milagro español', fue preparado por la
evolución positiva y liberalizadora de la economía durante los dos siglos anteriores, también
puede decirse que el atraso acumulado durante los siglos XIX y XX fue entonces
el resultado de una lógica de inversiones impecablemente
capitalista. Como bien sabemos existen fórmulas de éxito
empresarial que no implican en absoluto, no ya el beneficio social,
sino el crecimiento y desarrollo de la economía en su conjunto. Ello
podría explicar por qué hoy día España es el estado en que el
impacto de la crisis está provocando un efecto multiplicador más
acusado y un crecimiento más intenso de las desigualdades sociales.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
</div>
Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-26600127470675784212012-10-09T18:27:00.000+02:002012-10-10T20:55:47.571+02:00Patriotas y guerrilleros<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3BSBgf-5e5fs5QQjXl7zDU4nmHS2fwmVrfCRHbc96c53PQArRzUF8cH6vqj4rLHqwr8GwSSfttW8nffTSyN2174_aepwNxat3v0vEHXEBKWfgh8xUMTIhyphenhyphenutfFNO-rm4j3m3cM7HdMWE/s1600/Grabado+Goya.SCO.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="226" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3BSBgf-5e5fs5QQjXl7zDU4nmHS2fwmVrfCRHbc96c53PQArRzUF8cH6vqj4rLHqwr8GwSSfttW8nffTSyN2174_aepwNxat3v0vEHXEBKWfgh8xUMTIhyphenhyphenutfFNO-rm4j3m3cM7HdMWE/s320/Grabado+Goya.SCO.jpg" width="320" /></a></div>
Un teniente coronel me dijo una vez que
<i>“una guerra no es más que una interminable cantidad de
sufrimientos”. </i><span style="font-style: normal;">Nunca he
encontrado definición más precisa. Cualquiera de los conflictos
que estudiamos permite explorar múltiples dimensiones del horror.
Otra cosa es que, cuando se reconstruyen, la historia política y
militar, la literatura o el cine lo reduzcan a un simple
enfrentamiento entre dos bandos. </span>
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-style: normal;">Los
mitos patrióticos son los que suelen encubrir en mayor medida el
complejo mundo de causas y consecuencias que provocan las guerras. La
invasión napoleónica de España generó una gran cantidad de estos
mitos. El pueblo alzado en armas contra el invasor es siempre una
imagen atractiva, que legitima casi todas las violencias. La
'guerrilla', ese supuesto invento español, encaja muy bien con los
tópicos sobre la Península Ibérica, siempre dramática y
anarquizante. Hace tiempo que tenía ganas de leer el libro de
Charles J. Esnaile </span><i>España contra Napoleón. Guerrillas, bandoleros y el mito del
pueblo en armas. </i><span style="font-style: normal;">Barcelona:
Edhasa, 2006 (edic. orig. 2004)</span><span style="font-style: normal;">,
donde la lectura atenta de documentos y memorias -que siempre han
estado disponibles- permite una revisión radical de lo que sucedió
y la manera de entender este conflicto.</span></div>
<a name='more'></a><div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br />
La denominada
'Guerra de la Independencia' ha sido objeto de manipulación política
desde los mismos tiempos en que se combatía. Si para unos fue el
alzamiento de un pueblo por su Patria, su Dios y su Rey, contra las
nefastas novedades de la sanguinaria y atea Revolución Francesa,
para otros -los liberales-, fue la acción desesperada de un pueblo
que, abandonado por sus dirigentes monárquicos, supo levantarse en
defensa de sus familias, su Nación y sus libertades contra un
enemigo infinitamente superior que ya no defendía los principios
revolucionarios, sino la dictadura militar e imperialista de los
Bonaparte. Incluso la historiografía marxista quiso ver en esta
explosión de ira popular un gesto que enlazaba conceptos antiguos
sobre la defensa de la comunidad con formas más encaradas al futuro
de lucha contra la nueva opresión burguesa encarnada en la Francia
napoleónica.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
La guerrilla
parecía, en cualquiera de las opciones, la mejor expresión de esta
resistencia popular. Fracasado el estado borbónico del antiguo
régimen y sus aristocráticos dirigentes, incapaces las nuevas
élites profesionales y burguesas de ofrecer una resistencia armada
eficaz, hubo de ser el pueblo quien ofreciera una larga y desesperada resistencia, con las armas que tenía a mano, liderado por
dirigentes surgidos de las clases subalternas y enraizados en el apoyo
de su comunidad.
Aunque incapaces de plantar cara a los ejércitos invasores en campo
abierto, habían provocado un lento y constante desgaste (la 'ulcera
española') que terminó por resultar decisivo cuando el imperio de
Napoleón se tambaleaba al enfrentarse a casi toda Europa. Era el
triunfo de la 'guerra popular prolongada', el antecedente ideal para
todos los movimientos revolucionarios.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Charles J. Esnaile
nos ofrece una revisión general de lo sucedido en España durante
estos años, en particular todo lo relativo a la participación de
las guerrillas. Aporta una abundante documentación (cartas,
informes, procesos judiciales, memorias...) que viene a cuestionar
el carácter estrictamente patriótico de la lucha contra los
franceses. Es cierto que en 1808 la quiebra del estado, y el rechazo
general a la repentina imposición de un poder subordinado al imperio
francés, produjo revueltas políticas en toda la Península. Pero
está por ver que constituyera un levantamiento popular en toda
regla. Son ya varios los estudios que cuestionan el carácter
espontáneo de lo sucedido en Madrid y otras poblaciones; la conjura
fernandista de los sectores que habían provocado el 'motín de
Aranjuez', los más conservadores, es también una explicación pausible. Cabe asimismo la posibilidad -documentada en varios casos-
de que el alzamiento contra las autoridades profrancesas -muchas de
ellas antiguos protegidos del muy impopular Godoy- tuvieran un
carácter de motín provocado por la difícil situación económica y
las dificultades que atravesaban varioss sectores de población. Por
eso, Charles J. Esnaile se inclina, igual que otros, por considerar las
Juntas antifrancesas surgidas en estos primeros meses como un claro
intento de las clases dirigentes borbónicas por mantener el control
de la situación alejando el peligro de una revolución popular.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-style: normal;">El núcleo de su argumentación se centra en el reclutamiento y el
papel de las guerrillas. Las supuestas biografías de los dirigentes
guerrilleros están plagadas de explicaciones según las cuales
fueron los abusos de la soldadesca napoleónica, la convicción
patriótica o lances de honor los que 'echaron al campo' a estos
líderes naturales de hombres, dotados de un profundo conocimiento
del terreno y de sus gentes, que gracias a su capacidad fueron
aglutinando fuerzas y recursos para poner en jaque las tropas
invasoras y calmar su sed de venganza.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
En realidad, como
ocurrió en otros casos bien conocidos -la Francia ocupada durante la II Guerra Mundial, sin ir más lejos-
formar parte de esta 'resistencia' constituía una opción
desesperada que sólo tomaron elementos hasta cierto punto marginales
de la sociedad. Tras las primeras reacciones más o menos colectivas
-como el levantamiento de los somatenes catalanes en El Bruc, por ejemplo-
las salvajes represalias militares y las continuadas derrotas del
ejército español, hicieron ver que enfrentarse a los franceses
suponía un riesgo demasiado alto. El reclutamiento de las guerrillas
no fue siempre espontáneo, sino que estuvo animado con frecuencia
por las autoridades junteras y militares. Acudieron a él toda clase
de personajes, muchos de los cuales es dudoso que fueran movidos por
impulsos patrióticos. Encontramos entre los guerrilleros un gran
número de contrabandistas, bandoleros, criados de señores locales a
quienes estos llevaban a la lucha, vagabundos y jornaleros sin
tierras, guiados por la desesperación o por la posibilidad de
obtener un rápido beneficio. En un país castigado por la crisis,
por la sequía, por las requisas de animales de tiro y materiales
para la industria, aislado de las colonias, con ferias y mercados
suspendidos, con los caminos cortados, con elevadísimas
contribuciones exigidas por los dos bandos, la promesa de un salario
de seis reales diarios a quienes se movilizasen por la
causa patriota, hizo mucho por levantar jóvenes desesperados y
personas sin recursos.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
La paga de los
guerrilleros nunca fue muy segura, pero en todo caso parece haber
sido incomparablemente mejor que la de los ejércitos regulares, mal
mandados y desabastecidos de lo más esencial. Los guerrilleros, en
cambio, recurrían al cobro regular de cantidades en las tierras que
controlaban, requisaban a su antojo e incluso se embarcaban en
oscuros negios con que allegar recursos. Fuera o no verdad, lo cierto
es que los oficiales de tropa se quejaban de que <i>los guerrilleros
siempre visten con el mayor de los lujos y nunca les faltan puñados
de doblones con los que regalarse, uno ha de ser de verdad el mayor
de los patriotas para servir en el ejército.</i></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Entre esos oscuros
negocios se encontraba la instauración de aduanas y peajes para todo
el tránsito de mercancías, la detención de prófugos y desertores
a los que luego se exigían gruesas cantidades a cambio de no denunciarlos,
la imposición de contribuciones extraordinarias a los considerados
como <i>afrancesados</i> o a los propietarios que contemporizaban. la venta de bienes públicos...
Pero a menudo se iba más allá y se entraba directamente en el
bandolerismo y la protección mafiosa de aquellos a quien se
pretendía defender. Como señalaba Luis de Villaba, un oficial de
artillería que sirvió en el sitio de Zaragoza, <i>las guerrillas
que actúan bajo el nombre de patriotas deberían ser exterminadas:
son bandas de ladrones con '</i>carte blanche'<i> para saltear
caminos y asaltar pueblos. Si alguna de ellas ha reportado algún
beneficio... el daño causado por las demás es mil veces mayor...”.
</i>De todos modos, el comportamiento del ejército regular no era
necesariamente mejor en muchas ocasiones. Durante las retiradas de
los años 1809-1810, y durante las ofensivas de 1813 las tropas
españolas se convirtieron en el azote delas poblaciones que
atravesaban, llegando a cometer atropellos iguales o superiores a los
que se atribuía a los franceses.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<i> </i>Uno
de los principales elementos que revisa Esdaile es la capacidad militar
atribuida a las guerrillas. De entrada, muchas de ellas parecían más
ocupadas en vivir a costa del territorio que en combatir al enemigo.
Cuando lo hacían, a menudo era obligadas por las circunstancias y en
actos de defensa. Pocos golpes de mano fueron realmente efectivos, y
cuando llegaron momentos graves en que su concurso era necesario para
resolver necesidades estratégicas, como en la supuesta ofensiva
sobre Valencia de 1811, las cosas solían terminar de la peor manera:
<i>“La división del Empecinado se ha deshecho casi por completo.
Una orden del general O'Donnell ecomiándole a marchar contra
Valencia causó su desconcierto. Se dividió en facciones rivales en
los aledaños del pueblo de Torralba, se intercambiaron disparos y,
por último, se dispersaron. Todo lo que resta de ella es su
comandante y unos doscientos hombres que ahora se encuentran con él
en Cuenca. Es un asunto muy feo, pues esta división suponía una
fuerza de más de cuatro mil quinientos efectivos, al tiempo que era
muy temida por los franceses”. </i>Como señala el autor, "<i>en
realidad, los intentos por reclamar los servicios de los grupos
guerrilleros fuera de los sectores donde estaban acostumbrados a
operar terminaban, por norma general, en fracaso... podían perderse
importantes fuentes de ingresos; un terreno desconocido implicaba una
mayor vulnerabilidad, y no había nada más de qué hablar si el
resultado final era su asimilación dentro del ejército
convencional..."</i></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<i> </i>Al respecto
es bien conocida la mala opinión que -con razón- los oficiales
británicos tenían de las fuerzas españolas en general y en
concreto de los guerrilleros. Como indicaba el propio Wellington, en
uno de sus comentarios más generosos para con los aliados hispanos,
“...e<i>stoy preocupado por no poder depositar ninguna confianza en
el efecto que causarán esas tropas. Los guerrilleros, aunque activos
y de buena disposición, y aunque sus actividades causan por lo
general las mayores molestias al enemigo, son tan poco disciplinados
que no podrán hacer nada contra las fuerzas francesas a menos que
éstas se encontrasen en una gran inferioridad numérica. Y si el
enemigo tomase posiciones en una casa o una iglesia donde sólo
hubiese de bloquear la entrada, tan mal equipados se encuentran los
soldados profesionales y los guerrilleros... que los franceses
podrían permanecer seguros hasta recibir el auxilio de una fuerza
más poderosa.”</i></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<i> </i>Incluso
cuando el avance de 1813 permitió recuperar progresivamente el
territorio, y liberó a las guerrillas de la presión que sobre ellas
ejercían los franceses, su actuación resultó poco decisiva e
incluso contradictoria con los fines que decían perseguir: <i>las
fuerzas de Wellington avanzaban hacia el interior de España, sus
dotaciones de retaguardia sufrieron una incesante rapiña que llevó
a William Keep a lamentarse del encuentro constante con 'cuerpos
muertos... cuyas desdichas se debían o tenían origen en la rapiña
cometida por los salteadores locales contra viajeros solitarios (en
particular lo sirvientes al cargo del equipaje de los oficiales), y
esto incluso al paso de tan numerosa hueste... los mensajeros aliados
fueron detenidos y asesinados de modo no muy distinto a sus homólogos
franceses.”</i></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<i> </i>Frente a un
levantamiento general español contra los franceses, Esdaile, como
otros antes que él, se inclina por pensar en distintos
levantamientos al unísono. La población difícilmente
podía identificarse con el estado borbónico, y lo hacía con
aquello que resultaba más conocido: " <i>La verdad es que en Galicia,
como en... cualquier sector de acción guerrillera, la gente no se
encontraba entregada a fondo a la tarea de liberar España. El
objetivo... consistía en... evitar las requisas, recaudaciones de
impuestos y violencia de la soldadesca francesa... los guerrilleros
españoles no combatían por su nación, sino por sus hogares,
valles, comarcas y, como mucho, provincias.". </i>No creo que podamos, sin embargo, extraer como conclusión directa que esto conllevar una falta absoluta de sentido de 'lo español'. Resulta muy explicable el rechazo a dejarse embarcar a expediciones por regiones lejanas, en una guerra de final imprevisible, mal abastecido y mal alimentado, sin servicios de sanidad dignos de tal nombre, y con escasas oportunidades de regresar sano y salvo. Combatir en las milicias locales, en todo caso en las guerrillas, y hacerlo en el territorio inmediato era, con mucho, la mejor manera de asegurar la propia supervivencia. A principios del siglo XIX, cualquier terreno fuera de la zona más próxima y conocida era un mundo extraño y 'extranjero'.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<i> </i>A este
provincialismo se sumaba el caudillismo de los líderes de las
partidas, siempre enfrentados unos con otros y reacios a someterse a
cualquier autoridad superior, fuera la de otros cabecillas o la de
las Juntas. La verdad es que éstas, de dudoso nombramiento, plagadas
de inútiles o aprovechados e incapaces de abastecer de recursos a
las tropas, no eran dignas en general de mucha confianza, y mal
podían dar órdenes a quienes se jugaban la vida sobre el terreno.
Ni siquiera los altos mandos del ejército podían hacerse obedecer
con facilidad. Muchas querellas entre líderes de la Independencia se
resolvieron únicamente por la fuerza, mediante asesinatos, amenazas
o traidoras entregas al enemigo.
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Espoz y
Mina, el 'Rey de Navarra', al frente de una de las fuerzas
irregulares más importantes de la Península, en 1813 se negó a colaborar
efectivamente en la liberación de Zaragoza, la ciudad mártir, aunque
prefirió luego vivir luego durante semanas a costa de sus sufridos
ciudadanos: "<i>vendieron con todo descaro las propiedades del
monasterio cartujo del Arrabal en subasta pública. Como recoge
Casamayor en su diario a finales de octubre: Éste ha sido un mes de
muchas vejaciones para los ciudadanos, habida cuenta de... el miedo y
terror impuesto por los soldados del Quinto Regimiento de Navarra
</i>[los guerrilleros de Espoz]<i>, quienes, siendo la guarnición,
robaban cada noche a todo aquel sobre el que pusiesen las manos
encima y golpeaban a quien se resistiese o no llevase dinero. La
situación ha tomado tan mal cariz que nadie osa salir a la calle a
no ser por razones urgentes. La gente ha presentado sus quejas ante
los magistrados, pero no se ha hecho nada por detenerlos y continúan
robando igual.”</i></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<i> </i>Esdaile
también pasa revista al supuesto carácter liberal de algunos jefes
mitificados por los enemigos del Antiguo Régimen: el Empecinado,
Porlier, el propio Espoz y Mina... Concluye que probablemente no se
trataba de defensores del absolutismo, y que acabaron militando en
las filas del liberalismo, pero es muy dudoso que lo hicieran por
razones ideológicas. Aunque sin pruebas definitivas, él se inclina
por la tesis del aventurerismo y la ambición como motores
principales de su conducta. Espoz llegó a fusilar ejemplares de la
constitución de 1812 al final de la guerra cuando no se sintió
suficientemente reconocido. También descarta que su postura derivara
necesariamente de una ingratitud general de Fernando VII para con los
luchadores de las guerrillas. Cree que se les trató en un plano de
igualdad general con el ejército español, pero que en la dramática
situación de la Hacienda española durante los años inmediatamente
posteriores al conflicto era imposible dar respuesta a todas las
demandas, o satisfacer las desmesuradas ambiciones de los principales
cabecillas.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Ciertamente, esta
obra ofrece muchas más dudas que certezas. Como el propio autor
admite al final de la misma, la mayoría de sus testimonios deben ser
interpretados a la luz de las contínuas rivalidades que toda guerra
produce. A falta de una autoridad reconocida es muy fácil encontrar
acusaciones de los franceses contra los patriotas, de los ingleses
contra los españoles, de los militares contra los irregulares, de
unos guerrilleros contra otros, de los pueblos contra todos ellos,
etc., etc. En cualquier caso, lo que mejor se desprende del estudio,
y lo que Esdaile extrae como principal conclusión es que no se puede
hablar de 'levantamiento popular' generalizado contra el ocupante, y el que hubo no puede identificarse con las 'partidas' guerrilleras. El
patriotismo español, que existió, fue perfectamente compatible con
la reluctancia al reclutamiento -fuera oficial o de estas partidas-, la
negativa a colaborar fuera del propio territorio, el 'atentismo' o la
satisfacción estricta de intereses personales. Vamos, como en
cualquier conflicto que se precie.
</div>
</div>
Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-12819771025561405122012-09-29T16:15:00.000+02:002012-10-14T22:57:25.337+02:00El imperio resiliente. Declive y supervivencia de la Monarquía Hispánica.<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div style="margin-bottom: 0cm;">
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpCfTMR43abadY1HykUfhPa8WHHMu1AYIcLMR1a9GqHgOwSOBeXfInmz8CPniCmUIY-zHgnGWspKIvHcutU0DzTxxp6yLw1L_qdQBiUNOvLthVAuj5YxqyXaZCwLPqh5Ia6SdWEzYAFr0/s1600/olivares.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpCfTMR43abadY1HykUfhPa8WHHMu1AYIcLMR1a9GqHgOwSOBeXfInmz8CPniCmUIY-zHgnGWspKIvHcutU0DzTxxp6yLw1L_qdQBiUNOvLthVAuj5YxqyXaZCwLPqh5Ia6SdWEzYAFr0/s320/olivares.jpg" width="251" /></a></div>
Una de las características más
sorprendentes de la Monarquía Hispánica es que fue una entidad política en crisis desde el mismo momento de su aparición. El
grandioso periodo de Felipe II, en cuyos dominios '<i>no se ponía el
sol</i>', asistió ya a la sublevación de Flandes, bancarrotas
sucesivas de la Hacienda, la peste, la despoblación e incluso avisos
de los primeros arbitristas sobre los síntomas de decadencia.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Desde entonces, los territorios del
rey de España no han hecho sino irse reduciendo paulatinamente
¡durante quinientos años! Un ejemplo maravilloso de resiliencia,
pues pocas construcciones estatales han sobrevivido tanto tiempo a un
desgaste tan continuado. Otra constante histórica es la forma poco adecuada en que se han gestionado estas amenazas territoriales
(ochenta años de guerra en Flandes, treinta en Portugal, más de
veinte en el continente americano, tres guerras en Cuba...), cuando
en realidad el estado del conjunto no empeoró necesariamente
cuando se reconocieron las repetidas secesiones, sino más bien al
contrario.<br />
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Lo que ahora se habla sobre
Cataluña y España me ha hecho estos días pensar en el peor
momento de crisis de esa Monarquía, en 1640, cuando todo parecía
desmoronarse. Y en un libro, <i>Europa y el declive de la estructura
imperial española. 1580-1720</i><span style="font-style: normal;">,
de R. A. Stradling (Madrid: Cátedra, 1992; edic. orig. 1981),
especialista, más que de la investigación, de la interpretación
multifactorial de los hechos estudiados, y uno de los mejores
conocedores del reinado de Felipe IV. Se cuenta entre los
historiadores que más han hecho por reivindicar la racionalidad y
capacidad de gestión de aquel Imperio hispánico y, al mismo tiempo,
siempre se ha mostrado crítico con las peores características del
sistema, dos cosas que nos pueden ayudar a entender por qué
periódicamente entró en crisis y también, periódica y casi
milagrosamente, aseguró su supervivencia.</span></div>
<a name='more'></a><div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br />
En torno al año
1640, el cielo pareció desmoronarse sobre las cabezas de quienes
dirigían la Monarquía Hispánica. Los mismos gobernantes que habían
conocido la maravillosa década de 1620-29, cuando las armas
castellanas se imponían en todo el continente y se lograban triunfos
espectaculares -propios o de los aliados- como la rendición de
Breda, el control de los pasos de la Valtelina, la conquista de
Bahía, el rechazo de los ingleses en Cádiz, el aplastamiento de la
insurrección bohemia y la conquista del norte de Alemania,
prácticamente hasta el Báltico, etc., etc., se vieron sumidos en la
derrota, la descomposición territorial y el desconcierto político.
No sólo debía hacerse frente a los enemigos tradicionales (rebeldes
holandeses, príncipes protestantes alemanes, estados italianos
díscolos, turcos...) sino que ahora el rey de Francia había
penetrado las fronteras propias, Cataluña se había sublevado y
también lo haría Portugal. En Aragón y en Andalucía se
conspiraba, pocos años más tarde estallarían las insurrecciones de
Sicilia y Nápoles, el País Vasco había conocido revueltas algo antes e incluso en Chile se desató la insurrección... Las rutas terrestres y marítimas con el norte
de Europa estaban cortadas y la revolución inglesa acabará en manos
de un fervoroso protestante, obcecado enemigo de los Habsburgo
españoles: Cromwell.<br />
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Resulta difícil
pensar en un cúmulo mayor de dificultades. Sin embargo, cuando
Felipe IV muera, legará a su hijo un imperio que ha sufrido la
amputación -significativa, pero en lo esencial poco importante- de
los territorios portugueses incorporados dos generaciones atrás, de algunas plazas estratégicas europeas
y de comarca y media en el Pirineo catalán. Nada más. Un balance
doloroso pero en absoluto vital para la supervivencia de la Monarquía. ¿Cómo se produjo este milagro en un conjunto
plurinacional y disperso territorialmente, sometido a graves
tensiones fiscales, al retroceso económico y a la presencia de
enemigos en todas sus fronteras?<br />
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-style: normal;"> Una
de las claves la aporta el propio Stradling, cuando destaca -como
también ha hecho Geoffrey Parker- que la capacidad administrativa de
la Monarquía Hispana era muy superior a la de cualquier otra
estructura estatal en la época. Frente al tópico reciente de que
los mediterráneos sólo saben establecer organizaciones
gubernamentales corruptas e ineficientes, tenemos ya muchas muestras
de que los sistemas de gestión civil y militar, de comunicaciones,
de inteligencia, incluso de toma de decisiones vitales en la corte
castellana mantuvieron un alto nivel de competencia -sin parangón en
otros reinos- hasta mediados del siglo XVII, como correspondía a su condición de
potencia hegemónica en Europa. También sabemos que las imágenes
caricaturescas que se nos han vendido sobre los personajes de esta
época (el conde-duque de Olivares, Felipe IV, sor María de Ágreda,
los grandes aristócratas de los Consejos...) no responden en
absoluto a su capacidad individual y su dedicación al trabajo, que
fue en general muy alta. </span><br />
<span style="font-style: normal;"> </span>
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Otra cosa es que
los resultados alcanzados no estuvieran, por diversas razones, a la
altura del reto, o que la perspectiva con que se encaró ciertos
problemas fuera en cada momento la más conveniente. Pero lo mismo
podría decirse de sus contrapartes, de los enfrentamientos y
rivalidades que sacudían la corte francesa, de la manera en que las
autoridades del Principado de Cataluña se vieron arrastradas por un
descontento popular bastante mal gestionado, de los motivos y
problemas de los portugueses durante su lucha por la independencia,
de las querellas internas que sacudieron en los años previos la
política holandesa. Los problemas llegaron a menudo por la forma expeditiva en que acabaron afrontandose los desafíos planteados. Aunque la Monarquía Hispana rara vez tuvo la
pretensión de un dominio universal (“Majestad, para ser el
primero os sobra mucho; ser sólo, es imposible”, le decía el
conde-duque a su rey Felipe IV) ni sostuvo planes maquiavélicos para
homogeneizar los diferentes territorios que la componían, <i>“bajo
la abrumadora presión de la Guerra de los Treinta Años, y sin duda
ninguna inconscientemente, es claro que Madrid traspasó estos
límites </i>[constitucionales] <i>en algunos aspectos vitales en
casi todas sus dependencias.”</i><br />
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
El magnífico
libro de John Elliott, <i>La rebelión de los catalanes, </i>hizo de
la sublevación en Cataluña el caso mejor conocido de esta crisis
general. Stradling se detiene en cambio mucho más en el ejemplo de
Portugal, muy bien argumentado en el estudio de que nos ocupamos. En
Portugal, que se había unido a la Monarquía con muchas reticencias,
reinaba un estado de opinión particularmente inflamable en los años
previos a la revuelta. Quienes habían pensado que la unión con
Castilla al menos aportaría la protección de la primera potencia
mundial para el imperio colonial -frente a sus enemigos del norte de
África, por ejemplo, como señala Parker- se enfrentaban ahora con
el hecho de que los holandeses rebeldes -en cuya enemistad los
portugueses no tenían culpa alguna- se habían prácticamente hecho
con el control del Atlántico, que habían desembarcado en Brasil,
habían interrumpido el comercio con Amberes y que amenazaban las
flotas portuguesas. Lo más interesante de la exposición de Spalding es
su vinculación con el intenso antisemitismo de la población que -en
una visión paranoica y conspirativa de la realidad, muy frecuente en
todos los tiempos y naciones- se creía víctima de un doble lazo,
establecido por los judíos -los sefardíes exiliados que desde
Amsterdam animaban el ataque contra las posesiones del rey que les
expulsó de su propiedades o los financieros conversos que prestaban
dinero al Conde-Duque para proseguir su 'insensata' política
imperial- y los castellanos, que se empeñaban en gastar todos los
recursos en Flandes, en lugar de atender la defensa de las colonias
americanas y las costas del Atlántico; que ahora exigían dinero y
hombres para la defensa de Cataluña, pero que seguían comerciando
con los holandeses a pesar de su condición de 'archienemigos' y del
daño que causaban a las colonias portuguesas, etc., etc.<br />
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Fue la presión de
la burguesía lisboeta y un sector de la nobleza lusa lo que decidió
a Juan IV de Braganza a reivindicar el título real. Desencadenó así
un conflicto en el que Portugal contó, durante según qué periodos,
con el apoyo de Francia e Inglaterra. El rey de España, en cambio,
tenía sus escasas fuerzas ocupadas en Cataluña. El precio pagado
fue enorme, aunque la historiografía lo haya considerado un asunto secundario. La guerra despobló ambas zonas fronterizas, que jamás se han
recuperado; fue otra de las piezas que lastraron el tesoro español;
las derrotas frente a los portugueses ridiculizaron lo que quedaba del
prestigio bélico hispano... Para los portugueses el resultado final
no fue mucho mejor. Consiguieron la ansiada independencia, pero a
costa de empobrecer el interior del país, de vivir de espaldas al
resto de la Península, y de centrarse en un imperio colonial que ya
no era rentable en el siglo XVI y que -salvo unas décadas del siglo
XVIII- nunca lo fué. La dependencia de Francia y las potencias
marítimas terminaría por costarles también su presencia en Asia.
La economía portuguesa ya no logró superar a la castellana.<br />
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
En Cataluña, es
bien conocido que fueron las clases populares las que empujaron la
revuelta, y que los dirigentes políticos -muchos de los cuales
habían atizado el encono contra la política real durante los años
anteriores- se vieron superados y debieron liderarla antes de que
ésta los arrastrase. Las quejas se habían concentrado finalmente en
el intento del conde-duque de obtener hombres y recursos para las
guerras imperiales, en contra de las Constituciones que regían
Cataluña, y en los abusos de los tercios enviados a contener la
ofensiva francesa en el Rosellón. El problema es que el Principado
carecía de un ejército profesional cualificado para defenderse, y
que la supuestamente moribunda Monarquía Hispánica fue, una vez
más, capaz de reunir tropas para aplastar la secesión. Fue
necesario entregar la neonata República catalana al rey de Francia
para detener el contraataque de los Habsburgo, y pronto las quejas
contra los abusos franceses fueron iguales o superiores a los
formulados antes contra Castilla, dividiendo el Principado y
provocando una cuasi guerra civil entre los partidarios de una y otra
monarquía. Stradling remarca que, ya en 1646, los negociadores de la
Generalitat rebelde comentaban al embajador castellano que la
opresión política francesa era superior a la que habían sufrido
con el conde-duque. Lo cierto es que éste había dado prioridad a la
sumisión de Cataluña sobre el resto de consideraciones, por la
importancia geoestratégica de la frontera pirenaica y porque tomó
el asunto como una ofensa personal. Pero cuando desapareció de la
escena política, sus sucesores dieron la misma trascendencia al
problema. El esfuerzo empeñado en Cataluña permitió a los
portuguesas quedar libres de amenazas, como ha explicado Joan Gelabert, y debilitó las defensas de
Flandes -ahora se llevaban hombres desde aquel frente a la Península-
lo que condujo a sonoras victorias francesas, como la de Rocroi.<br />
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Contra el mito de
que esta batalla marcó el declive final de los Tercios castellanos,
lo cierto es que la Monarquía Española fue capaz todavía de
obtener triunfos también resonantes en todos los frentes hasta
finales de los años cincuenta. No sólo consiguió detener a sus
enemigos en tierra, sino también en el mar, donde bloqueó la
ofensiva francesa sobre los puertos del Mediterráneo occidental. La
recuperación de los estratégicos presidios de Toscana y de la
ciudad de Barcelona mantuvo a las fuerzas de Mazarino limitadas a su
propia costa. En concreto, 1652 constituyó un nuevo <i>annus
mirabilis</i>, plagado de victorias. Se conjuraron al cabo las grandes
insurrecciones urbanas de Nápoles y Sicilia, e incluso el peligro
que suponían las revueltas en Andalucía. Se suele reducir éstas a
un movimiento aristocrático encabezado por el duque de
Medina-Sidónia en 1640, pero lo cierto es que un poco después
tuvieron un carácter eminentemente popular, parangonable a lo que
estaba sucediendo en las posesiones italianas, con la diferencia de
que afectaban a lo que hasta entonces era la región económicamente
más dinámica de la Monarquía y una de sus capitales emblemáticas:
Sevilla. En Aragón, en cambio, la cosa tuvo un componente
esencialmente nobiliario, en torno al duque de Híjar; la lucha
contra los rebeldes de Cataluña y la presencia del rey en Zaragoza conjuraron cualquier otra expresión de malestar. Todo resulta
todavía más notable si tenemos en cuenta que semejante reacción
política y militar coincide con la llegada al poder de un equipo
ministerial nuevo, tras la caída de Olivares, y con el punto más
bajo en las expediciones de plata americana, constatación fehaciente
de que el tesoro de las Indias no lo explica todo en la dinámica
interna de la Monarquía.<br />
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Para Stradling, el
problema residía en que, deseando sinceramente la paz, el rey Felipe
IV y sus principales ministros no estuvieron nunca dispuestos a
sacrificar ninguno de los grandes objetivos de su Monarquía (la
reputación, la conservación de los territorios, el apoyo a la causa
católica, el mantenimiento de los pasos estratégicos, etc.) para
conseguirla. Incluso estas tardías victorias resultaban
contraproducentes, ya que, en lugar de sacar un partido político de
las mismas, no hacían sino endurecer su postura y dificultar aún
más las negociaciones. Pese a todo, a finales de los años cincuenta
se había llegado a una situación de equilibrio estratégico con
Francia, como queda plasmado en la paz de los Pirineos, prácticamente
sin vencedores ni vencidos (tanto España como Francia debieron
abandonar algunas de sus conquistas y hacer diversas concesiones).
Para el autor, lo que marcó decisivamente la decadencia militar
hispana fue la entrada en el conflicto de Inglaterra, dirigida ahora
por Cromwell, que decidió atacar a los Habsburgo españoles por
razones de convicción religiosa y de política interna, una guerra
prácticamente olvidada en nuestros manuales de historia.<br />
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Y con todo, pese a
no haber concluído aún la lucha con Francia ni la rebelión
catalana, con la herida portuguesa supurante, abandonada ya la
alianza estratégica con el Imperio y con la mayor parte de las vías
imperiales de comunicación cortadas, el rey de España fue capaz de
responder militarmente a los ingleses, en Europa y América, durante
más de dos años; Cromwell llegó a padecer serias dificultades ante sus repetidos fracasos, y el comercio costero de la Gran Bretaña
sufrió mucho por los ataques de los corsarios flamencos. Finalmente,
la toma de Dunquerque redujo a la impotencia las fuerzas hispanas en
el norte de Europa. Inglaterra obtuvo algunas bases importantes en el
Caribe -Jamaica- y terminaron de hundir lo que quedaba del poderío
naval español. No llegar a una solución diplomática con Francia en 1656 o con Inglaterra antes de la muerte de Cromwell fueron dos errores de enormes consecuencias.<br />
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Pero para entonces
la atención del rey Felipe estaba ya centrada en la recuperación de
Portugal. Incapaz de reconocer la pérdida del reino que recibió de
su abuelo, se empeñó en una serie de escuálidas ofensivas, que
agravaron la crisis castellana y concluyeron en resonantes
fracasos. Los portugueses, apoyados por Francia e Inglaterra,
vencieron en Ameixial y Villaviciosa entre otros encuentros. Lo que quedaba del prestigio militar hispano
se hundió irremisiblemente. La imagen de impotencia que nos ha
llegado de los denominados 'Austrias menores' (los que reinaron en el
siglo XVII) tan sólo se justifica en estos últimos años de Felipe IV y en el caso de Carlos II, cuando
España, sin dejar de ser un actor importante en la situación
europea, según Stradling, ya no disponía ni de los recursos
económicos ni de los humanos para ejercer como gran potencia y,
sobre todo, había perdido el control de las vías estratégicas que
enlazaban sus diversos territorios, lo que impidió dar una respuesta
al creciente poderío militar francés.<br />
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Y, como suele
ocurrir, los resultados de estas complejas situaciones fueron muy
diferentes a lo esperado. Como hemos señalado, la triunfante
secesión de Portugal extrajo unos frutos agridulces de su victoria,
pasando a la larga de la dependencia castellana a la inglesa. En
cambio, la derrotada Cataluña pondrá en la segunda mitad del siglo
XVII las bases de su prosperidad, de una indisimulada fidelidad a la
dinastía de los Habsburgo -a la que había combatido ferozmente
durante dos decenios- y de oposición férrea a los Borbones -a quienes se
había sometido voluntariamente en 1640. A partir de 1670 la economía
catalana retomará un sendero de prosperidad que no conocía desde la
edad media, superando claramente a la castellana, y desde la Corte se
pedirá consejo a los dirigentes de este 'renacimiento'.<br />
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
En cambio, la
supervivencia del estado habsbúrgico centrado en Castilla no
conllevó de momento ninguna clase de felicidad para estos
territorios. El éxito se había logrado a un coste altísimo, y la
negativa a reconocer que el esfuerzo superaba los posibles
beneficios, en aras de otras consideraciones, hizo que la gestión de
la crisis diera un resultado decepcionante. El final del siglo XVII
marca el punto más bajo del declive demográfico y económico
castellano, que sólo se recuperará, aunque medianamente, en el
siglo XVIII.<br />
<br />
Ya he dicho que estas guerras para evitar la
desintegración de la monarquía recuerdan los largos conflictos para
conjurar la independencia de la América continental o la guerra de
Cuba, ambos perdidos a un elevado coste. Lo curioso es que en tales
casos, el resultado fue finalmente siempre el contrario de lo que se
esperaba. El abandono de Flandes e Italia dió más cohesión al conjunto restante y preparó la recuperación del siglo XVIII. La economía española no se hundió con la pérdida de las
colonias americanas; como ha demostrado David Ringrose las dificultades del
siglo XIX tuvieron otras causas, y los capitales repatriados de Cuba
y Filipinas permitieron el primer impulso auténtico al capitalismo
español en el siglo XX. En cambio, la deuda pública acumulada por
el estado en la pésima gestión de este último conflicto, supuso
una verdadera losa hasta más allá de 1920, impidiendo que la
prosperidad llegase a capas sociales más amplias y precipitando los
conflictos sociales. Quizá la única lección a extraer es que, en
todos los casos, empeñarse en mantener una línea política única y concluyente, cuyos beneficios parecen, <i>a priori</i>, claros e imprescindibles,
suele obtener resultados sorprendentes. <i>Vanitas vanitatis.</i></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
</div>
</div>
Unknownnoreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-10310567434694793272012-09-15T20:46:00.001+02:002012-09-17T18:31:08.425+02:00La crisis del siglo XVI<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjvUdNguwKh8TkL_ez_NEaolzaIBenDttsUvlWcQqH_KuB8JW4Qm2VqFePw4ayKylic9k4zYKsH3LZnkgyOR_0_ckEGSEPup_eV98L4fLFFcetBR88_fH7lSXHNot8yCak8urQl164qpf8/s1600/Ciudad+con+puerto.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="194" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjvUdNguwKh8TkL_ez_NEaolzaIBenDttsUvlWcQqH_KuB8JW4Qm2VqFePw4ayKylic9k4zYKsH3LZnkgyOR_0_ckEGSEPup_eV98L4fLFFcetBR88_fH7lSXHNot8yCak8urQl164qpf8/s320/Ciudad+con+puerto.jpg" width="320" /></a>Si, no ha habido un error tipográfico en el título. Ya se que, hablando de crisis seculares, la del XVII se lleva la palma, y pocas veces ha habido un largo periodo de trazos tan oscuros como este. En comparación, el XVI y el XVIII parecen tiempos felices, de plenitud y desarrollo. Pero vivimos en un mundo de luces y sombras, y el 'crecimiento' siempre es relativo, en función de la distribución que se haga de sus beneficios.<br />
<br />
Aunque numerosos autores han venido señalando las contradicciones del 'afortunado'siglo XVI, fue Peter Kriedte quien indicó con más claridad hace algunos años los elementos problemáticos de esta etapa y las transformaciones que introdujo a largo plazo en el panorama económico del continente. Estos días estuve releyendo su obra clásica <i>Feudalismo tardío y capital mercantil</i>. <i>Líneas maestras de la historia económica europea desde el siglo XVI hasta finales del XVIII</i>. (Barcelona: Crítica, 1990; edic. orig. alemana, 1980) dedicada al estudio de la protoindustrialización y la acumulación de capital en Europa durante la edad moderna. Me he quedado con lo que -por mi riesgo y cuenta- denomino como 'crisis del siglo XVI', por diversos rasgos que me hacen pensar en ciertas dificultades económicas actuales y las reacciones que tenemos ante ellas.<br />
<a name='more'></a>Desde un punto de vista cuantitativo, el '<i>Cinquecento</i>' es uno de los grandes siglos europeos. La expansión por las tierras americanas y las costas africanas -con el primer esbozo de 'economía-mundo' que hemos mencionado en otras entradas-, el crecimiento de la población y de la producción agraria, la difusión por todo el continente del '<i>Renacimiento</i>' italiano, las mejoras en las manufacturas, la llegada de los metales americanos y la mayor circulación de dinero, etc., etc. presentan un marcado contraste con la recesión demográfica y económica del siglo XVII.<br />
<br />
Aplicando la metodología analítica marxista a las estructuras productivas y financieras, Peter Kriedte se sirvió de los numerosos problemas que este 'crecimiento' comportaba para su estudio del progreso economico y la formación de capital en la sociedad europea tardofeudal. La población siguió aumentando tras los estragos de la Peste Negra, pero con una bajísima esperanza de vida, y presionó sobre la producción agraria que no conocía avances tecnológicos significativos, Así, los cultivos debieron extenderse por terrenos marginales. Dada la creciente demanda de cereales, el incremento de los costes de producción en estas tierras de baja calidad suponía un sobreprecio que se trasladaba al conjunto de los productos alimenticios, ya que todo se vendía lo más caro posible. La inflación -que para el autor no fue tan solo provocada por la abundancia de oro y plata, sino por la deficiente estructura productiva- redujo drásticamente el valor de las rentas señoriales, y los terratenientes quisieron recuperarlo mediante diversos mecanismos que buscaban extraer más parte de la renta agraria en su beneficio.<br />
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Los campesinos no podían desviar en su favor el incremento de los precios agrarios ya que estaban sometidos a una triple presión: la de sus señores -que incrementaban los precios de entrada y arriendo, o que trataban de aumentar las tierras gestionadas por ellos mismos-, la del estado monárquico -que introducía nuevas y fuertes imposiciones-, y su propio crecimiento demográfico que reducía el margen de subsistencia.<br />
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Es sabido que las respuestas a estas situaciones fueron diversas. En gran parte de Europa occidental se profundizó en la monetarización de las relaciones agrarias y en la producción para el mercado. En el Este, más allá del Elba, en cambio, los señores prefirieron explotar directamente sus tierras y reforzar la servidumbre de sus campesinos, obligados a trabajar hasta seis dias a la semana las tierras del señor. Este modelo productivo sólo fue rentable gracias a las masivas exportaciones de cereal hacia occidente, a través del Báltico. El comercio de exportación no enriqueció a las sociedades de Brandemburgo, Polonia o Rusia, sino que las empobreció. Mientras la nobleza terrateniente obtenía unos crecientes ingresos, la gran masa de población quedó fuera del mercado, sometida al trabajo servil y a una economía de subsistencia; las manufacturas decayeron y el comercio interno -y con él las ciudades- también. El gran reino de Polonia, por ejemplo, quedó relegado a la condición colonial de un territorio exportador de materias primas baratas hacia los países centrales del sistema, autoexplotado por su propia clase dirigente que se enriquecía en medio de este panorama. En Inglaterra y Holanda, por el contrario, se optó por intensificar la producción, privatizar los campos mediante los cercamientos y entregar las tierras a grandes arrendatarios. Inglaterra, en particular, vio crecer su producción gracias a la venta de tierras del clero tras la Reforma y al sostenimiento de la demanda de lana, que posibilitó mantener la alternancia de cultivos y el abono de los campos.<br />
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Todo confluyó en una polarización de la sociedad rural. "<i>La formación de una capa de productores agrarios con poca o ninguna tierra no puede atribuirse</i> <i>solamente al crecimiento de la población; no menos importante era el proceso de acumulación </i>[de tierras]<i> que afectó a la sociedad campesina (...) Si bien la servidumbre se había debilitado</i> [en el oeste] <i>desde fines del siglo XV, la situación económica de los campesinos no se había distendido sino empeorado a causa del aumento de la presión interna y externa (...) Surgió una multitud de pequeños terrenos y las fincas a veces se dividieron."</i><br />
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Las manufacturas iniciaron su extensión por el campo, para aprovechar la mano barata disponible. Pero el incremento de los precios agrícolas castigó duramente la demanda del sector secundario, y contribuyó a mantener esta fuente de empleo en niveles bajos. El capital comercial y financiero fue mucho más importante en la época que el capital industrial. Esto favoreció que las inversiones se dirigieran hacia la especulación en el comercio de alimentos, las rentas fijas, sobre todo del estado, e incluso el retorno a las compras de tierra, que proporcionaba ingresos y el prestigio asociado a la condición de terrateniente.<br />
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Las capas más bajas de la población aumentaron en las ciudades en mayor proporción que la población total, y los pobres llegaron en algunos lugares de Francia o Inglaterra a un tercio o incluso la mitad del total. En cambio, <i>"los grupos económicos principales, especialmente los comerciantes, participaban del auge ymejoraban su posición en términos relativos y absolutos (...) En Inglaterra, mientras que entre 1540 y 1640 la población total sólo se duplicó, las clases superiores se triplicaron. La experiencia de estar en manos de gente que se apropiaba de su fuerza de trabajo comenzaba a marcar la conciencia de muchos pequeños artesanos y trabajadores asalariados".</i> Como es conocido a partir de los estudios de Bronislaw Geremek y sus numerosos continuadores, la reacción de las clases propietarias ante el incremento de la pobreza fue culpabilizar a quienes estaban sin recursos, aduciendo que se hallaban en dicha situación por su vagancia. Sobre todo en las nuevas sociedades protestantes, la caridad debía ir unida a la exigencia de que se ganaran el pan, en talleres públicos que pronto se convirtieron en cárceles de asilados sometidos a trabajo forzado.<br />
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En resumen, para el autor las consecuencias del ciclo económico no fueron debidas a factores externos -la población, la tecnología, los descubrimientos geográficos...- sino fundamentalmente a la estructura social -el feudalismo tardío- que encuadraba la producción, y a las diferentes posibilidades de cada grupo social para responder a unas transformaciones que provocaban situaciones críticas. Como buen marxista, Kriedte considera que, aunque injustas, estas situaciones tuvieron una vertiente positiva, al posibilitar la acumulación de capital, el desarrollo de las fuerzas productivas y la quiebra del feudalismo. El problema es que no explora alternativas a este desarrollo -da por supuesto que no eran posibles- y que el capitalismo no ha terminado feneciendo por ahora víctima de parecidas contradicciones, como profetizaba la ortodoxia académica del Este, lo cual daba sentido a su optimismo histórico. <br />
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Aunque las diferencias del siglo XVI con la actualidad son evidentes, cuando leo en la prensa que, en un contexto de crecimiento demográfico mundial y gran capacidad productiva, la especulación financiera está a punto de provocar una nueva crisis alimentaria global, que los intercambios industriales se estancan, o que algunos alcaldes o incluso el gobierno español pretenden que sea obligatorio para los perceptores de ayudas sociales realizar trabajos comunitarios a fin de demostrar que se ganan aquello que reciben de la sociedad, me suena todo de algo. Es lo que tiene la Historia.</div>
Unknownnoreply@blogger.com14tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-45110405996631082752012-09-09T22:13:00.005+02:002012-09-11T13:40:28.247+02:00Civilización y barbarie<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUOqabMYfRQRZ1YF2Jc6ETWeB34oRh0RZV466Bgsv4Pd4K9KTnHs7NX31Zfa1mjBVuthEkzzk1tsxAOvkruCFR7ZEgc69kteWu4lmb93bhrV6DkI3ehkvWi2uEDOzMZWs1MeEZtmzFnr8/s1600/invasion-barbaros.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="185" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUOqabMYfRQRZ1YF2Jc6ETWeB34oRh0RZV466Bgsv4Pd4K9KTnHs7NX31Zfa1mjBVuthEkzzk1tsxAOvkruCFR7ZEgc69kteWu4lmb93bhrV6DkI3ehkvWi2uEDOzMZWs1MeEZtmzFnr8/s320/invasion-barbaros.jpg" width="320" /></a></div>
Recientemente, han levantado mucha polvareda las tesis de Niall Ferguson, conocido historiador norteamericano de ideología ultraliberal, en la que se proclama decidido y ardiente defensor del imperialismo y el colonialismo. Para él, Europa occidental ha ofrecido al mundo un modelo de desarrollo económico y cultural muy superior al que podían aportar otras civilizaciones, y el proceso histórico que permitió extenderlo ha sido fundamentalmente positivo. El resultado final sería el triunfo actual del capital financiero que, como afirma el título de una serie documental de éxito dirigida por él, es lo que actualmente “mueve el mundo”.<br />
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Sin entrar en el tema, me hizo pensar en un libro basado en otra serie de divulgación histórica, prestado por un amigo -gracias, Toni-, que indirectamente viene a cuento de esta disputa y nos habla de un imperialismo anterior: el romano. Se trata de <i>Roma y los bárbaros: una historia alternativa</i>, escrito por Terry Jones (antiguo miembro del conocido grupo 'Monty Phyton’) y Alan Ereira (director y productor de documentales históricos encargados por la BBC), transcripción en letra impresa de la serie televisiva <i>The Terry Jones’ Barbarians</i> (Barcelona: Círculo de Lectores, 2009), donde se intenta dar la vuelta a los conceptos admitidos usualmente sobre civilización y barbarie.<br />
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No seré yo quien defienda el rigor académico de esta publicación, cuyo propósito evidente era provocar al espectador y conseguir altos índices de audiencia. Afirmaciones del libro como que los romanos contaron con el primer y único ejército profesional de la antigüedad, o que Persia pudo actuar a través de los planes del rey vándalo Giserico resultan altamente discutibles, y muchas de las hipótesis que se formulan -prácticamente como afirmaciones- no aportan más pruebas de veracidad que los dogmas anteriores sometidos a crítica. <br />
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Pero hay algo en el planteamiento que resulta muy interesante. Frente al hábito de considerar al imperio romano como paradigma de la civilización, por el mero hecho de haber sido una construcción estatal capaz de sobrevivir durante siglos, Jones y Ereira sostienen que los barbaros, sometidos y despreciados por este imperio, eran pueblos con niveles de desarrollo económico, social, e incluso técnico y cultural similares o superiores a los del imperio triunfante. Diferentes en su planteamiento, pero dignos de valoración en sus resultados. En cambio, resaltan los numerosos elementos de barbarie que se ocultaban bajo la capa de una supuesta civilización romana.<br />
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Roma construyó un estado imperial gracias a su poder militar, al servicio de una oligarquía que arruinó la mayor parte de su población. Sustituyó su primitivo respeto a la constitución republicana por una dictadura armada sustentada por una gran masa de trabajadores esclavos y enseñó al mundo su rostro sangriento con largos meses de festejos donde se sacrificaban para diversión pública miles de personas y animales. Frente a esta realidad, los autores no proporcionan una visión idílica de los bárbaros (celtas, germanos, griegos, hunos, dacios, persas, etc.) pero remarcan que todos ellos también poseían una civilización, muchas veces asentada en las mismas bases que la romana (el crecimiento urbano, el desarrollo técnico, la actividad comercial, una legislación compartida...) cuya desaparición conllevó un retroceso cultural para Europa de muchos siglos. Roma no sería tan solo quien proporciona elementos de civilidad, sino también quien los destruye.<br />
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Me parece reveladora sobre todo la descripción hecha de los aspectos humanos que confieren toda su dignidad al ‘otro’ y que frecuentemente ignoramos o han sido acallados por las voces de nuestra propia cultura. La lógica política del estado vándalo, por ejemplo, ha quedado sistemáticamente oscurecida por el recuerdo negativo que nos legó el clero católico, que se sintió perseguido; lo mismo que la sofisticada cultura persa, debido a su condición de enemigo hereditario de los griegos, a quienes hemos hecho ‘padres’ de nuestra cultura olvidando que, si sus aportaciones fueron muy interesantes, ni fueron los únicos en cultivar determinadas virtudes, ni las poseían todas. La descripción de lo que en la Persia aqueménida y sasánida se consideraban ‘buenas maneras’ resulta elocuente: <i>"Había que tener mucho cuidado para no meter la pata, ya que jamás había que criticar a nadie por haber sugerido un mal consejo, ni hacer que alguien se sintiera culpable por seguir la excelente indicación que uno mismo hubiera odido darle, ni sentarse en el sitio destinado a una persona más importante o discutir sobre el particular. Se suponía que uno debía mostrarse afable y cortés sin resultar servil. La conversación constituía un campo minado: lo correcto era escuchar cuidadosamente, no hablar demasiado, no interrumpir jamás y opinar con formalidad y elocuencia. El hecho de mostrar una cuerdo entusiasta en cualquier materia insinuaba que se tenía la pretensión de eser una autoridad en el asunto, así que nunca debía cederse a la tentación de manifestarlo. De hecho, el excesivo entusiasmo (que puede resultar de lo más aburrido) era un comportamiento absolutamente contraindicado. Estaba muy mal visto criticar a otro país o reírse de algún nombre chistoso. Se consideraba vergonzoso silbar, hacerse eco de cualquier rumor o contar cuentos chinos. La norma consistía en observar la mayor cortesía y encanto en todo." </i><br />
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Pero no se trataba tan sólo de los aspectos formales de una cultura, sino incluso de su esencia política o económica. Si Grecia desarrolló las ideas de ciudadanía y democracia, el imperio persa también puede aportarnos la posibilidad de convivencia entre culturas diversas dentro del mismo estado (algo de lo que andamos escasos) o la existencia de una ‘religión oficial’ que no implicaba la intolerancia y la eliminación de otras formas de pensamiento. También los celtas se habían permitido una densa red de carreteras, o un calendario superior a los que se daban en el mediterráneo, y los dacios poseían una metalurgia envidiable, aspectos que revelan conocimientos profundos en materias diversas. Y las invenciones de los griegos pudieron haber permitido desarrollos tecnológicos (como la máquina de vapor) que enlazaran directamente con la Europa de los siglos XVII y XVIII.<br />
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Según los autores, Roma vino a cercenarlo todo. Se apoderó de aquello que le interesaba en el legado de las diferentes sociedades a las que dominaba o combatía, pero siempre al servicio de sus prioridades básicas: el mantenimiento de un estado altamente jerarquizado, que giraba en torno a la extracción de minerales y el saqueo económico de las provincias para reforzar un aparato militar y cortesano que prácticamente consumía todos los recursos fiscales del imperio. El resto fue borrado de la vida cotidiana y de la memoria. Los últimos rescoldos -aún bastante vivos- de culturas como la celta se perdieron con la difusión del cristianismo y las transformaciones en la organización social y política que se dieron al final del Imperio. <br />
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Ciertamente, en el espíritu del libro hay una pequeña e importante trampa. Más que estimular la valoración justa y crítica de aquello que es diferente a nuestro entorno partiendo de un ejemplo histórico negativo -la vieja Roma-, demoniza ésta y niega su papel de difusora de la civilización, contraponiéndola a todas las demás, mensaje que, a buen seguro, no habrá dejado de agradar al público anglosajón y del norte de Europa, principal destinatario de la serie documental. Un aplauso fácil que seguramente hubiera costado más conseguir con una visión equilibrada de los diferentes pueblos estudiados; esto nos habría permitido ver cómo la ceguera frente a las virtudes ajenas, y la sobrevaloración de las propias, es una constante histórica de la que los romanos tampoco tenían el monopolio.Y también nos dejaria conocer aquellos aspectos positivos, que los hubo, en la concepción romana del estado, que luego se perdieron.<br />
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En definitiva, un buen ejemplo de que, con un espíritu abierto a la reflexión, hasta un ensayo histórico de tono ligero y provocativo puede enseñarnos muchas cosas, y que del imperialismo debemos siempre valorar, no sólo en negativo sus costes humanos, o en positivo los resultados que produjo, sino todo aquello que impidió crecer. Una visión que debería considerar Nill Ferguson, instalado en una arrogante imagen de un único mundo posible.</div>
Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-44024863108298706532012-08-26T12:23:00.001+02:002012-08-27T01:40:05.801+02:00Navarra, ¿500 años de anexión o permanencia?<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj76i6Iin9BpfHlOeMIBUF152RIOZdjpHbO8khq2rF49iv7ozmWwTrFSnRxJZTb_sqotPtRIKKmQrRMXV1CcHfv8UDbiqmHMNaQf7WGX9XUaRbh0273iCR9a8iqffAZnhtF5s5peMIwLmA/s1600/Navarra_(sin_esmeralda)_svg.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj76i6Iin9BpfHlOeMIBUF152RIOZdjpHbO8khq2rF49iv7ozmWwTrFSnRxJZTb_sqotPtRIKKmQrRMXV1CcHfv8UDbiqmHMNaQf7WGX9XUaRbh0273iCR9a8iqffAZnhtF5s5peMIwLmA/s320/Navarra_(sin_esmeralda)_svg.png" width="266" /></a>Se cumple en estos días el quinto centenario de la forzada incorporación de Navarra a la Corona de Castilla. El aniversario ha dado pie a la aparición de diversas publicaciones y páginas web que defienden una relectura de los hechos en función de criterios 'nacionales', afirmando que somos víctimas de la imagen que quisieron transmitirnos los vencedores de estos sucesos y que en 1512 se produjo un vergonzoso acto de expolio que supuso 'el fin de un sueño', donde los vascos de diferentes territorios fueron manipulados en defensa de los intereses de las potencias vecinas.<br />
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Siempre resulta peligroso imponer al pasado criterios y conceptos actuales buscando reevaluar lo sucedido. La historia, como disciplina, solo puede avanzar si nos esforzamos en hacer inteligible nuestro presente a través de lo que podemos saber del pasado, y no a la inversa. Intentando averiguar algo más sobre el tema, me ha interesado mucho el artículo <i>Derrumbe de la monarquía y supervivencia del reino: Navarra en torno a 1512</i>, de Luis Javier Fortún Pérez de Ciriza, archivero del Parlamento de Navarra, con el que contribuye a la obra colectiva coordinada por Alfredo Floristán: <i>1512: conquista e incorporación de Navarra </i>(Barcelona: Ariel, 2012; pp. 201-298). Como da a entender el título, lo que sucedio hace cinco siglos no fue tanto la desaparición de un estado como la del poder soberano que encarnaba su monarquía, y las claves de lo sucedido no estarían sólo en la aptitud y derechos - muy dudosos- de los conquistadores, sino en la situación interna de Navarra y en la inteligencia política de Fernando y sus sucesores para preservar lo fundamental del estado navarro, tal como se entendia esta noción en el siglo XVI.
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<a name='more'></a><br /></div>
Los hechos son bien conocidos desde hace mucho tiempo. Tras los múltiples avatares sufridos por el pequeño reino navarro durante el siglo XV, Juan III de Albret, y Catalina de Foix, sus monarcas, establecieron una estrecha alianza con el rey de Francia. Aprovechando el enfrentamiento de éste con el Papa -que podía legitimar su acción-, Fernando el Católico, rey de Aragón y regente de Castilla, envió un ejército al mando del duque de Alba que, con el apoyo de una parte de la nobleza navarra, consiguió la rápida sumisión de las principales ciudades. Juan III no sólo no fue capaz de organizar un ejército capaz de enfrentarse a esta amenaza, sino que rápidamente firmó un acuerdo de armisticio y en sólo una semana abandonó el reino para refugiarse en sus otras posesiones familiares del sur de Francia. Posteriores intentos de reconquista del territorio perdido constituyeron sucesivos fracasos. Fernando, mediante una hábil política de fuerza, perdón y alianzas, logró la rápida sumisión de las élites navarras y decidió integrar el reino, no en la Corona de Aragón -sus estados patrimoniales- sino en la de Castilla, de donde habían salido los recursos para la Conquista.<br />
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En su análisis de lo sucedido y de las consecuencias que tuvo, parte el autor de una idea que nos sitúa en una relación correcta de las preocupaciones del pasado y su identificación con las del presente. Para Luis Javier Fortún, <i>"el funcionamiento de las estructuras de gobierno y la existencia misma de un poder soberano requieren un soporte económico, propiciado por un sistema fiscal que proporcione rentas y recursos económicos. La supervivencia de una forma concreta de Estado está ligada, con frecuencia, a la eficacia y ecuanimidad de su propio sistema fiscal. Un estado subsiste o se desarrolla en la medida en que es capaz de allegar recursos y de repartir adecuadamnte la carga fiscal entre la población. Son muchos los estados que, al no lograrlo, han sucumbido."</i><br />
<i><br /></i>Y es por aquí por donde, a su entender, se inicia el colapso del reino navarro. Un colapso que constituye la auténtica explicación de lo sucedido. A principios del siglo XVI el estado se encontraba en una situación de auténtica quiebra fiscal. Por lo que hacía a los ingresos ordinarios, durante el siglo XV se había perdido un tercio de los cobros en dinero y casi la mitad de lo que se percibía en cereales, por culpa de la guerra civil en tiempos de Juan II y el príncipe Carlos de Viana, pero también por culpa de las liberalidades de los monarcas. Esto se trató de compensar mediante el incremento de los ingresos extraordinarios (servicios autorizados por las cortes en forma de cuarteles y alcabalas), aduanas, cobros especiales a los judíos, etc. Esto proporcionaba unas cantidades en teoría crecidas, pero que iban a pagar los gastos ordinarios a los que ya no se podía hacer frente, y que poco a poco se vieron también disminuidas por la errática política fiscal de los monarcas y la ambición de las élites del reino.Juan y Catalina pretendieron enderezar la situación recuperando las donaciones de sus antecesores, pero terminaron por enajenar aún más patrimonio. Pretendieron favorecer casi exclusivamente a sus partidarios (los agramonteses) y hacerse con los bienes cedidos al otro gran bando nobiliario (los beamonteses). El principal resultado fue, como se podía esperar, la reanudación de la guerra civil.<br />
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Los cuarteles eran una imposición trimestral que gravaba los bienes inmuebles, mientras que las alcabalas gravaban las transacciones comerciales. Aunque resultan unas opciones fiscales lógicas, no lo eran tanto cuando el peso de ambas recaía fundamentalmente sobre los sectores más populares, dado el gran número de exenciones de nobles y villas. En una espiral que nos suena bastante actual, cuanto más se reducían los ingresos por el erróneo planteamiento impositivo, más aumentaban las cantidades que se exigían a los ya exhaustos pueblos que soportaban las contribuciones, hasta provocar un auténtico hundimiento de los ingresos, que en algunas merindades alcanza el 80 y el 90%.<br />
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Y una gran parte del desaguisado es atribuible a la avaricia de las clases dirigentes: <i>"fue provocado por la plaga de exenciones y donaciones. Una vez saqueadas las rentas ordinarias, la nobleza pretendió apropiarse de las rentas extraordinarias, trasladando a este terreno los mecanismos de apropiación derivados de las banderías del reino y de la persistencia de la guerra civil... también</i> <i>ciudades, villas y valles intentaron por todos los medios ver reducidas o anuladas las cantidades"</i><br />
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Uno de los aspectos más cínicos de este comportamiento es que las exenciones de la nobleza estaban basadas fundamentalmente en que mantenía caballos y armas para servir al rey como combatientes, y para recompersar los servicios prestados a los monarcas.<i> </i>En cambio, ahora que era necesario levantar un ejército lo más grande posible para sostener la soberanía de Navarra, los nobles reclamaban un cobro por sus servicios (como venían haciendo en casi toda Europa desde el siglo XIII), hasta el punto de devorar completamente los créditos solicitados para ello. Para la infantería, en cambio, no se previó ninguna partida, y su sostenimiento corría a cargo de los propios pueblos donde era reclutada, como imposición aún más extraordinaria. Los miembros de la Casa y del Consejo Real también estaban exentos, así como todas las cabezas de linaje y todos los señores territoriales. La ampliación de estas exenciones persistió hasta el último año de la monarquía.<br />
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Juan III y Catalina tampoco fueron modelos en la contención de los gastos, y Luis Javier Fortún destaca el desmesurado empleo de recursos en oropel cortesano, particularmente en el vestido, hasta consumir un tercio de las rentas disponibles. En un contexto semejante el recurso al crédito se hacía imprescindible, hasta alcanzar cantidades de imposible retorno, lo que ahogaba aún más las posibilidades de recuperación económica: <i>"los reyes llegaron a ser rehenes de sus préstamos". </i>Cuando la amenaza castellana se haga inminente, los acreedores -situados en el centro de la administración- tendrán cuidado en ser los primeros en absorber los últimos fondos públicos del reino, posponiendo incluso las urgentes necesidades militares.<br />
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Tan grave como los problemas fiscales era la profunda división entre agramonteses y beamonteses. Los primeros, que habían estado al lado del rey Juan II contra sus hijos, se vieron ahora también favorecidos por los reyes Albret. Los beamonteses respondieron aproximándose a Castilla y colaborando activamente en la invasión de 1512. Pero incluso los agramonteses terminaron por aceptarla, ya que se sintieron traicionados por la rápida retirada de Juan y Catalina, que los dejaba a merced del vencedor y rompía el pacto feudal que les unía. Por eso, y aunque luego se produjeran sucesivas rebeliones, los principales agramonteses pactaron con el Rey Católico ya en los inicios de la ocupación.<br />
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La misma política seguida por los reyes navarros contribuyó decisivamente al hundimiento de su monarquía. Uno de los aspectos que no señala el autor es que Navarra había conseguido sobrevivir hasta el siglo XVI al hallarse rodeada por tres poderosos vecinos. Aunque con dificultades, su diplomacia siempre había podido apoyarse en alguno de ellos cada vez que uno de los tres ponía en peligro la independencia del reino. La situación cambió dramáticamente cuando Castilla y la Corona de Aragón confluyeron en sus intereses por el matrimonio de Fernando e Isabel. Era evidente, que ahora Navarra quedaba atrapada entre dos únicas opciones: Francia o la nueva monarquía española. Para la primera podía ser un tema interesante; para la segunda era vital. A través de sus pasos pirenaicos, las tropas francesas podían alcanzar el Ebro, descender hasta el Mediterráneo o subir por los ríos riojanos hasta las tierras altas de la Meseta. En esta tesitura, lo más inteligente era una neutralidad que atendiera primordialmente los intereses hispanos. Por el contrario, Juan y Catalina prefirieron firmar en Blois una alianza con el rey de Francia, atentos a los intereses de sus estados patrimoniales en el norte (los dominios de los Albret) y posponiendo los de reino. La consecuencia lógica fue que Fernando aprovechó la primera oportunidad para taponar la brecha que llevaba al corazón de sus dominios.<br />
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No estoy tan de acuerdo con Fortún cuando ensalza la 'modernización' de Castilla como estado autoritario, sometido a sus monarcas. Esto le habría permitido triunfar sobre una Navarra que no había sabido realizar este proceso a tiempo, lo que implica que esta era una via necesaria hacia la supervivencia y el progreso. Critica, por ejemplo, <i>"el creciente poder de las Cortes, que asumían la representación de los estamentos del reino frente al rey"</i>. La fuerza de Castilla derivaba de este autoritarismo real tanto como de la misma extensión y riqueza del reino. Si los navarros hubieran estado decididos a sostener a cualquier precio su soberanía, la participación de los estamentos en el gobierno no hubiera sido sino un obstáculo, sino un acicate para la resistencia. Una población representada por sus élites y unida en torno al poder real hubiera supuesto una enorme dificultad para los nuevos gobernantes, y habría podido repetir situaciones como la de Escocia en el siglo XIII. Fue, más bien, esa falta de unanimidad y de voluntad de mantener el <i>statu quo</i> lo que convirtió al sistema representativo del reino en algo obsoleto.<br />
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La conquista ya había sido preparada de muchas maneras en el terreno sociológico y político. La nobleza navarra poseía numerosas relaciones e intereses en Castilla desde hacía tiempo, y la monarquía castellana les había proporcionado cargos y prebendas, del mismo modo que la monarquía francesa se había volcado en favorecer a la nobleza vasca de Ultrapuertos, preludiando la futura división del reino.<br />
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Junto a las causas de tan rápida ocupación y dominio, resulta interesante el análisis de la política de Fernando y Carlos I para el gobierno de Navarra. No basta explicar el uso de la fuerza, porque no debemos olvidar que los Albret contaban con el apoyo (condicional, eso si) de una gran potencia como Francia. Desde las primeras negociaciones con el duque de Alba, comenzando por la rendición de Pamplona, se da a entender que el nuevo poder está dispuesto a respetar no sólo la existencia del reino de Navarra, sino la organización territorial de su poder, sus estructuras centrales e incluso el reparto de cargos locales, así como los más importantes privilegios. Esta línea nunca fue desmentida, ni siquiera cuando se tomó la decisión de incorporar Navarra a la Corona de Castilla, una monarquía mucho más centralizada que la aragonesa, donde la situación particular del nuevo reino tenía difícil encaje.<br />
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También tuvo su importancia la introducción de cierto orden en la deteriorada fiscalidad del reino. Se limitaron las exenciones, aunque se mantuvo la redistribución de dinero público entre las élites, como ha ocurrido siempre. Al quedar liberados los cuantiosos fondos de la anterior Corte real, se pudieron destinar a comprar más voluntades, y Castilla aportó cantidades muy significativas para la defensa de las nuevas fronteras, lo que incrementó la circulación monetaria, las oportunidades de trabajo y los intercambios con los territorios vecinos, al tiempo que el reino mantenía su propio sistema de impuestos y aduanas.<br />
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En defintiva, la fuerza militar jugó un papel indiscutible en el proceso de anexión, pero no fue el único factor, y tal vez no fue el más decisivo. La integración de Navarra en Castilla como entidad política diferenciada se hizo de una manera convulsa pero con muchas menos dificultades de las previsibles. Navarra no conservó todos los atributos de un estado independiente, pero si los que resultaban importantes para su propio desarrollo interno. La prueba es que, tras las débiles intentonas de los Albret en el siglo XVI, nadie pondrá en tela de juicio el nuevo estatus desde el interior del Viejo Reino. En cambio, el país mantendrá una sociología y hasta una trayectoria política distinta a la de Castilla, como también lo hicieron las otras provincias forales. Una distinción que rompe con la actual tendencia a observar el papel histórico de las naciones a través exclusivamente del prisma de la independencia y la soberanía.</div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-72056009270555769302012-08-12T00:45:00.000+02:002012-11-11T12:33:48.119+01:00La II Guerra Mundial no 'estalló' en 1939<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgNFQPdqitxC_ZFctLhyFoytQ8bWfPNNwmQyUMN43h3y7NnA8pzbRdF1TRf5pYi5DHG8a0y-pg-ZN8vFv1DnM6owIBe3tBfO8YhUpgQ9r7ruiMWdcHJ2k_kWspehKj6cHAehIA55QsGz6U/s1600/1939h.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgNFQPdqitxC_ZFctLhyFoytQ8bWfPNNwmQyUMN43h3y7NnA8pzbRdF1TRf5pYi5DHG8a0y-pg-ZN8vFv1DnM6owIBe3tBfO8YhUpgQ9r7ruiMWdcHJ2k_kWspehKj6cHAehIA55QsGz6U/s1600/1939h.jpg" /></a></div>
El tiempo es la materia prima del historiador, una verdad que olvidamos a menudo. Obsesionados por definir las líneas convergentes que explican las causas de un acontecimiento o realidad determinados, y las divergentes que dejan ver sus consecuencias, sacrificamos con demasiada ligereza la sincronía que permite captar la realidad tal como es percibida por los protagonistas del momento, en aras de una diacronía que nos ayuda a comprender el pasado, pero también deforma la imagen que proporcionaba cuando todavía era presente.<br />
<br />
Semejante divagación viene a cuento de una estupenda aportación del profesor Francisco Veiga, de la Universidad Autónoma de Barcelona que facilita comprender lo que significó para los contemporáneos la evolución de la geopolítica mundial a lo largo del año 1939, el encadenamiento de realidades que tradicionalmente se ha venido considerando antesala y detonante del 'estallido' de la Segunda Guerra Mundial. Se trata del capítulo titulado <i>Las guerras de 1939, </i> integrado dentro del volumen colectivo <i>Europa, 1939. El año de las
catástrofes, </i>editado por Francesc Vilanova y Pere
Ysàs y publicado por la Universidad de Valencia en 2010.<br />
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Como señala el propio autor, su interpretación de lo sucedido parte de las ideas vertidas por A.J.P.
Taylor en <i>The Origins of the Second World War </i><span style="font-style: normal;">(1961), una obra que tan sólo suscitó debate en los medios académicos ingleses, pero que renovaba la historiografía existente sobre la situación que fue conduciendo uno tras otro a los grandes estados hasta una conflagración mundial.</span></div>
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Podemos resumir esta visión en dos ideas fundamentales: 1) la Segunda Guerra Mundial no se inicia el 1 de septiembre de 1939, sino que es el resultado de una concatenación de conflictos que se extienden desde 1936-1937 -con la guerra civil española y la chino-japonesa- hasta 1941 -con la ruptura del pacto entre Hitler y Stalin y la invasión de la URSS-. 2) el mismo año 1939 la situación internacional conoció giros desconcertantes que modificaron sustancialmente la situación establecida a finales de 1938, la cual no estaba necesariamente abocada a un conflicto bélico inmediato. En ningún caso se trató de una escalada progresiva donde finalmente las democracias occidentales decidieron hacer frente al peligro fascista, sino de una vuelta a la vieja diplomacia de estados menores y grandes potencias, donde las consideraciones ideológicas fueron dejadas de lado y en la que se cometieron graves errores de apreciación que terminaron por provocar un fatal desenlace, mucho peor de lo que habían previsto los diferentes protagonistas.<br />
<br />
Para explicar su propuesta, Francisco Veiga divide el año 1939 en tres partes diferenciadas: de enero a marzo, de abril a agosto, y de septiembre a diciembre. Cuando comienza el año, no estamos asistiendo a un incremento de la desconfianza entre potencias, sino más bien a un periodo de distensión. Durante el segundo tercio del mismo, las maniobras de Hitler fuerzan un nuevo posicionamiento, que tiene su máxima expresión en el pacto Ribbentrop-Molotov y en la errónea alianza entre la Gran Bretaña y Polonia. El último tercio está dominado por el inicio de la guerra en Europa, sin que por ello dejen de existir importantes movimientos diplomáticos. Aunque todo esto parezca conocido, resultan de gran interés las claves a través de las que se explicaría la situación en cada uno de estos periodos, que no podemos ofrecer aquí ni siquiera en un resumen, pero que intentaremos condensar en algunos elementos esenciales.<br />
<br />
El inicio de 1939 parecía avalar las perspectivas de paz surgidas en Munich. No era el premier Chamberlain el único que así lo creía. Había terminado la guerra española, Alemania manifestó la renuncia a sus reivindicaciones coloniales, y las cláusulas más discutibles del tratado de Versalles se habían esfumado sin necesidad de una nueva guerra. A muchos les parecía justo que terminara la 'farsa' de las autodeterminaciones establecidas en 1919, en beneficio de la reintegración de las minorías fronterizas a las grandes potencias que podían protegerlas, como era el caso de los Sudetes, o para la consolidación de unidades estatales más grandes que favorecieran la estabilidad. Parecía también lógico, dentro de la <i>'realpolitik'</i> del momento, sacrificar a Checoslovaquia si de esta manera se podía evitar un choque entre Alemania y Francia; resultaba, en términos generales, tolerable la perspectiva de una expansión alemana hacia el este de Europa, salvando así la paz en el Oeste. Además, no era Alemania la única en expresar aspiraciones nacionales de carácter expansionista. Lo mismo sucedía con Polonia, Hungría y otros pueblos. Los británicos y franceses no estaban ahora dispuestos a reafirmar un principio democrático como la libertad de los pueblos, que resultaba tan difícil e injusto de aplicar y que también amenazaba sus imperios coloniales. Del mismo modo, en el Mediterráneo parecía sensato reconocer (y traducir territorialmente) el nuevo peso de Italia. Podía incluso imaginarse una cooperación entre Alemania y Polonia, ya que ambas tenían su mirada puesta en Ucrania, y se trataba en los dos casos de regímenes autoritarios, militaristas, ultranacionalistas y fuertemente antisemitas.<br />
<br />
Pero estos vaticinios no se cumplieron y la situación se fue degradando ante las renovadas presiones de Alemania sobre Polonia. Para el autor, no resultó tan importante la ocupación definitiva de Bohemia y Moravia, pues la desintegración de Checoslovaquia se daba por descontada, y la URSS estaba en ese momento ocupada por sus enfrentamientos con Japón en el Extremo Oriente. El gran golpe lo dieron los nazis cuando, en plena crisis de Nomonhan, propusieron a los soviéticos una mediación ante los japoneses y luego un acuerdo comercial y una garantía conjunta sobre los países bálticos. El gran acierto de Hitler y Ribbentrop fue tratar a Stalin como el líder de una gran potencia, cuando hasta entonces los políticos occidentales nunca habían accedido a negociar con él de una manera directa (recuérdese que incluso habían rechazado su generosa oferta de ayuda militar para frenar las aspiraciones germanas en 1938).<br />
<br />
El objetivo de Hitler en todo este embrollo se supone que era arreglar cuentas con Polonia y forzar un nuevo Munich, ya que estaba convencido de que Francia e Inglaterra nunca se atreverían a ir a la guerra sin la URSS para cubrir sus espaldas. Constituyó para él una inesperada novedad que los británicos perdieran la frialdad y decidieran unir su suerte a la de los polacos. De ahí la leyenda revisionista de que Hitler no quería la guerra en septiembre de 1939 y se sorprendió mucho del resultado de sus amenazas. En realidad, la guerra con Polonia estaba decidida de antemano; lo que motivó su pasmo fue la intervención de las potencias occidentales. Este aspecto crucial -asegurar que no contarían con apoyo en el este- también explica por qué renunció previamente a sacar todo el partido a la derrota polaca y prefirió repartir las ganancias con Stalin. <br />
<br />
Como bien sabemos, durante la última semana de agosto, los ingleses intentaron convencer a los polacos de que dialogaran con Hitler. Era muy probable que se pudiera llegar a una solución en el tema de Danzig, ya que Polonia había tenido tiempo de desarrollar el puerto de Gdynia. Pero Gran Bretaña había dado un cheque en blanco a los polacos al firmar una alianza cerrada, y ahora se sentían finalmente fuertes y decididos a plantar cara a Hitler. Quizá ésta es la parte -la actitud polaca- que debería merecer más atención en el desarrollo del capítulo. Las razones expuestas por F. Veiga, para explicar por qué el gobierno polaco se negó a conceder a su embajador en Berlín plenos poderes, no contemplan ni la brutalidad, sobre todo en la forma, de las exigencias nazis, ni la necesidad de la dictadura militar polaca de justificarse ante una opinión pública ultranacionalista. Del mismo modo que Stalin, ellos también exigían ser tratados como un estado que merecía respeto internacional. <br />
<br />
Tampoco puedo estar de acuerdo en la valoración que se hace de la actitud del partido comunista británico -que se negó a aceptar la nueva posición del Komintern respecto a Alemania- alegando la reciente la participación de 32.000 voluntarios en la s Brigadas Internacionales. Mayor número habían aportado los comunistas franceses, y éstos siguieron en formación cerrada las instrucciones de Stalin. Más bien es el resultado de una peculiar historia de desencuentros entre los militantes de la Gran Bretaña y el Komintern; existían desde hacía mucho tiempo fuertes discrepancias en el fondo y en la forma.<br />
<br />
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Entre septiembre y diciembre, la situación no dejó de conocer altibajos. Stalin dudó mucho antes de participar en la invasión de Polonia, porque creía que Gran Bretaña y Francia podían declararle la guerra como habían hecho con Alemania, pero Inglaterra tan sólo había firmado intervenir con Polonia frente a una posible agresión germana. En la opinión occidental, la invasión de Finlandia encontró más eco y simpatía que la misma invasión de Polonia. Cuando finalmente se produjo el reparto de este estado, la diplomacia británica aconsejó aceptar la nueva situación, ya que estaban seguros de que Stalin eliminaría toda la oposición existente en su zona, y que la ocupación se tornaría políticamente irreversible. Veiga concluye que tanto Francia como Inglaterra, jugaron descaradamente a alejarse de consideraciones ideológicas, que quizá hubieran sido más útiles: <i>"De hecho, en septiembre de 1939 Gran
Bretaña y Francia acuden a defender a una potencia autocrática
(Polonia) contra el ataque de otra (Alemania), no a una democracia
como había sido el caso de Checoslovaquia". </i>Se jugaron demasiado en aras de un pragmatismo mal entendido que les proporcionó un aliado más débil que los checos y que no evitó la catástrofe.</div>
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La alianza con los soviéticos permitió a los alemanes sobrevivir a una guerra europea y mediterránea para la que no estaban entonces preparados. "<i>La producción alemana de armas entre 1936 y 1939 había sido sobrevalorada antes y después de la contienda</i> (...)<i> Si el programa de rearme no fue
impulsado con más energía, se debió al acusado temor a recaer en
la inflación, fenómeno que había dejado un duro recuerdo en la
sociedad alemana; y por las disfunciones del propio aparato
productivo, a pesar del mito de la 'perfecta máquina alemana' </i>" El énfasis en la <i>blitzkrieg</i> hizo que los germanos sólo se hallaran preparados para un conflicto breve y localizado. Después de la derrota de Polonia, que había costado muchas más bajas de las previstas, aún se esperaba que la política de apaciguamiento saliera adelante.</div>
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En el Mediterráneo, Mussolini podía contar con la abierta admiración de Salazar, Franco, Metaxas y Kemal Ataturk. La diferencia es que todos ellos resultaron evaluadores más realistas de su propia situación que el dictador italiano. Todos eran conscientes de la falta de entusiasmo bélico entre su gente, cosa que también sucedía en Italia. Aunque Mussolini lo sabía, sacrificó considerarlo para ganar en un juego donde tenía más que perder.</div>
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Hitler fue mucho más allá de lo que dictaba la prudencia, al preparar ya en octubre la campaña del oeste, mientras no estaban del todo cerradas las puertas de una posible negociación. Una de las razones es que el bloqueo económico aliado estaba resultando altamente efectivo. Para el autor, era el líder con más capacidad de adaptación a las cambiantes circunstancias, pero también deberíamos recordarle que siempre en prosecución de unos objetivos que eran inmutables y que finalmente le arrastrarían al abismo. </div>
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Veiga concluye que <i>"en 1939 la guerra no convino a nadie (...). Sorprende comprobar la temeridad
de algunos actores menores, como Finlandia, Eslovaquia y, más
especialmente, Polonia (...). Parece evidente que aún habiéndose
decidido por la capitulación ante las exigencias alemanas con
respecto a Danzig, la guerra europea hubiera tenido lugar igualmente,
más tarde o más temprano. Pero cabe la posibilidad de pensar que el
pacto Ribbentrop-Molotov no hubiera acaecido. Alemania hubiera debido
luchar en dos frentes a la vez, y quizá la nueva contienda mundial
no se hubiera prolongado durante seis años. (...). Los británicos
cometieron el error de apostar por los polacos en detrimento de una
alianza sincera con la URSS”. </i>Por muy de circunstancias que ésta fuera.</div>
<i><br /></i>
</div>
Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-34879839177630284312012-08-04T23:41:00.000+02:002013-01-09T08:31:51.869+01:00Vikingos en Groenlandia. Factores culturales y cambio climático.<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKN8E2XfzZxuW3P3lspEES3O84RGeh1t09odJJDHBRmTUvQ7kT69q8wmKbU7Ko6_p8nUa8jo23dWOoqOVKx-isenjOKsjTyeCmIHlTuKlmcXmwXbtPkROcNB0cXGYWmQ25exPZRdoFSuo/s1600/Vikingos+en+Groenlandia.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKN8E2XfzZxuW3P3lspEES3O84RGeh1t09odJJDHBRmTUvQ7kT69q8wmKbU7Ko6_p8nUa8jo23dWOoqOVKx-isenjOKsjTyeCmIHlTuKlmcXmwXbtPkROcNB0cXGYWmQ25exPZRdoFSuo/s1600/Vikingos+en+Groenlandia.jpg" /></a></div>
Una de las noticias más difundidas de este verano ha sido la repentina y completa desaparición de los hielos superficiales en Groenlandia. El fenómeno no resulta desconocido, pero constituye un síntoma inquietante que viene a confirmar las previsiones de quienes hablan de un cambio climático global en el futuro más próximo.<br />
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Todavía se están evaluando las causas y consecuencias de lo ocurrido, pero a mi me ha recordado vivamente lo que explicaba Jared Diamond en su libro <i>Colapso. Por qué unas civilizaciones perduran y otras desaparecen </i><span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: Georgia, Utopia, 'Palatino Linotype', Palatino, serif; font-size: 15px; line-height: 21px;">. (Barcelona: Debate, 2006; libro </span>ya mencionado en la entrada del 18 de marzo de 2011), cuando se refería a la odisea colonizadora de los vikingos en el Atlántico Norte, tanto por lo que hace al espacio geográfico, como al reto que representó para ellos enfrentarse a las oscilaciones climáticas de los siglos X al XV, un reto que fueron finalmente incapaces de superar, no tanto por razones biológicas, sino económicas y culturales.<br />
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La expansión de los vikingos por la Europa septentrional ha sido recogida a menudo con acentos novelescos, vinculados a la épica de las sagas, a su crueldad, a su afición al saqueo y al nomadismo que les llevó a dejar su huella desde Lindisfarne hasta las colinas de Sicilia o la corte de Bizancio. Sin embargo, los vikingos también se condujeron como comerciantes y como colonizadores. En este sentido, adelantaron algunos de los rasgos más característicos de los occidentales en su relación con el resto del mundo.<br />
Así como los suecos dirigieron primordialmente su atención al espacio báltico y las estepas orientales, y los daneses encabezaron las expediciones hacia Europa occidental, los vikingos de la actual Noruega fueron protagonistas en la ocupación de las islas atlánticas (Sethland, Orcadas, Islandia...) hasta alcanzar Groenlandia y la costa de norteamérica (Vinland).<br />
<br />
Una de las primeras observaciones de Diamond sobre estas colonizaciones es que, como ha ocurrido en otros casos de sociedades preindustriales, el impacto humano que provocaron sobre el medio fue muy superior a lo que ahora imaginaríamos, cosa que solemos ignorar convencidos de que es nuestra moderna capacidad técnica lo que está provocando alteraciones en el medio ambiente. Es la intromisión humana en sí misma -y una conducta poco atenta a los equilibrios existentes- lo que viene a explicar el grado de incidencia. La peor catástrofe ecológica de Islandia se dio en los primeros siglos de presencia vikinga, por la deforestación de los bosques del interior y la sobreexplotación de los pastizales, que dejaron al descubierto una capa de suelo volcánico delgada y pobre, incapaz de resistir las persistentes borrascas del Atlántico. El resultado fue la aparición de un desierto de piedra que ya nunca se ha regenerado y constituye un enorme espacio inhabitable para los mamíferos superiores. Con todo, la población y la cultura de los vikingos islandeses consiguió sobrevivir precariamente en esta gran isla. Por el contrario, aquellos que se instalaron en Groenlandia constituyen una preciosa lección histórica para cualquiera que se plantee las claves del éxito ecológico de las formaciones sociales.<br />
<br />
Los vikingos crearon dos colonias en la costa groenlandesa, separadas por centenares de kilómetros y que pudieron albergar en sus momentos de esplendor hasta 5.000 personas. Se benficiaron durante más de tres siglos de una condiciones climáticas particularmente benignas, que favorecían los viajes marítimos y permitían desarrollar formas simples de agricultura y ganadería. El comercio a larga distancia se basaba, sin embargo, en una materia prima prestigiosa pero no esencial, el marfil de morsa y narval, muy demandado en los talleres artesanales para la confección de objetos y encuadernaciones de lujo, destinados a la Iglesia y las cortes feudales.<br />
<br />
Esto ya revela la importancia de los factores culturales en la odisea de los europeos en las heladas tierras del Norte. Y no fue el único elemento. Aunque para los escasos pastizales de Groenlandia resultaba mucho más adecuada la cría de ovejas, cabras y cerdos que la de vacas, todo el esfuerzo se centró sobre estos últimos animales ya que, en las tierras de procedencia de los vikingos, la posesión de ganado vacuno proporcionaba mucho más prestigio social que el de las otras especies. Esto se mantuvo a pesar de que el riguroso invierno groenlandés obligaba a tener los animales encerrados y envueltos en sus propios excrementos -que daban calor- durante más de seis meses. El resultado fue una pérdida de talla y peso que terminó dando una cabaña de vacas 'enanas', mucho más pequeñas que sus antecesores. Lo mismo sucedió con los humanos. Las mediciones hechas a los cadáveres encontrados reflejan una disminución en la altura media de hasta 20 cm.<br />
<br />
El largo viaje a Vinland, en las actuales costas del Canadá, se explica también por la imperiosa búsqueda de madera barata que pudiera sustituir las costosas importaciones europeas, ya que Groenlandia no la proporcionaba, lo que impedía desarrollar una marina propia. Terranova constituía una buena fuente para conseguirla, pero era una tierra demasiado lejana, y el volumen de colonizadores que Groenlandia podía desplazar era demasiado pequeño como para imponerse a unos nativos belicosos. Los vikingos no hicieron nada por ganarse la buena voluntad de los indígenas americanos, con quienes desde el principio tuvieron una relación exclusivamente hostil, hasta el punto de hacer fracasar sus expediciones.<br />
<br />
El problema fundamental es que Europa comenzó a perder su interés por el marfil de morsa a partir del siglo XIV, hundiendo a la colonia groenlandesa en una grave crisis económica, ya que ningún otro de sus productos podía sufragar fácilmente las elevadas necesidades de productos externos, imprescindibles para la vida tal como era entendida en la cultura cristiana. Resulta sorprendente que hayamos encontrado testimonios arqueológicos de la extrema escasez de objetos de hierro que padecía la sociedad groenlandesa y, en cambio, esta dedicara sus últimos y escasos recursos, como aparece reflejado en la documentación comercial, para la adquisición de pesadas campanas metálicas destinadas a las iglesias, o que fuera capaz de sostener un obispado, añadiendo un peso considerable de personas improductivas a una colonia que se hallaba al límite de la subsistencia.<br />
<br />
Un ejemplo todavía más explícito de las actitudes europeas hacia <i>'los otros'</i> y hacia el medio ambiente podemos encontrarlo en la respuesta los vikingos cuando el clima de las latitudes septentrionales comenzó a hacerse más riguroso a partir de 1350. Con una agricultura y una ganadería cada vez más en precario, resultaba evidente que debían plantearse un giro en sus actitudes si deseaban sobrevivir en las nuevas condiciones. Que esto resultaba posible lo demuestra que, justo en las mismas fechas, las tribus 'inuit' de la denominada cultura <i>Thule</i> decidieran instalarse allí progresivamente, partiendo del norte de América y descendiendo hasta el extremo sur. Sus estrategias para la caza, sus herramientas, vestidos y habitaciones podían haber proporcionado a los vikingos un ejemplo fácil de imitar para garantizar la supervivencia física de la colonia, sin dependencias externas que les condicionaran.<br />
<br />
Pero esto suponía establecer relaciones amistosas y aprender de unos grupos humanos a quienes los vikingos consideraban literalmente como <i>'apestosos'</i> y a quienes nunca desearon sino expulsar de su territorio. En vez de copiar los cálidos abrigos de piel de los cazadores esquimales, ellos siguieron prefiriendo los abrigos de amplias mangas que estaban de moda en Francia durante la Baja Edad Media.<br />
El resultado es bien conocido. En 1408 se produjo el último viaje conocido de comerciantes noruegos hasta Groenlandia, y el último matrimonio registrado. Tras ellos, el silencio. Los restos de sus casas y los bienes materiales desenterrados por los arqueólogos son el único testimonio de una comunidad que terminó por sucumbir a la enfermedad y el hambre y se perdió en las nieblas del Atlántico. La convicción de su propia superioridad y los prejuicios tuvieron mucho más que ver en el destino de los vikingos que los cambios en su medio. Podían haber vencido a los elementos, pero no supieron transformarse a si mismos.</div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-42020828723457247902012-07-30T01:17:00.000+02:002012-07-30T01:17:41.351+02:00Complicaciones de la caridad en Filipinas<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgWHgZUt6sLxH_UXPvbsVD3yBgdItJNEpgsiuEPVUfXZq_LVFVHmGUVlYPjSxFAqxTcZCEuCIBI86fEXq7stYsb8U6q4qHcjajtkqT_2ns8JdgZmS9bSRBvLJ7SNQrNSiKI2_66DCnIY-A/s1600/plaza_manila.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="246" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgWHgZUt6sLxH_UXPvbsVD3yBgdItJNEpgsiuEPVUfXZq_LVFVHmGUVlYPjSxFAqxTcZCEuCIBI86fEXq7stYsb8U6q4qHcjajtkqT_2ns8JdgZmS9bSRBvLJ7SNQrNSiKI2_66DCnIY-A/s320/plaza_manila.jpg" width="320" /></a></div>
A menudo, el estudio de pequeños acontecimientos revela la naturaleza de contextos sociales muy complejos, sea cual sea el periodo de la historia que elijamos. En este caso, un artículo de Marta Manchado López, profesora de la Universidad de Córdoba, sobre una fundación destinada a evangelizar niños huérfanos en China, nos permite ver cómo funcionaban algunas instituciones en el imperio colonial hispano, cuáles eran las prioridades de sus órganos de gobierno, y también algunas divergencias prácticas entre el centro y la periferia de ese inmenso imperio. Se trata de <i><<Desamparo en que con la vida, se pierde el alma>>. Las controversias en torno a la obra pía del Abad Sidoti para la recogida de niños chinos abandonados (Filipinas, 1705-1740),</i> publicado en <i> </i>la <i>Revista de Indias </i>(2010), vol. LXXI, nº 252, pp. 415-448.<br />
<a name='more'></a>En primer lugar, debemos felicitarnos de que una serie de investigadores actuales sigan prestando atención al durante mucho tiempo olvidado Extremo Oriente de Imperio español. La universidad de Córdoba ya contó en el pasado con alguna de las escasas figuras que se dedicaron al estudio de ese excelente laboratorio colonial que fueron las islas Filipinas, la doctora Mª Lourdes Díaz-Trechuelo. Dado el importante papel que las órdenes eclesiásticas tuvieron en el control y administración del territorio filipino, y la abundancia de fuentes que legaron, es natural que buena parte de la atención de los investigadores se haya desviado hacia ellas y sus actividades. Marta Manchado explica las vicisitudes que hubo de superar para cumplir sus objetivos una fundación piadosa creada durante su paso por las islas por el religioso italiano Juan Bautista Sidoti, personaje interesante por él mismo, que nos introduce en el exótico y al tiempo familiar mundo de las colonias españolas en Asia.
Según la autora, el 'abate' Sidoti era un noble sciliano que sintió en edad ya madura una exaltada vocación misionera y que recibió en 1702 del Papa Clemente XI el encargo de reabrir las misiones en Japón, labor particularmente peligrosa dada la prohibición existente para ejercer el proselitismo en las islas, decretada por los shogunes Tokugawa.
Con este encargo, y después de estudiar durante años la lengua japonesa, recaló en las islas Filipinas, aprovechando el viaje hacia Oriente de monseñor Maillard de Tournon, patriarca de Antioquía y visitador apostólico de las misiones en China, que viajaba también con una tarea particularmente complicada: informar sobre la compatibilidad de los ritos confucianos chinos con el cristianismo, querella famosa que marcó el destino de las misiones católicas en el Celeste Imperio.
El abad Sidoti se vio obligado a permanecer en Manila, esperando la ocasión de poder introducirse en Japón para iniciar sus predicaciones. Según testimonios, <i>"era un hombre imbuido de celo apostólico, trabajador infatigable y cuya vida de</i> <i>penitencia y pobreza le granjeraon la estima de la sociedad manileña, pero también la oposición de los religiosos"</i>.<br />
<br />
Porque -añadimos nosotros- el mundo de los misioneros en Filipinas era a la vez cerrado y muy competitivo. Desde la conquista del archipiélago, el Real Patronato que ejercía la monarquía sobre la Iglesia en las Indias había tenido cuidado en limitar el acceso a tan sólo cinco órdenes religiosas. Aunque el comercio del <i>'galeón de Manila' </i>constituía un trafíco muy provecho, de gran rentabilidad para los comerciantes mexicanos implicados, lo cierto es que tanto la administración como la sociedad instalada en las islas no nadaban precisamente en la abundancia. Filipinas necesitaba anualmente un <i>'situado</i>' de medio millón de pesos para subsistir en tanto que parte del Imperio, y gran número de colonos y clérigos debían sobrevivir como rentistas o gracias al tributo indígena, dada la escasez de actividad económica en el archipiélago.<br />
<br />
Sindoni estaba vinculado a la Orden franciscana. Antes de marchar, como uno más de los servicios prestados a la tarea misional en Oriente, estableció en Manila una obra pía cuya administración encomendaba a la llamada 'Mesa de la Misericordia' (1705).Para financiarlo, se dejaba un legado de 12.000 pesos, que debían incrementarse hasta 36.000 antes de dar inicio a las actividades caritativas, gracias a nuevas donaciones, y a las inversiones en el comercio del galeón. Una parte de lo que se fuera distribuyendo debía ir al colegio de Santa Isabel y el resto de obras caritativas sostenidas por la Mesa de la Misericordia. Eran 200 pesos que podía distribuir libremente y que constituían una forma de compensación por las molestias de asumir la gestión del legado.<br />
<br />
Pero los grandes beneficarios eran los franciscanos, a quienes deberán entregarse 2.200 pesos anuales para el sostenimiento de 30 misioneros, y 1.600 más para las misiones en China y Japón, con idea de que sirvieran <i>"<<para el recogimiento y crianza y educación de los niños y niñas desamparadas y arrojadas al campo o a las calles>>"</i>. Los encargados de esta tarea debían ser 20 misioneros 'apostólicos menores observantes'. Ya que esta rama de la orden franciscana no estaba autorizada a misionar en Filipinas, se especificaba que esta misión en China no daría ningún derecho a establecerse en el archipiélago, para no contravenir lo dispuesto por el Real Patronato.<br />
<br />
Si el dinero no podía ser destinado a esta causa, ni tampoco a la fundación de un colegio de los menores observantes en China y Japón, deberían dedicarse al sustento del colegio de los armenios católicos en Jerusalén, también gestionado por los franciscanos. Si tampoco esto era posible, iría estinado a distintas obras piadosas de Filpinas, también gestionadas por la Mesa de la Misericordia, y a la catedral de Manila, lo mismo que el dinero sobrante, si no hubiera 30 misioneros como se había estipulado. <br />
<br />
Estos mandatos no resultaron sencillos de implementar. Porque los franciscanos españoles estaban fuertemente enfrentados después de que, junto a las dos líneas tradicionales de observantes y conventuales, hubiera aparecido la nueva rama reformada de los 'descalzos', que en principio se había nutrido de hermanos y padres conventuales y que había conseguido afirmar su independencia frente a la rama mayoritaria de los observantes. Éstos, que se habían convertido desde el tiempo de los Reyes Católicos, en la única forma de franciscanismo admitida en Castilla y la Corona de Aragón, integraron a los 'descalzos' en su obediencia, pero tuvieron que transigir con la autonomía de esta 'Custodia' de la orden, que fue autorizada a establecerse en Filipinas, donde crearon la provincia de San Gregorio, a cuya dirección estaban sometidos los mayoritarios 'observantes'. Éstos contraatacaron y, en el siglo XVII, trataron de crear una 'provincia' propia, dividiendo el territorio misional encomendado a los franciscanos, operación que fracasó en medio de fuertes tensiones. Además, los 'observantes' habían pretendido que, en adelante, sólo se pudiera enviar misioneros a Filipinas desde las 'provincias' americanas, y no desde la Península, lo que condenaba a los minoritarios 'Descalzos' a la desaparición, ya que tenían muy poca presencia en México. <br />
<br />
En este panorama venía a introducirse Sidoti. Aunque su propósito declarado era favorecer a los 'observantes' fuera de Filipinas, en las misiones de China y Japón, los 'descalzos' temían que, caso de fracasar el mencionado proyecto, los nuevos misioneros allí enviados, refluyeran hacia Filipinas y alteraran todos los equilibrios establecidos, poniendo además en peligro las precarias finanzas de la provincia. El Procurador General de los descalzos apeló al Consejo de Indias, solicitando que toda aquella iniciativa se pusiera bajo el contro de <i>'su' </i>provincia de San Gregorio, aunque también padeciera una falta crónica de efectivos.<br />
<br />
El artículo desgrana los prolongados debates y las repetidas incidencias ocurridas en los años subsiguientes. Hubo que esperar, de entrada, a que la suma estuviese reunida para autorizar el inciio de las actividades misionales. El Consejo y el gobierno real estaban sobre todo interesados en que aquello no supusiese un sobrecoste para las arcas reales (el Real Patronato se había obligado a pagar el transporte de los clérigos hasta las Indias); como China quedaba fuera de su jurisdicción, quiso dejar bien claro que el traslado debería hacerse por cuenta de la propia obra pía.<br />
<br />
Pero un nuevo actor intervendría en la disputa. El Papado deseaba recuperar algo del control perdido sobre la gestión del clero en las colonias españolas, a las que regateaba la concesión de un Patriarcado para que el Rey no pudiese ejercer aún más fácilmente su autoridad a través de un 'primado' (siempre resulta más difícil controlar decenas de obispos y superiores religiosos que a uno sólo de ellos). La Propaganda Fide trató de instar al Consejo de Indias para que se cumpliesen las instrucciones tal como las había redactado Sidoti, favoreciendo así a los 'observantes'. Sin embargo, trataba de que los fondos no fuesen aplicados al envío de nuevos misioneros, sino al sostenimiento de los que ya estaban allí. Esta intromisión fue cortada en seco por la Monarquía, que se limitó a ratificar lo que se había establecido en años anteriores. <br />
<br />
Deseo recordar que todo este intercambio de opiniones debía incidir en un territorio situado en el otro extremo del mundo (por lo que hace a Europa), cuyas autoridades civiles y religiosas tan sólo mantenían contacto regular con la metrópoli una vez al año, y por intermedio de la Nueva España. Resulta fascinante tanto la dedicación de elevados personajes a resolver el asunto, como observar los dilatados plazos de tiempo con que se gobernaba un espacio político tan vasto. Las medidas favorables a los observantes pudieron ser paralizadas por el gobernador de Filipinas alegando que se habían incumplido aspectos formales de las Reales Cédulas, como la ausencia de todas las firmas necesarias en el documento enviado desde Madrid.<br />
<br />
Los franciscanos 'descalzos' de la provincia de San Gregorio siempre argumentaron que, ya que eran ellos quienes sostenían misiones en China, los 1.600 pesos previstos por la fundación de Sidoti podrían destinarse enteramente al socorro de los pobres huérfanos, de los que podria salvarse a varios centenares cada año. La frecuencia del abandono y la miserable suerte que acompañaba a estos infantes era relatada por las cartas de los que ejercían sus labores en la costa del Celeste Imperio. Esta idea terminó por convencer al fiscal del Consejo de Indias, que se inclinó por esta solución en julio de 1735.<br />
<br />
Pero antes de que así se estableciese, la 'Mesa de la Misericordia', visto el correr del tiempo, <i>"había decidido (...) previo parecer de las dos universidades de Manila, que todas las cantidades retenidas en el tesoro de la Hermandad correspondientes a la obra pía de los niños expósitos se distribuyeran entre la catedral y la propia Casa de la Santa Misericordia (que lo aplicaría a su colegio de Santa Isabel)</i>" saltandose en su beneficio las estipulaciones previas del padre Sidoti. El fiscal del Consejo consideró que se habían extralimitado y que la Mesa debía reintegrar la totalidad del dinero producido por los 1.600 pesos desde 1718 (unos 30.000 pesos en total) a la redención de niños expósitos. Semejante exigencia dilató aún más el inicio de la misión, y terminó siendo asumido que resultaba inaplicable, por lo que los misioneros 'descalzos' de la provincia de San Gregorio acabaron aceptando el simple legado de 1.600 pesos y se comprometieron a remitir a las autoridades <i>"informes periódicos y pormenorizados sobre el caudal de la obra pía, en los que se debía dar cuenta <<de lo que practican los religiosos con los niños expósitos que rescatan en la China y de la destinación y paradero que tienen después de su rescate>>". </i>Fue a partir de 1740 cuando se pudo acatar definitivamente lo establecido por las Reales Cédulas, y agregar a la fundación de Sidoti otra establecida también en Manila por un particular con parecido objetivos y que venía funcionando desde 1729.<br />
<br />
Podemos extraer, como conclusión, aunque no lo haga la profesora Manchado que:<br />
<br />
- durante el siglo XVIII, los detalles en la gestión casi cotidiana de los asuntos del clero seguían formando parte integral de la administración del estado. Hasta una pequeña obra piadosa era capaz de involucrar a las altas autoridades de la Monarquía y las colonias y las decisiones tomadas debían ser refrendadas por el propio rey. Es cierto que el asunto implicaba una zona sensible del Imperio y elementos de relación con potencias exteriores, como la China, pero dificilmente se justificaría hoy que una iniciativa para socorrer y evangelizar niños huérfanos levantara tanto revuelo y durante tanto tiempo.<br />
<br />
- que las disputas entre las congregaciones religiosas marcaban cualquier aspecto de su actuación pastoral. En última instancia se trataba de establecer repartos territoriales, estructuras jerárquicas y fondos económicos, aspectos todos ellos capaces de desatar guerras de influencia en cualquier ámbito de la actividad humana. Conviene, por tanto, no menospreciar nunca el protagonismo del clero más allá de la influencia espiritual, cultural o política que pudiera tener, como institución y a través de sus numerosas personalidades. También constituía una pieza esencial en el engranaje del Imperio y, como todas la piezas, requería cuidadosas intervenciones de mantenimiento.<br />
<br />
- la situación económica de las islas resultaba precaria, como subraya continuamente la autora, pero el comercio del galeón constituía un mecanismo -lejos del libre mercado- de redistribución de los ingresos que permitía, incluso a una obra pía, obtener rendimientos del 50% anual (tal como se detalla en el artículo). En el caso de los comerciantes mexicanos sabemos, por otros estudios, que éste podía alcanzar con facilidad el 300%. Las sumas acumuladas por la iglesia servían también como fondos financieros a disposición de la actividad económica en múltiples circunstancias.<br />
<br />
-La dilación y los obstáculos burocráticos no dejaban de ser instrumentos que permitían un amplio margen de autonomía a las autoridades y habitantes de América y las colonias del Pacífico. No siempre esta irregular autonomía garantizaba la mejor gestión de los asuntos, ya que los poderosos intereses locales podían desviar las medidas o los fondos requeridos para un determinado objetivo en función de sus conveniencias particulares.<br />
<br />
-Aunque diversas instituciones del archipiélago, como el cabildo catedralicio, intentaron derivar los fondos mencionados para resolver sus propias dificultades económicas, la Corte de Madrid en ningún caso puso en duda que el dinero debía destinarse a su propósito inicial, centrado en la evangelización de la China y el rescate de niños huérfanos, pese a que el sostenimiento de la colonia filipina había sido denunciado repetidamente como una verdadera 'sangría' para las arcas reales. El título de artículo hace referencia a prioridades auténticas de la política española, que no contemplaban el abandono gratuito de las exigencias espirituales, incluso en el 'laico' siglo XVIII.<br />
<br />
Por lo que hace al padre Sidoti, murió mucho antes de producirse el curso y desenlace de todos estos hechos. Intentó tres veces entrar en Japón; naufragó dos de ellas,y finalmente pudo desembarcar vestido como japonés en Matsushita, lo que no impidió que fuera apresado inmediatamente y trasladado a Nagasaki, único puerto autorizado para los contactos con el extranjero. Retenido en la denominada <i>'cárcel de los cristianos', </i>fue interrogado y sometido a confinamiento más estrecho aún cuando se supo que había convertido incluso a la familia de sus carceleros. Falleció en 1715, parece que a consecuencia de haber sido recluído en un hoyo insalubre en el que se le proporcionaba comida y agua por un estrecho agujero. <i>Requiescat in pace.</i></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-60912443202331383962012-07-24T11:08:00.001+02:002012-07-26T19:21:53.890+02:00Verdad y mito en el reclutamiento de las guerrillas carlistas<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjuQlsqu-ch5x2gBkmI1FXYrVuEmWs0naC0MePEdqtsKYaKwTfqgvmicDXd6dR3Rks-PwmdNiEIC-H26izWMptqEsVg7qvGKsM9WaOHVTXitMz1DEg9t1lBtuHHBhZMNEaVNXtMl-wSzk/s1600/carlistas.bmp" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjuQlsqu-ch5x2gBkmI1FXYrVuEmWs0naC0MePEdqtsKYaKwTfqgvmicDXd6dR3Rks-PwmdNiEIC-H26izWMptqEsVg7qvGKsM9WaOHVTXitMz1DEg9t1lBtuHHBhZMNEaVNXtMl-wSzk/s1600/carlistas.bmp" /></a></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Arial,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La
participación popular en los movimientos revolucionarios,
guerrilleros o de resistencia (a menudo todo puede ser lo mismo)
constituye siempre uno de los grandes puntos en disputa a la hora de
establecer valoraciones sobre los mismos. Como si un soporte numeroso
o mayoritario justificara sus principios, su praxis y su oportunidad
histórica. </span></span>
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Arial,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los
defensores y estudiosos del carlismo han manifestado siempre
particular interés por este aspecto. Pertenece a la larga serie de
movimientos conservadores (chouanes de Francia, cristeros de México,
blancos de Argentina o Uruguay...) que reivindican una raigambre
popular y antioligárquica; esta idea llevó incluso a sus últimos
militantes a participar en la lucha antifranquista y alinearse con la
izquierda española. Por ello resultan particularmente interesantes
trabajos como el de Robert Vallverdú i Martí <i>“Els reclutaments
carlins durant la tercera guerra a la Catalunya sud</i>” en <i>Lleves,
circumscripció i reclutament. Aspectes socials del carlisme,</i><span style="font-style: normal;">
comunicación presentada al IV Seminario sobre el carlismo organizado
en Solsona por la Fundación Francesc Ribalta el año 1996 (pp.
259-269), donde se intenta profundizar en las formas de reclutamiento
de las partidas carlistas en la mitad meridional de Cataluña
partiendo de diversas fuentes documentales y no solo de opiniones
ideológicamente predeterminadas.</span></span></span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<a name='more'></a><div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Aunque
el carlismo vaya quedando para las generaciones más jóvenes
envuelto en las brumas del pasado, debemos señalar que ha
constituido un elemento clave en la historia de España. No solo para
el siglo XIX, sino también para el XX. Basta recordar el importante
papel jugado en la sublevación militar de 1936 y a lo largo de toda
la guerra civil, que sus miembros formaron parte del aparato político
franquista durante la dictadura, y que todavía proporcionaron un
fuerte sobresalto en la transición durante los “sucesos de
Montejurra” en 1976. Después, fueron quedando relegados a un papel
tan secundario que hoy resultan prácticamente desconocidos. </span></span>
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El
carlismo surgió de la querella dinástica entre Isabel II y su tío
Carlos María Isidro, para defender el absolutismo real y el
tradicionalismo católico frente a los avances del liberalismo
económico, político y social. Accidentalmente, se vio envuelto en
las exigencias forales de diversos territorios (como las provincias
vascas, el reino de Navarra o los antiguos integrantes de la Corona
de Aragón). El hecho de que Carlos María Isidro fracasase en su
intento de sublevar al ejército y los responsables del estado en
1833 hizo que el carlismo se refugiase en una amalgama de pequeños
nobles y notables locales, clérigos, campesinos y artesanos; un todo
pretendidamente popular. La larga resistencia que ofrecieron al
ejército liberal, y la sistemática negativa posterior del
movimiento a renunciar a sus principios fundamentales, lo situaron en
una marginación que permitió a esta opción política,
inicialmente reaccionaria, presentarse como una alternativa popular
(y populista) al creciente poder de la oligarquía liberal. </span></span>
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La
potencia numérica del carlismo vasconavarro ha restado relevancia al
importantísimo papel del carlismo catalán, protagonista en todas
las luchas armadas de la Causa -en Cataluña hubo tres guerras
carlistas a lo largo del siglo XIX frente a dos en el Norte- y
reservorio de las esencias ideológicas más puras y las opciones más
intransigentes. El Requeté, como organización paramilitar carlista
moderna, nació en Cataluña, y el último intento de revuelta contra
el gobierno protagonizada por el carlismo (excepción hecha de 1936)
se dió en Badalona con los albores del siglo XX. </span></span>
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Robert
Vallverdú es uno de los mejores conocedores de las realidades de
este carlismo catalán -aunque en ocasiones sus conclusiones estén
excesivamente condicionadas por una identificación del carlismo con
los movimientos de resistencia en Cataluña- y en este artículo nos
brinda algunas claves para entender, si no lo que fue el carlismo
como un todo, si las formas de reclutamiento de sus combatientes,
sobre los que se forjó más adelante la leyenda de ese carlismo
popular y militante.</span></span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><span style="font-style: normal;">Inició,
creo que acertadamente, su aportación al Seminario remarcando que el
reclutamiento en las comarcas del sur de Cataluña fue cosa de una
comisión organizada por los propietarios más ricos de la provincia,
que <<</span></span><span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><i>...son
gente de dinero y por su posición y su extraordinaria influencia
arrastran tras de sí a un gran número de personas>>. </i></span><span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><span style="font-style: normal;">Las
primeras partidas guerrilleras organizadas en el territorio
estuvieron dirigidas sintomáticamente por propietarios rurales,
militares conservadores y sacerdotes locales. Aunque en buena parte
de la aristocracia urbana comarcal había ido abandonando el
Tradicionalismo como herramienta política y aceptaba un liberalismo
moderado, los pequeños notables constataban la pérdida de un poder
que no podía competir con la pujanza del nuevo capitalismo, y
pensaban que sólo una lucha decidida conservaría su preeminencia.
Arrastraban tras de si a jornaleros, arrendatarios y pastores junto
con los elementos más jóvenes de su propio grupo y algunos amigos. </span></span></span>
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Aunque
el carlismo presentaba a sus partidarios armados como voluntarios
motivados ideológicamente por la defensa del verdadero Rey, de la
Santa Religión y de las formas tradicionales de gobierno de la
monarquía española, lo cierto es que quien se unía a las partidas
solía hacerlo condicionado por razones más pragmáticas.</span></span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Es
bien conocido que el atractivo de la buena paga ofrecida por los
carlistas era un motivo poderoso de alistamiento en épocas de crisis
económica (todas las guerras coinciden con ellas), y que esta paga
siempre superaba, no sólo la del ejército, sino la que se ofrecía
a los grupos de voluntarios que luchaban en el bando liberal. En
concreto, Robert Vallverdú señala que según os informes de las
autoridades, las partidas necesitaban 10.000 pesetas mensuales para
subsistir, una más que considerable cantidad para la época. Máxime
si tenemos en cuenta que las vicisitudes de la guerra, y la marcha de
muchos propietarios a las capitales de comarca buscando mayor
seguridad restaba trabajo a los ya necesitados jornaleros o pequeños
campesinos.</span></span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El
autor ha estudiado los perfiles de los 1610 voluntarios localizados
por las autoridades liberales en el sur de Cataluña, y de ellos
prácticamente la mitad procedían de la agricultura, y el 11%
estaban vinculados a actividades artesanales o industriales
tradicionales. Se confirma pues que, como en casi todas las guerras,
el grueso de los enrolados pertenecían a las clases más humildes.
Esto no significa, sin embargo, que tales grupos estuviesen imbuidos
de las ideas que decían defender. </span></span>
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En
la documentación liberal, la gran mayoría de estos carlistas
aparecen como prófugos y desertores de su ejército, algo normal ya
que formaban parte de los mismos grupos de edad que se reclutaban
oficialmente y la incorporación podía producirse antes del
llamamiento a filas, pero esto no deja de contener un elemento de
verdad, ya que frente a ser embarcados y destinados a las provincias
de ultramar, donde la vida del soldado corría todos los riesgos y
penurias imaginables, los jóvenes de Tarragona preferían sin duda
las ventajas de luchar cerca del hogar, en un entorno conocido, con
la posibilidad de contactar con la familia y amigos para descasar
(el famoso recurso a <i>“cambiarse de camisa</i>” en la propia
casa). </span></span>
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><span style="font-size: small;">También
señala Robert Vallverdú las amenazas de los jefes carlistas a las
familias y bienes de los jóvenes que se habían presentado a la
requisitoria del ejército liberal, o los muchos que desertaban al
darse cuenta de la rígida disciplina y las malas condiciones en que
luchaban los reclutas del servicio militar oficial. Incluso las
unidades de origen local, como las Rondas Volantes, conocían
frecuentes deserciones. </span></span>
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><span style="font-style: normal;">La
falta de soporte económico del estado, sumergido en luchas en
diversos frentes y una parálisis evidente de la administración y la
economía, provocaba que las unidades regulares tuvieran que 'vivir
sobre el terreno', exigiendo contribuciones a los pueblos y servicios
de transporte, alojamiento y subsistencia de los campesinos a quienes
decían defender. Todo esto suscitaba el odio local contra jefes y
soldados percibidos como extraños al paisanaje, y contribuía a
engrosar las partidas carlistas, formadas por “</span></span><span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><i>gente
de la tierra</i></span><span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><span style="font-style: normal;">”.
Ya se ha referido en otros estudios que era costumbre de los
batallones francos liberales quemar cosechas y saquear casas de
carlistas cuando regresaban a su cuartel de Greus, si los choques
mantenidos con la guerrilla les habían resultado desfavorables. </span></span></span>
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Otros
vecinos se integraban en las partidas cansados de ser víctimas, por
su simpatía hacia el carlismo o su rechazo conocido a los liberales
(no siempre era lo mismo), de las represalias del ejército o las
autoridades oficiales cuando una partida carlista entraba en su
pueblo y más tarde lo abandonaba, o cada vez que los propietarios
liberales padecían imposiciones extraordinarias de los carlistas.</span></span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Algunos
alcaldes, fuera por simpatía hacia la Causa del rey Carlos VII, o
por sentirse abandonados por un Estado que no garantizaba su
seguridad, apenas ejercían control sobre las familias de los
evadidos, ni impedían que estos mantuvieran relación con su antiguo
entorno. En cambio, se veían obligados a cumplir las órdenes de los
gobernadores, exigiendo a sus vecinos contribuciones adelantadas,
caballos, trabajos o víveres que los indefensos campesinos pensaban
podrían conservar mejor bajo la protección de los carlistas si se
unían a ellos. </span></span>
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El
artículo destaca que la Iglesia fue un importante factor de
reclutamiento para el carlismo. Si la alta jerarquía eclesiástico
procuró ir distanciándose del Tradicionalismo, el bajo clero
mantuvo en Cataluña una actitud combativa y actuó a menudo
personalmente en la guerra a favor de Don Carlos. Algunos clérigos
pagaban a los campesinos para que se unieran a las partidas, las
dirigían o prestaban toda clase de servicios a las mismas. En su
prédicas y a través de su control de la vida parroquial criticaban
sistemáticamente al gobierno y ensalzaban la Causa carlista. Fueron
también por ello rigurosamente vigilados, desterrados y
encarcelados. A veces se les utilizaba como moneda de cambio para
rescatar liberales secuestrados por los carlistas. </span></span>
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><span style="font-style: normal;">El
autor concluye que estas diferentes formas de reclutamiento hacía
que las partidas resultasen muy heterogéneas. El carlismo en esta
zona fue </span></span><span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><i>“en
definitiva, una complicada coalición de fuerzas en que coincidían
campesinos de diferentes estratos, los pequeños propietarios y el
artesanado urbano del viejo y ya marginal mundo de los gremios y
oficios, así como también algunas élites sociales, que fueron las
que dominaron y comandaron la insubordinación.” </i></span><span style="font-family: Tahoma,sans-serif;"><span style="font-style: normal;">
Un panorama complejo, pues, fruto en muchas ocasiones de la propia
guerra, y un tanto alejado del mito del carlismo popular, movilizador
del pueblo español contra el engaño demagógico de las oligarquías
liberales y el estado centralista.</span></span></span></div>
</div>Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-85488094858339095202012-07-09T15:19:00.001+02:002012-07-10T00:11:14.568+02:00Formas de dar muerte. La pena capital en Castilla durante la edad media.<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiY16exOydnVWuXRN_yPVfKGtFQ5MJQkSNm1EAyrsqvSHMTHDafuHHBgIlrhWTFPRvZmdiKRvIul4J-DQX9jYU13XhqlTXhtj7UGyBm3aoAuFyaBswM0cyzthcxZCVcd4VzobJawWrDiAc/s1600/ejecucion5.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="227" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiY16exOydnVWuXRN_yPVfKGtFQ5MJQkSNm1EAyrsqvSHMTHDafuHHBgIlrhWTFPRvZmdiKRvIul4J-DQX9jYU13XhqlTXhtj7UGyBm3aoAuFyaBswM0cyzthcxZCVcd4VzobJawWrDiAc/s320/ejecucion5.jpg" width="320" /></a></div>
Durante mucho tiempo, la historia del delito y la justicia en España se hallaba limitada a escasas investigaciones en historia del derecho y a algunas obras más o menos anecdóticas que se adentraban en estos terrenos debido a la curiosidad del autor o en busca del morbo que pudiera despertar en los lectores. Tan solo durante los años ochenta empezaron a aparecer trabajos que, en la estela de las aportaciones de Michel Foucault, Nicole Castan o Robert Muchembled, buscaban un enfoque más próximo a la historia social o la historia de las mentalidades; exploraban las relaciones entre súbditos y poder, las formas del desorden público y los mecanismos mediante los cuales se restablecian la cohesión y la autoridad.<br />
<br />
Uno de los pioneros -y referencia insustituible en estas tareas- es Iñaki Bazán, profesor de la universidad del País Vasco, autor de un magnífico estudio sobre la violencia y la justicia en el trásito de la edad media a la edad moderna. En la línea, ya bien consolidada, de sus investigaciones, publicó en la revista digital del Centro de Historia del Crimen de Durango, un trabajo sobre <i>La pena de muerte en la Corona de Castilla en la edad media</i>. Clio & Crimen, nº 4 (2007), pp. 306-352, donde describe los fundamentos legales de la pena capital durante este periodo y las formas de su aplicación.<br />
<a name='more'></a>Ni siquiera en sus aspectos más externos, las condenas a pena de muerte están privadas de un profundo sentido histórico. Incluso entre las monarquías feudales, quitar la vida a un súbdito, de manera pública y premeditada, había de justificarse y enraizar en los elementos de comprensión más profundos sobre la sociedad, la jerarquía, los derechos propios y ajenos, y debía contemplarse el simbolismo que contienen siempre los gestos destinados a enaltecer o cuestionar todo el complejo sistema que articula la cohesión social. No solo és importante saber a quién se mata y por qué, sino también el modo en que se hace, cómo se argumenta, los otros elementos de que se acompaña y la efectividad de todo ello de cara a la pervivencia del feudalismo.<br />
<br />
Por eso es interesante seguir, cronológicamente, la ampliación de los ámbitos de actuación del estado tal como lo indica Iñaki Bazán. Desde un primer momento en que el rey tan sólo castigaba los delitos que atentaban contra su autoridad o eran perpetrados en su presencia, hasta la paz general que se quiso imponer a finales del siglo XV con la actuación oficial (y 'de oficio') ante cualquier conducta socialmente disruptiva. Un proceso paralelo al fortalecimiento del concepto, y los medios de actuación, de las monarquías feudales.<br />
<br />
En la alta edad media, la inacción del estado se compensaba, forzosamente, por el derecho a la venganza privada de las ofensas recibidas. Era a las parentelas a quienes correspondía defender al individuo e imponer la paz por medio del equilibrio de fuerzas. Éste resulta sumamente difícil de establecer en circunstancias semejantes y, sobre todo, sustrae al poder la capacidad de intervenir para aplicar sus prioridades en caso de conflicto. No es, pues, extraño que en el contexto de la creciente influencia del derecho romano a partir del siglo XIII, con el reforzamiento de la autoridad del príncipe, se viera como una imperiosa necesidad derogar las legislaciones forales que encargaban la perseución del malhechor a los deudos de las víctimas.<br />
<br />
El empleo sistemático de la pena de muerte, como sanción para los delitos graves, derivaba de una comprensión de la pena que no incluía la posible redención y corrección de la conducta del penado (esto quedaba únicamente reservado a la acción de la Iglesia), sino que se centraba en los elementos retributivos (la venganza y la compensación por el daño causado mediante la punición violenta y las multas).<br />
<br />
Las diferentes formas de aplicar la pena de muerte no se referían tan solo a la gravedad o naturaleza de los delitos cometidos, sino que partían de la necesaria diferenciación de los criminales según la categoría de las personas en aquella sociedad estamental fuertemente jerarquizada. La venganza privada quedaba reservada para asuntos donde se consideraba la autonomía de la esfera familiar (los de adulterio y defensa del honor), sometida, en cualquier caso, a la supervisión de la justicia real. El autor nos explica que, aunque la legislación contemplaba tan solo la muerte de los culpables a manos del ofendido (el marido) en caso de flagrante delito, son abundantes los ejemplos en que la muerte se produce después de recibir la noticia del adulterio y con tiempo suficiente para denunciarlo a las autoridades, sin que por ello los asesinos sean castigados, ya que la 'comprensión' de su conducta se hallaba muy arraigada y hacía que los jueces extendieran los límites legales de manera generosa. Incluso se llegó a justificar y permitir la acción del marido como verdugo en el patíbulo (hoy mismo aparece en la prensa un caso similar entre los seguidores más intransigentes de la sharia en Afganistán, como muestra de barbarie).<br />
<br />
También los presos en rebeldía podían ser abatidos por personas privadas, una vez declarada su condición.<span lang="es" style="font-family: "Bembo","sans-serif"; font-size: 12pt; line-height: 115%;"> <i>"En estos casos la
sentencia incorporaba una cláusula de garantía para su ejecución a petición de
la parte demandante. En ella se hacía constar que el reo quedaba por enemigo de
la víctima o su familia y que éstos pudieran ejecutar la pena de muerte en caso
de localizarlo". </i>En otra ocasión nos ocuparemos de las pervivencias del derecho a la guerra privada, una cuestión conexa, que en la Corona de Castilla persiste hasta el reinado de Carlos I y en la Corona de Aragón algunos decenios más.</span><br />
<span lang="es" style="font-family: "Bembo","sans-serif"; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span><br />
<span lang="es" style="font-family: "Bembo","sans-serif"; font-size: 12pt; line-height: 115%;">Como las posibilidades eran múltiples, la fantasía, tanto como el sentido práctico de los legisladores condujeron a una gran riqueza de formas en la pena capital. Según el delito, el delincuente o la institución que castigaba. </span><span lang="es" style="font-family: "Bembo","sans-serif"; font-size: 12pt; line-height: 115%;">La más utilizada entre las formas de ejecución era la horca, sobre todo para los ladrones, pero es bien conocido que las diferencias sociales también se plasmaban en este ámbito. Los nobles sólo podían ser decapitados, exlcuvisamente a espada o cuchillo (en Castilla no podía usarse el hacha o cualquier otro instrumento cortante). Para los herejes quedaba la purificadora hoguera. Para los condenados por la Santa Hermandad, el asaeteamiento. </span><br />
<span lang="es" style="font-family: "Bembo","sans-serif"; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; mso-layout-grid-align: none; mso-pagination: none; text-autospace: none;">
<span lang="es" style="font-family: "Bembo","sans-serif"; font-size: 12pt;">Algunas formas eran tan crueles que fueron poco aplicadas, como el ahoramiento por los pies, reservado para los invertidos condenados por sodomía. Estos fallecían por acumulación de sangre en el cerebro, tras un terrible sufrimiento que podía durar días. Una reminiscencia de la legislación clásica romana es e <i>culleum, </i>según el cual los parricidas o uxoricidas debían ser arrojados a un río o al mar metidos en una cuba u odre junto con un mono, un perro o una víbora. <i>"Se correspondía con tradiciones folklóricas muy
profundas que tenían por objeto que los cuerpos y las almas de los malditos fueran
expulsadas tanto de la comunidad de los vivos como de la de los muertos, aunque parece ser que </i>[por su complejidad]<i> la pena del </i></span><i><span lang="es" style="font-family: "Bembo-Italic","sans-serif"; font-size: 12pt;">culleum</span><span lang="es" style="font-family: "Bembo","sans-serif"; font-size: 12pt;">, como tal, no debió aplicarse en su literalidad."</span></i></div>
<br />
<br />
Tan importante como la pena elegida, o su modalidad, resultaba el espectáculo de que se rodeaba la ejecución, que usualmente debía ser pública, ya que servía también como escarmiento de delincuentes, teatro del poder y lección para el resto de súbditos. Todo contribuia a ello: el pregón de la sentencia, el 'paseo' del condenado por las calles habituales, sometido o no a castigos previos, como los azotes, la ejecución en el patíbulo (usualmente en las inmediaciones de la urbe), la asistencia obligatoria para los vecinos (o la convocatoria de necesitados para sustituirlos, mediante el reparto de alimentos), el acompañamiento del cadáver por cofradías piadosas, la exposición pública de los restos durante un tiempo determinado, a veces muy largo, a fin de dar el máximo de publicidad a lo ocurrido y rememorar constantemente la 'lección' impartida.<br />
<br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; mso-layout-grid-align: none; text-autospace: none;">
Iñaki Bazán incide en un punto que también ha destacado la historiografía europea, particularmente la del periodo moderno. Ya a finales de la edad media se constata una 'economía' en la aplicación de las penas que tiene en cuenta factores diversos. Frente al carácter intimidatorio de la ejecución se imponen otras consideraciones, como la necesidad de 'negociar' el perdón con los numerosos huídos de la acción de la justicia, <i><span style="font-family: "Bembo","sans-serif"; font-size: 12pt;">"el elevado
gasto que suponían para las arcas públicas las ejecuciones capitales como
consecuencia del pago al juez que imponía la sentencia, al verdugo que la
ejecutaba, al
carpintero que confeccionaba la horca, al retén de vigilancia que custodiaba</span> el cadáver, etc" </i>o las propias necesidades del poder. De ahí que, frente a la universal tendencia de las leyes a señalar la pena de muerte como castigo para numerosos delitos, luego la aplicación de la misma se reducía mucho en la práctica, conmutada a cambio del destierro, el servicio en el ejército real o las multas pecuniarias.</div>
<i><span style="font-family: "Bembo","sans-serif"; font-size: 12pt; line-height: 115%;"></span></i><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; mso-layout-grid-align: none; text-autospace: none;">
Como bien señaló en el siglo XVIII Cesare Beccaria, la crueldad del castigo no va en general pareja con su eficacia. Iñaki Bazán también anota que "<i><span style="font-family: "Bembo","sans-serif"; font-size: 12pt;">el miedo a
la pena de muerte no resultó un freno para la actividad delictiva porque la dureza
de la vida en la Baja Edad Media, la perenne permanencia de guerras, epidemias y
muertes provocaron una insensibilización con el sufrimiento ajeno y propio;
porque las necesidades de buscar sustento para sobrevivir en épocas de fuerte carestía
obligaron a los individuos a cometer actividades ilegales, aún siendo
conscientes de la pena
que les esperaba en caso de ser capturados; porque existía la esperanza</span></i><i> de alcanzar el perdón real, por eso muchas sentencias
eran en rebeldía</i>". Esto hizo que, a finales del siglo XV, se fueran introduciendo en el sistema novedades para la superación de ese carácter extremadamente riguroso. En el caso que mejor conoce, el de los fueros del País Vasco, se adujo el nuevo criterio de <i><span style="font-family: "Bembo-Italic","sans-serif"; font-size: 12pt;">«que las penas que ovieren de poner que las pongan</span></i></div>
<i><span style="font-family: "Bembo-Italic","sans-serif"; font-size: 12pt; line-height: 115%;">moderadamente e con justycia e razón», </span></i><span style="font-family: "Bembo-Italic","sans-serif"; font-size: 12pt; line-height: 115%;">ganando mucho espacio la aplicación del destierro, o aquellas que presentaban una utilidad para el estado (</span>como cuando se utilizaron para llevar soldados al ejército
que asediaba Granada, o para tripular las galeras del rey.<span style="font-family: "Bembo-Italic","sans-serif"; font-size: 12pt; line-height: 115%;">). Al igual que sucede en otros lugares (como Cataluña, que he estudiado), a principios del siglo XVI la aplicación real de la pena de muerte se convierte progresivamente en una <i>'rara avis' </i>dentro de la justicia ordinaria. En la Hermandad Vieja de Toledo constata que sólo en dos ocasiones se aplicó durante los tres primeros decenios. Para la Real Chancillería de Valladolid, en tiempos de los Reyes Católicos, las condenas a destierro ya suponen un tercio de las sentencias y la pena de muerte, en cambio, tan sólo el 10 por ciento. Esta mayor incidencia del destierro no deja de ir ligada a la necesidad de repoblar Andalucía en los estertores de la Reconquista.</span><br />
<br />
<span style="font-family: "Bembo-Italic","sans-serif"; font-size: 12pt; line-height: 115%;">El autor concluye que, pese a la pérdida de peso específico, la pena capital siguió siendo una pena vigente, sobre todo cuando un criterio más utilitario imponía la necesidad de un castigo "<i>retributivo, intimidatorio y vindicativo puro y duro"</i>, o cuando "<i>la inercia de una costumbre secular se imponía"</i>. Entonces la condena para homicidas y otros delitos graves carecía de alternativa a la ejecución capital del acusado. </span><br />
<br /></div>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-37802754475857083962012-06-30T17:09:00.002+02:002012-06-30T17:17:00.741+02:00Adversus iudaeos. Cristianos y judíos en la antigüedad tardía<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgigi1aT5s2Qavd0dAZay_TvOZDzAfxf0ibEgouBKs5DxXIbdCMKLS_tv8tzXaxTIqOPgrrDt6w9VjYqOpR7T-WDwaY1kd-bl89fThT6e06zXgktAtCbzP1_iZFhjAiLGSPs9GStNphshc/s1600/HAGGADA4.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="187" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgigi1aT5s2Qavd0dAZay_TvOZDzAfxf0ibEgouBKs5DxXIbdCMKLS_tv8tzXaxTIqOPgrrDt6w9VjYqOpR7T-WDwaY1kd-bl89fThT6e06zXgktAtCbzP1_iZFhjAiLGSPs9GStNphshc/s320/HAGGADA4.jpg" width="320" /></a></div>
Al comentar un libro de Paul Veyne el pasado 28 de diciembre ya mencioné que la convivencia entre cristianos y judíos hacia el final del imperio romano parece haber sido mucho más estrecha de lo que se había venido imaginando. Contra el mito que convierte a los judíos en un pueblo elegido por Dios y descendiente de Abraham, sabemos ahora que los practicantes de esta religión son el resultado de un larguísimo proceso de conversiones -a veces masivas- realizadas en diversos momentos de la historia. No solo el cristianismo se expandía por el imperio romano al final de la antigüedad tardía. También lo hacía el judaísmo, y la relación entre los creyentes de uno y otro grupo no era simplemente polémica, sino que se influían mutuamente de diversas maneras.<br />
<br />
Conocer las características de dicha relación constituye una tarea muy difícil, ya que apenas contamos con otros testimonios que algunos restos epigráficos y una literatura eclesiástica escrita precisamente para marcar las diferencias. Por eso resulta muy interesante la aportación de un investigador argentino, Rodrigo Leham Cohen, con su artículo <i>Ambigüedades e identidades en las comunidades judías tardoantiguas</i>, publicadas en la revista virtual <i>Actas y comunicaciones del instituto de historia antigua y medieval</i> (2011), vol. 7, consultable en <a href="http://www.filo.uba.ar/contenidos/investigacion/institutos/historiaantiguaymedieval/index.htm/actasycomunicacion/volumen7-2011/">http://www.filo.uba.ar/contenidos/investigacion/institutos/historiaantiguaymedieval/index.htm/actasycomunicacion/volumen7-2011/</a>. Más allá de los tópicos al uso, este investigador ha sabido escrutar las fuentes para percibir matices nuevos que hablan de una actitud que en los siglos tardoantiguos y altomedievales aún no era de constante y abierto rechazo del clero cristiano a las comunidades judías del mundo mediterráneo.<br />
<a name='more'></a><br />
El profesor Laham Cohen, docente en la universidad de Buenos Aires, ha tratado de situar las valoraciones sobre los judíos en el contexto del discurso patrístico donde aparecen. En concreto, el uso que hizo el papa Gregorio Magno en sus homilías. Frente a la interpretación clásica de que toda referencia negativa a los judíos es una diatriba que persigue la marginación de sus comunidades, postula que a menudo estas menciones derivan de las propias necesidades del discurso cristiano. Los apologistas de la nueva religión habían de situar a Cristo en su medio -y esto conllevaba necesariamente hablar de los judíos y sus 'errores' o su maldad- o debían explicar la resistencia de los hebreros a convertirse, pero a veces en el tiempo pasado más que en el presente. Por tanto, la 'actualidad' de las consideraciones que se hacen sobre los seguidores de la ley mosaica no deben verse siempre como el deseo de hostigar a los grupos que aún convivían con los cristianos en los siglos V o VI, cuya expansión había quedado irremediablemente frenada con la oficilización del cristianismo, sino con la voluntad de 'explicar' y 'explicarse' las verdades de una fe que distaba mucho de haber sido asumida plenamente por gran parte de la población. Para el autor, esto no excluye que las imágenes negativas vertidas en la predicación contribuyeran a forjar un imaginario colectivo favorable a la discriminación. <br />
<br />
La impresión producida por una lectura atenta de las homilías se confirma en las numerosas epístolas (cartas) que de este Papa se han conservado. Aquí se habla de unos judíos contemporáneos, insertos en la misma realidad que Gregorio, y sobre los que muestra actitudes ambivalentes. Si por un lado recomienda moderación frente a las conversiones forzosas que se estaban practicando en la Galia, y pide que no se hagan referencias negativas al pueblo de Israel, o defiende la licitud del culto en las sinagogas, condenando la destrucción de las mismas, por otra parte se les sigue considerando 'enemigos' de la fe cristiana, y exige rigurosamente que se cumplan las limitaciones legales a que están sometidos. Particularmente intensas son las condenas a cualquier forma de sincretismo entre ambos cultos, lo cual denota la preocupación eclesiástica, explicable en un Papa, por no desarbolar los cimientos de una estructura fuertemente jerarquizada y basada en verdades absolutas como era la iglesia cristiana.<i> "En la cosmovisión gregoriana </i>[...] <i> el judío ocupa un lugar subordinado pero tiene su continuidad material y religiosa garantizada. Es, como señalaba Prosperi, una presencia familiar en Roma. Sus actividades económicas están parcialmente entorpecidas, pero su subsistencia no se encuentra sometida a la necesidad de conversión. Es un otro, pero tiene espacio para serlo.</i>"<br />
<br />
Una pista complementaria de esta integración inicial de las comunidades judías en la sociedad grecorromana del Mediterráneo la encuentra el autor en la epigrafía, donde en los últimos siglos de la antigüedad y los primeros del medievo el uso del hebreo es muy reducido y la onomástica de los judíos se confunde con la de sus vecinos. Tan solo en el siglo IX encontramos ya un uso predominante del hebreo y de los nombres bíblicos, muestra de que <i>"gradualmente, en un proceso de marchas y contramarchas, el judaísmo rabínico forjado en Palestina y en Babilonia, comenzaría a impregnar a los conglomerados judíos de la Península Itálica</i> [...] <i>Gregorio presenció el comienzo de la mutación, debiendo lidiar con comunidades judías variopintas y complejas.</i>"<br />
<br />
Nos encontramos, pues, ante unas evidencias que no permiten conocer en detalle estas comunidades judías, pero que muestran una integración en el medio, sustituída progresivamente por un panorama donde <i>"el propio judaísmo comenzará a mutar hacia un particularismo mayor, tanto por el dinamismo de las comunidades judías de Oriente como por las limitaciones que imponía el medio cristiano en Occidente". </i>Este progresivo distanciamiento y la asunción de clichés negativos sobre lo diferente terminará llevando a Europa al ambiente de intolerancia que aparecería en torno al siglo XI -contemporáneo de la revolución feudal- y se hizo irrespirable ya en el XIV<i> (ver entrada del 16 de febrero Represores... reprimidos )</i>. Un proceso, como indica Rodrigo Leham al referirse a los tiempos del Papa Gregorio, aún lejano, que nos permite atisbar la importancia de una convivencia posible durante siglos.</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-33223335841023533602012-06-23T00:57:00.005+02:002012-06-23T00:57:59.681+02:00Crédito y usura en la Nueva España colonial<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<br />
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9ZkvJOrw2UOH88Es_fyvpLF5SUO48tWRTKlnZOPIQ1ts7bhIK63opqOLVOwY6YiA5PfdwXWhyphenhyphen57MXmwsMleu_bQOQTKE7qOOxs7NA9pa2CcZXIVa25QJxIVAldY5ovzOReIZUhg8H82Q/s1600/Cortes_en_Veracruz.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="261" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9ZkvJOrw2UOH88Es_fyvpLF5SUO48tWRTKlnZOPIQ1ts7bhIK63opqOLVOwY6YiA5PfdwXWhyphenhyphen57MXmwsMleu_bQOQTKE7qOOxs7NA9pa2CcZXIVa25QJxIVAldY5ovzOReIZUhg8H82Q/s320/Cortes_en_Veracruz.jpg" width="320" /></a></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La deriva actual del neoliberalismo ha
situado la banca en el epicentro de la actividad económica. Por eso
nos cuesta en ocasiones imaginar tiempos en que no era así; en que
las finanzas se movían en los márgenes del sistema, sorteando
prohibiciones y condenas legales, y creando imaginativos instrumentos
para satisfacer la demanda de crédito. En cualquier caso, el
depósito y el préstamo ya iban por entonces vinculados
necesariamente a la acumulación de capital y, sin tanta
justificación, a la evasión de impuestos y las corruptelas del
poder.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Uno de los más curiosos e interesantes
ejemplos podemos encontrarlo en el virreinato de la Nueva España,
donde se desarrolló un sistema crediticio en base al intercambio de
cadenas de oro, que compensó la falta de instituciones financieras y
la permanente escasez de moneda. Aparece bien analizado en un
artículo de Pilar Martínez López-Cano (UNAM) <i>La venta de oro en cadenas, transacción crediticia, controversia moral y fraude fiscal. Ciudad de México 1590-1616,</i> publicado en Estudios
de Historia Novohispana, nº 42 (enero-junio, 2010), p. 17-56.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<a name='more'></a></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Aunque pueda parecer extraño, la
América colonial hispana era un mundo rico en oro y plata, pero en
el que apenas circulaba la moneda. Una buena parte del metal se
trasladaba a la Península, para engrosar las arcas reales. Los
particulares acaparaban aún mayor cantidad pero, si podían, no lo acuñaban, ya que
esto suponía pagar una serie de gastos e imposiciones. Tanto la
iglesia como muchos seglares lo atesoraban y lo destinaban a fines
ornamentales. Tampoco existía una amplio mercado de tierras a la
venta, y las actividades agrarias y artesanales muchas veces se
remuneraban en especie.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La base operativa de esta forma de
préstamo radicaba en que existía un mercado para comprar cadenas de
oro al fiado a 17 reales el castellano de oro (0,46 gr.). El valor
legal del mismo era de 16 reales, por lo que se podía revender
inmediatamente la cadena por este precio, menor, comprometiéndose el
tomador a pagar lo adeudado en cuatro meses. Esto proporcionaba al
fiador un beneficio cuatrimestral del 6,25% -un nada despreciable 19%
anual-. Incluso, se podía atraer el dinero de particulares para
invertirlo en cadenas que luego se entregarían a los necesitados de
dinero. Los inversores recibían entre un 7 u 8% anual, lo que
suponía para quien actuaba como intermediario unas utilidades entre
el 11 y 12% anuales. La mayor ventaja es que, aunque se tratase de
una compraventa, este tipo de operaciones no pagaban la alcabala, uno
de los impuestos fundamentales en el sostenimiento de la Monarquía. En cambio, este tráfico no logró sustraerse a las condenas
eclesiásitcas contra la usura, que venían produciéndose en la
Europa cristiana desde la edad media.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Al contrario de lo que ahora sucede,
<i>“en la tradición occidental, la economía no era una disciplina
autónoma, sino un apéndice de la ética... a partir de la Baja Edad
Media, y mucho más en la Edad Moderna, la codicia, de la que
derivaba el afán desmesurado de lucro... y de la que... la usura se
consideraba una hija, sería la gran preocupación de los teólogos.”
</i><span style="font-style: normal;">Esto era reflejo del papel cada
vez más intenso que la riqueza tomaba en el campo de las
distinciones sociales. La jerarquía basada en el linaje y el respeto
estaba siendo progresivamente contaminada por el poder que confería
la riqueza.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Con más razón de la que se le ha
reconocido, la escolástica cristiana señalaba como base de los
intercambio económicos la producción de bienes y servicios. Estos
era lo que justificaba el precio de las cosas y el beneficio obtenido
por quien las proporcionaba. La usura -el sobreprecio por el préstamo
de dinero- era condenable, ya que se basaba en una mera entrega y
retorno de algo que no constituía un bien en si mismo. Lo que se
pagaba era el 'tiempo' y éste no resultaba algo tangible y real para
la mentalidad del medievo. Por otro lado, los teólogos señalaron,
acertadamente, que tal intercambio constituía siempre una relación
desigual, con el tomador como parte más débil. La persecución de
la usura se incorporó a la legislación real y la doctrina jurídica.
Además de un pecado, constituyó un delito. Pero la realidad era
tozuda, y el ansia o la necesidad de los particulares les movía a
exigir dinero inmediato que pudiera ser retornado más tarde. Y nadie
se arriesgaba a proporcionarlo si no era contra la obtención de un
beneficio. <span style="font-style: normal;">La difusión del
préstamos a través de la compra al fiado de cadenas vino a
coincidir con la reactivación económica a finales del siglo XVI, la
consolidación de un potente grupo de mercaderes a través del
Consulado de México y la explotación de las minas de San Luis
Potosí. </span>
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
La Iglesia de la Nueva España hizo a
menudo esfuerzos por contener el desarrollo del préstamo con usura.
No solo excitando a las autoridades virreinales para que actuaran
contra él, sino recurriendo a las denuncias desde el púlpito, la
dirección espiritual y el confesionario. Debían resultar en alguna
medida efectivas <i>“como nos lo indicarían las restituciones que
muchos fieles ordenaban en su testamento”</i><span style="font-style: normal;">.
En cambio, no se conoce de ningún proceso por usura en la
jurisdicción real, y muy pocos en la eclesiástica, lo que viene a
demostrar que, al menos en el mundo de la justicia, las autoridades
eran plenamente conscientes de la necesidad de fomentar las
operaciones de crédito.</span> Fue en el ámbito
de los concilios provinciales, en las reuniones donde el clero se
movía en un discurso propiamente ideológico y disciplinar, donde se
renovaron periódicamente esta clase de pronuncaimientos. Para animar a la Corona a intervenir, los enemigos de estas formas de crédito afirmaban que, dados sus altos beneficios, <i>"repercutía
en un alza generalizada de los precios, que provocaba el
empobrecimiento general del reino, la ruina de las actividades
productivas, y, por consiguiente, afectaba al real fisco, es decir a los
ingresos que la Corona percibía de las alcabalas que gravaban las transacciones mercantiles." </i>Son cuestiones que en la actualidad no resultan tan ajenas al debate entre economía financiera y economía real.
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-style: normal;">Las
críticas a la usura no dejaron de suscitar debate y argumentos
contrarios. Sobre todo cuando se trataba de fijar el precio de
objetos como las cadenas de oro. Los mismo teólogos admitían que
podían existir varios precios en el mercado para estos productos
cuyo valor no estaba tasado por la autoridad. Sin embargo, siempre
sostuvieron que, por encima de un precio 'máximo' o “<i>riguroso</i>”,
se entraba en el terreno de la injusticia, y existía obligación de
restituir el beneficio moralmente ilícito. Sabían distingir
-aunque no medir en la práctica- lo que constituía un beneficio
incluso alto para el comerciante y lo que respondía a un 'abuso de
posición dominante'. Los márgenes de beneficio que dejaba la
compra-venta de cadenas de oro por este sistema </span><i>“hacían
que gran parte de la sociedad se endeudase por este procedimiento </i><span style="font-style: normal;">[lo
que]</span><i> favorecía un cierto desorden social”</i><span style="font-style: normal;">.
También resulta interesante notar que, en esta época, no preocupaba
al alto clero tanto la infelicidad que estos mecanismos podían
provocar entre los más humildes, sino porque era “</span><i>la
gente 'principal' del reino, la que se arruinaba y acababa'”, </i><span style="font-style: normal;">para
beneficio de </span><i>“los mercaderes, regatones o intermediarios”
</i><span style="font-style: normal;">. Era la lucha de clases entre
nobleza y burguesía lo que motivaba sus críticas, y no tanto el
afán de justicia social tantas veces enunciado.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Frente a las
denuncias de fraude para el Tesoro real y la preocupación de las
autoridades de Madrid, los virreyes y la Audiencia de México
alegaron repetidamente que era una práctica muy extendida, que
difícilmente se podía erradicar, que cobrar la alcabala acabaría
trayendo más daño que beneficio, y que constituía una necesidad
para el funcionamiento de la economía novohispana. De manera
significativa, la primera en deshacerse del oro antes de acuñarlo
era la propia Real Hacienda, que prefería entregarlo a particulares
a cambio de reales de plata, para ahorrarse el precio de labrarlo,
cubriendo así a menor costo los<i> 'situados'</i>, o cantidades que se
debían enviar a las distintas zonas del virreinato para hacer frente
a los gastos de defensa y administración. El afán por controlar y
obtener ingresos del negocio financiero conllevaba,
contradictoriamente, la necesidad de hallar un modo de legalizarlo
pese a las sanciones eclesiásticas. Se autorizó finalmente a ocho notarios públicos registrar este tipo de operaciones, lo que permite al autor constatar que la frecuencia de esta práctica y sus elevados márgenes de beneficio que denunciaban los eclesiásticos eran auténticos. También se comprueba que <i>"que en estos años coexistían diferentes tasas de interés, mucho más bajas en el financiamiento a largo plazo, con garantías hipotecarias, caso del 5% que fijaba desde 1608 la legislación para los réditos del censo<br />consignativo, que en el corto plazo, que no estaba regulado,</i>" </div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Como suele suceder, las operaciones especulativas acababan por contaminar todo el sistema, y <i>"las tasas de interés que se practicaban en las operaciones de metales preciosos, en cualquiera de sus modalidades, servían de referencia para otras transacciones crediticias, muchas veces escondidas o simuladas en escrituras de préstamo o de compraventa."</i>. Y frente a la imagen popular del usurero como individuo específico, marcado por la avaricia, y dedicado fundamentalmente a vivir del préstamo, el panorama que nos ofrece la documentación, incluso las denuncias ante la autoridad, resulta bien diferente: <i>"estos mercaderes de oro eran al mismo tiempo mercaderes de plata, y no eran otros que los grandes mercaderes de la ciudad de México, con tratos con la Península Ibérica, Filipinas y Perú, es decir en las rutas más importantes del comercio con el exterior en estos años. Desde luego que en las denuncias se evita identificarlos con precisión y criticarlos frontalmente, pero los datos que se ofrecen sobre sus actividades comerciales, nivel de fortuna, redes crediticias y montos involucrados en las operaciones, no dejan duda de que se trata de los grandes mercaderes de la ciudad de México." </i>Crédito y especulación iban unidas. Se trataba tan solo de operaciones en que los principales capitalistas de la colonia mexicana buscaban la maximización del beneficio y el mejor empleo de las sumas ganadas inicialmente a través de otras formas de comercio. Fue la propia importancia social y económica de este poderoso grupo de mercaderes la que impidió tomar las medidas que reclamaba el mismo arzobispo de México. Como en la actualidad, todos ellos resultaban ya "demasiado grandes para caer", aunque lo exigieran las primeras autoridades del reino, o aunque el estado se encontrara dirigido por un monarca absoluto que hacía de la fe católica el principio ideológico básico de su autoridad. Las finanzas, todavía situadas en los márgenes legales del sistema, se habían hecho ya demasiado imprescindibles y poderosas.</div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-28911629200333715652012-06-18T00:34:00.001+02:002012-06-18T00:37:11.514+02:00Uruguay: neoliberalismo y dictadura<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<br />
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrakkkZiEmIIP0xwgK3OqmycmERckgJZ7vfAlswd4i2TlnvEtmAdgBjxifjtG3-2RhH_PNSiYwa4yx54zMSkjMExF0BwRiGt4HhEAdEIa_xvYK0e_k6EpGj7yjo2vDTNQ4XlmJccnkI6o/s1600/Dictadura-uruguaya.bmp" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="192" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrakkkZiEmIIP0xwgK3OqmycmERckgJZ7vfAlswd4i2TlnvEtmAdgBjxifjtG3-2RhH_PNSiYwa4yx54zMSkjMExF0BwRiGt4HhEAdEIa_xvYK0e_k6EpGj7yjo2vDTNQ4XlmJccnkI6o/s320/Dictadura-uruguaya.bmp" width="320" /></a></div>
La difusión del modelo económico
neoliberal durante los años setenta y ochenta fue acompañado en
algunos estados por la supresión de las libertades democráticas. En
ocasiones así, las nuevas medidas socioeconómicas actuaron de
cobertura ideológica al formularse como una promesa de desarrollo
nacional. El profesor Jaime Yaffé, de Montevideo, ha estudiado su
impacto en Uruguay durante el período dictatorial (<i>Economía y
dictadura en Uruguay, una visión panorámica de su evolución y de
sus relaciones con la economía internacional (1973-1984). </i><span style="font-style: normal;">Revista de
Historia (Universidad de Costa Rica), nº 61-62, enero-diembre 2010, pp. 13-35)</span><i> </i><span style="font-style: normal;">en
un artículo válido para muchos otros países, que muestra
resultados de una nitidez sorprendente.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<a name='more'></a><br />
A menudo se ha
querido presentar los regímenes militares latinoamericanos como el
simple resultado de estrategias nacionales e imperialistas motivadas
por el deseo de aplicar la nueva política económica. Cumplirían
una función precursora, prolongada luego por los gobiernos
democráticos que les sucedieron. Habrían así abierto el camino
para configurar la actual realidad de los mercados al sur del
continente. Por eso es tan importante tener una visión global de
cual fue su desempeño económico y las consecuencias del mismo en el
medio plazo.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Las conclusiones
del profesor Yaffé indican que la economia uruguaya inició un
crecimiento marcado entre 1975 y 1981, para entrar en crisis tras
1982, lo que coadyuvó al descrédito y fracaso de la dictadura. Este
crecimiento, del 118%, fue “<i>levemente superior al que se produjo
en los 17 años anteriores (111%), pero notoriamente inferior al
producido en los 20 que siguieron a la dictadura (171%)”. </i>La
recesión de los tres años finales devolvió los niveles de
producción a los niveles de 1978 que, de todas formas, eran un 20%
superiores a los de 1973, año del golpe de estado que llevó a los
militares hasta el gobierno. El motor fundamental de este progreso no
constituyó, en cambio, ninguna novedad, ya que se mantuvo el
retroceso anterior del sector agropecuario, el crecimiento moderado
del sector industrial manufacturero y un fuerte aumento del sector
terciario, en concreto del mundo financiero, que pasó del 4 al 8%
del PIB nacional. Uruguay se movía, pues, en la línea marcada por
la 'nueva economía' que impulsaba el planteamiento neoliberal y que
se presentaba como una auténtica promesa de futuro. Uno de los
elementos que corroboraban la dinámica del proceso fue un importante
grado de bancarización de la economía, con una estabilización en
el volumen de los medios de pago corrientes y un perceptible
incremento de los depósitos procedentes del ahorro y la inversión.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
También se
modificaron los mercados externos dle Uruguay, con “<i>una
espectacular caída de la importancia de los destinos europeos (que
pasa del 62 al 22% del valor total de las exportaciones corrientes).
En contrapartida aumentan las exportaciones a Argentina y Brasil”
</i>También cayeron las importaciones europeas, y se mantuvieron
bastante estables las procedentes de otros países vecinos o Estados
Unidos, pero no resulta muy significativo, dado el aumento del peso
de las importaciones petrolíferas, fruto de las crisis de 1973 y
1979, en línea con lo que ocurría en todo el mundo desarrollado.</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Los resultados, en
conjunto, no reflejaron todas las promesas puestas en el nuevo
sistema. Es cierto que se superó un periodo de estancamiento
anterior, pero la crisis financiera de finales del periodo acabó por
poer fin a la bonanza <i>“barriendo con todos los beneficios del
crecimiento cuando estos ni siquiera habían impactado positivamente
sobre los niveles generales de bienestar colectivo.” </i>La
economía conoció un proceso de apertura externa, pero las
importaciones crecieron a un ritmo superior a las exportaciones y al
propio PBI, generando endeudamiento, <i>“una situación con déficit
comercial casi permanente que no fue compensado or el resto de las
transacciones no financieras”, </i>agravado por el hecho de que
<i>“sólo una parte menor de estos flujos estuvieron constituidos
por inversiones extranjeras directas en el sector real de la
economia.” </i>Los capitales aplicados en el creciente sector
financiero no crearon significativamente empleo y, en cambio,
incrementaron los niveles de endeudamiento externo, como sucedió en
otros casos latinoamericanos por la misma época.
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Lo más interesante
es que el tamaño del Estado no disminuyó, en contra de lo
predicado. Todo ello provocó una tasa de inflación elevada que no
logró ser controlada en ningún momento, mientras se incrementaba el
desempleo. <i>“Los valores reales de los salarios cayeron en picada
desmintiendo toda especulación acerca de los supuestos automatismos
del mercado cuando los trabajadores son privados de sus
organizaciones.” </i>Esta economía altamente dolarizada y
endeudada con el exterior fue sacudida por la salida masiva de
capitales y las crisis financieras externas de México y Argentina.
Los militares y sus colaboradores civiles <i>“se abocaron, con la
asistencia del FMI, a asegurar la supervivencia del sistema
financiero. Y efectivamente lo lograron (...) La banca había
sobrevivido al temporal financiero que hizo estragos en las variables
reales de la economía”</i>.
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
Tras leer estas
páginas, y teniendo en cuenta lo que constatábamos en la entrada
anterior sobre la economía de Estados Unidos y lo que está
sucediendo actualmente en la economía europea, no resulta difícil
percatarse de que Uruguay constituyó, no un mal ejemplo, sino un
discípulo aplicado de los nuevos vientos que han soplado sobre la
economía mundial en los últimos cuarenta años. Independientemente
de los sistemas democráticos o dictatoriales en que se implantara,
la '<i>nueva economia'</i> parece haber arrojado resultados
similares, con el despliegue inicial de nuevas formas productivas,
pero con un crecimiento limitado del comercio, la industria y el
empleo, fuerte endeudamiento exterior y una influencia del sector
financiero que conllevaba dependencia de las crisis externas y de los
organismos prestatarios. Un Estado que no se reducía sino que se
ponía al servicio de los pujantes intereses bancarios. Paralelismos
demasiado evidentes para ser pura coincidencia.</div>
</div>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-47417165128099111302012-05-31T01:07:00.001+02:002012-06-01T17:32:10.958+02:00El modelo americano<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiREk-PTU1Jfjq_a_wx2HZt_fCF3CAse90XM4tjM6iudkLPT-wh6KVZPEqq3ZuPjqS844y4Sxg_urawyVmCUijW9XPGc1XiXzVK3lXThpykxLqyqhvYj9V_cbNJkYE4H5rPxh9dc5bHyT4/s1600/empleo0504-1000.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="234" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiREk-PTU1Jfjq_a_wx2HZt_fCF3CAse90XM4tjM6iudkLPT-wh6KVZPEqq3ZuPjqS844y4Sxg_urawyVmCUijW9XPGc1XiXzVK3lXThpykxLqyqhvYj9V_cbNJkYE4H5rPxh9dc5bHyT4/s320/empleo0504-1000.jpg" width="320" /></a></div>
La crisis financiera que sacude desde el 2008 a los países de la OCDE, y particularmente ahora a los de la periferia europea, se está intentando resolver mediante ideas extendidas por la reformulación neoliberal del capitalismo a partir de los años 70. Un pensamiento que surgió ante ciertas alarmas encendidas en el que parecía imparable crecimiento de la economía norteamericana.<br />
<br />
Desde entonces, las medidas económicas aplicadas en Estados Unidos se han convertido en el modelo a imitar por los países que quieren seguir en la cresta de la ola del desarrollo capitalista. Éste fue el espejo en el que se miraron los socialdemócratas alemanes para reformar su estado del bienestar, y constituyen la <i>'dura pero necesaria medicina</i>' que se quiere implantar en los estados deudores del sur de Europa, a imagen y semejanza del éxito germano. También fue el modelo que inspiró los acuerdos económicos que se trató de imponer a los países de América Latina.<br />
<br />
Todo esto tendría su lógica si desde los años 70 los indicadores económicos de Estados Unidos mostraran claros síntomas de mejora en factores esenciales para el bienestar de amplios sectores de su ciudadanía. Pero no parece ser así. Al menos, eso es lo que resume un artículo de Dídimo Castillo Fernández, profesor de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, aparecido en 2007 -punto álgido de la bonanza económica reciente- bajo el título <i>Hegemonía y modelo laboral de Estados Unidos, </i>en <i>Crisis de hegemonía de Estados Unidos </i>de Marco A. Gandásegui ( México: Siglo XXI ed., 2007). El profesor Castillo llamaba la atención sobre aspectos muy reveladores, y alarmantes, de ese modelo.<br />
<br />
<a name='more'></a>A principios de los años 70 lo que peligraba no era tanto el crecimiento económico del planeta como la tasa de beneficio de las empresas en los países desarrollados. Algo lógico, ya que en el decenio inmediatamente anterior habían aparecido<i>"nuevos actores componentes del sistema mundial" </i>debido a la descolonización, al retorno al mercado mundial de estados como el Japón o Corea, y a la elevación del precio de las materias primas. Dentro de la lógica capitalista, es precisamente una reducción de este concepto (el beneficio de los inversores) lo único que no debe tolerarse, así que se tomaron medidas, con la vista puesta en el reforzamiento del libre mercado y la maximización de dicha tasa. El éxito ha sido tal que <i>"el modelo laboral estadounidense -con todas sus consecuencias- se colocó como el referente de la modernización occidental."</i><br />
<br />
¿Cómo se configuró dicho modelo? Es bien conocido que mediante la máxima liberalización de los mercados, la desregulación de los procesos de producción y la legislación laboral, y disminuyendo la redistribución de beneficios por la vía salarial y por la vía de las prestaciones sociales. Al mismo tiempo, se redujo la tasa fiscal a las rentas más altas<i> </i>y se recurrió al endeudamiento sistemático del sector público y privado (ver entrada del blog del día 16 de abril de 2011 )<br />
<br />
¿Cuales han sido los resultados? Para los portavoces del sistema, un éxito absoluto, gracias a la globalización, con la integración de millones de productores y consumidores de los antiguos estados comunistas, con el abaratamiento de los productos de consumo, con la expansión de la industria en estados asiáticos que representan el 50% de la humanidad, y con una economía americana que crea empleo y ha recuperado su capacidad de producir beneficio e inversión<br />
<br />
Para Dídimo Castillo el panorama real es bien diferente. El PIB de Estados Unidos era el 50% del total planetario al final de la Segunda Guerra Mundial. Entre 1960 y 1980, cuando se creyó vivir una grave crisis, pasó del 35 al 22%, pero en el año 2000 tan sólo había ascendido al 23%. En contraste, otros muchos estados aumentaron sustancialmente su participación. Sólo la Unión Europea quedó por detrás entre los más desarrollados.<br />
<br />
Uno de los mitos de la economía neoliberal es la capacidad de ofrecer puestos de trabajo. El desempleo estadounidense declinó durante los años 80, no porque hubiera un crecimiento económico más rápido, sino porque hubo un crecimiento más lento de la fuerza laboral. La tasa de ocupación ha seguido ampliándose muy despacio, y la población activa sólo pasó del 62,8% al 64,4% en los años 90, lo que demuestra que absorbió muy poco paro. Eso si, la economía americana ha incrementado mucho su productividad, gracias a que los trabajadores americanos trabajan más horas al año que sus homólogos de otros paises desarrollados, casi todos por encima de las cuarenta horas semanales y con menos de dos semanas de vacaciones anuales.<br />
<br />
Y por lo que hace a la calidad de vida, se ha asistido a un incremento de los empleos precarios, con una creciente parte de la población entrando recurrentemente en las listas de parados y contentandose con sueldos mínimos. Además, en una economía donde cada vez predomina con más fuerza la empresa con sólido soporte financiero, <i>"el trabajo independiente, autónomo o por cuenta propia, tiene poco peso en la estructura ocupacional de Estados Unidos"</i>. Así, se ha alcanzado el dudoso honor de tener la mayor desigualdad salarial de todos los países de la OCDE. La brecha entre mejores y peores sueldos se había reducido fuertemente en los años 40, y se mantuvo reltivamente estable hasta los 70, pero a partir de las reformas emprendidas por el presidente Carter, ampliadas por Ronald Reagan, la brecha volvió a los niveles de los años 30 y desde entonces no ha dejado de aumentar. El año 2000, el 47,4% de los ingresos acabaron en manos del 20% superior de las familias, mientras el 20% más pobre tan solo recibió el 4,3% de los beneficios salariales. La pobreza ha aumentado, hasta el 12,5% en el año 2000, pero lo más importante es que en el año 2006 -en una fuerte etapa de crecimiento- el 31,1% de las familias tan sólo percibía ingresos inferiores al doble del umbral de pobreza; se movían por tanto, en el límite inferior del bienestar. El 20% de los niños menores de seis años eran pobres, con la más alta proporción de pobreza permanente entre los países de la OCDE.<br />
<br />
Otro de los aspectos sobre el que han alertado diversos estudiosos es que en Estados Unidos, y en otros muchos países que han adoptado el mismo sistema de relaciones económicas, el llamado 'sueño americano' ha perdido vigencia, se ha detenido el ascensor social que llevaba, a través del trabajo o los estudios, a beneficiarse en mayor medida del sistema. Hoy esto ya sólo es posible excepcionalmente y cunde la sensación de que nuestros hijos no vivirán mejor que sus padres.. <br />
<br />
Y estos preocupantes datos no afectan sólo a Estados Unidos. El crecimiento de la economía global en su conjunto ha experimentado una disminución sostenida durante los últimos decenios, con tasas del 3,6% anual en la segunda mitad de los 80, de 2,3% en los años 90 y aún más bajas tras el año 2000, rozando el 1% en el primer decenio de este siglo, si lo que tenemos en cuenta es el PIB per cápita mundial. Esta falta de crecimiento, se ha notado, por supuesto, en los países más pobres, cuya renta sólo creció el 25,9% entre 1960 y el año 2000, mientras los más ricos veían aumentados sus beneficios en un 183,2%. La globalización, y la dependencia económica internacional, lejos de conseguir un efecto homogeneizador, <i>"ha mostrado una mayor polarización en núcleos y bloques económicamente diferenciados". </i><br />
<i><br /></i><br />
Lo que no señala el profesor Castillo es que todo esto se ha producido en el marco de un progresivo dominio del capitalismo financiero sobre el industrial o comercial. Hoy día, por cada dólar invertido en estas últimas actividades, se mueven 70 en los circuitos estrictamente financieros, la mayoría dedicados a inversiones especulativas. Ni tampoco dice que buena parte de la población no ha percibido hasta ahora en toda su crudeza los problemas del sistema porque, o bien se maneja en niveles de pobreza similares a los del pasado, o bien se ha beneficiado del abaratamiento de ciertos productos y servicios y, sobre todo, de la enorme capacidad para el crédito y el endeudamiento que ha proporcionado esta economía financiera. Es ahora cuando los retornos esperados del capital comienzan a ahogar dichas capacidades.<br />
<br />
Desgraciadamente, los sesudos análisis de nuestros intelectuales no ofrecen perspectivas claras y modelos alternativos que podamos confrontar en el futuro. El profesor Inmanuel Wallerstein, un clásico de la historia económica que citaba en la anterior entrada de este blog, y a quien también hace referencia el profesor Castillo, señalaba hace unos años <i>"el carácter incierto de la dinámica actual del capitalismo (...) quizá un nuevo sistema (o una multiplicidad de sistemas) que sea (o sean) enormemente desiguales y jerárquicos, o uno que sea enórmemente democrático e igualitario. Todo dependerá (...) de la capacidad de quienes prefieren una u otra opción para estructurar la estrategia del cambio social y político". </i>En resumen, que se trata de un combate político y que las posibilidades están tan abiertas que nada puede preverse. Más bien me inclinaría a pensar que del lado de la segunda opción está el deseo de que así ocurra, y del lado de la primera, la tozuda realidad del poder que sigue proporcionando el liderazgo a los partidarios del actual sistema en el 2012, y quizá por muchos años, porque, como señala el profesor Castillo <i>"el capital suele gestionar las crisis, aunque no necesariamente las resuelve"</i>.</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-1078341659178891642012-05-27T20:33:00.000+02:002012-05-29T12:03:45.765+02:00La Conquista de China.<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhGMFFVHcmoj_KVdDtGaxIuVDFFx-ow0p-uzDVMkLkMQoLbnKmTWTQSHSXIMdWodS7vYTdvbRzt06bJpxuFQ5bV1pbB8is1jzZtpj8caiEZLbQur1Rm5vl19cs07qMMqSqu0aVr2hluYlE/s1600/Jesu%C3%ADtas+en+China..jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="284" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhGMFFVHcmoj_KVdDtGaxIuVDFFx-ow0p-uzDVMkLkMQoLbnKmTWTQSHSXIMdWodS7vYTdvbRzt06bJpxuFQ5bV1pbB8is1jzZtpj8caiEZLbQur1Rm5vl19cs07qMMqSqu0aVr2hluYlE/s320/Jesu%C3%ADtas+en+China..jpg" width="320" /></a></div>
Uno de los términos económicos y geopolíticos hoy más populares es el de 'globalización'. Un fenómeno que sólo puede parecer nuevo a los ciudadanos de los estados occidentales que hasta ahora no habían padecido sus consecuencias negativas. Pero la globalización de las actividades humanas comenzó mucho antes. Tanto, que hace ya cuarenta años Immanuel Wallerstein pudo proponer el concepto de 'economía-mundo' para comprender el alcance de los intercambios durante el siglo XVI. La época de los Grandes Descubrimientos y de la Conquista fue también la época de la primera gran interacción continental de la economía. Una interacción que, como casi siempre, no se realizó en el aséptico marco del libre juego de oferta y demanda, sino que fue acompañado de la violencia y la conformación de aparatos de estado que aseguraran una determinada distribución de los beneficios. <br />
<br />
Al hablar de esa época, solemos pensar inmediatamente en la Conquista americana, pero también África y Asia jugaron un importante papel en la aparición de esta primera 'economía-mundo'. Este es el tema de un interesante libro que analiza la documentación conservada sobre las relaciones de la Corona española y la China en la segunda mitad del siglo XVI, escrito por Manuel Ollé. profesor de historia y cultura chinas en la Universidad Pompeu Fabra,<i> La empresa de China. De la Armada Invencible al Galeón de Manila. </i>(Barcelona: Ediciones Acantilado, 2002). El aspecto más fascinante de este libro es comprobar hasta qué punto, tras el derrumbamiento de los imperios inca y azteca, algunos castellanos sobrevaloraban su propia capacidad de adueñarse del mundo que llegaron a plantear, seriamente, a su monarca la conquista del Celeste Imperio con una fuerza de apenas sesenta hombres.<br />
<a name='more'></a><br />
<br />
Es evidente que tal majadería tan sólo podía hacerse desde un profundo desconocimiento de lo que allí podían encontrar. A nadie parecía importar tal ignoracia, y con buenos argumentos, ya que las empresas de Cortés y Pizarro se habían iniciado con un conocimiento todavía menor y no constituyó un obstáculo para alcanzar el triunfo final. La interacción real entre España y China comenzó tras la también espectacular conquista de las islas Filipinas, cuando un par de cientos de españoles, llegados con Legazpi (que se había lanzado a ello sin saber siquiera cómo retornar a las costas mexicanas) lograron hacerse con el control (al menos teórico) de un gran archipiélago con siete mil islas situadas al otro lado del océano más extenso del planeta y en el corazón del Extremo Oriente. <br />
<br />
A partir de este enclave, pudieron empezar a tener noticias, nunca muy precisas, de la China imperial de los Ming, aunque restringidas a las provincias costeras del sur, especialmente las de Guangdong y Fujian. Los portugueses ya habían establecido el contacto antes, a través de Macao, en la década de 1560, La muy desarrollada burocracia provincial china trabajaba en colaboración con poderosos grupos de presión mercantiles, y pronto aparecieron líneas divergentes de actuación. Mientras una parte de la misma veía con ojos favorables la obtención de acuerdos estables con los portugueses, los responsables militares, temerosos de las injerencias extranjeras, preconizaban una postura de aislamiento siempre que fuese posible. Los muy influyentes mandarines encargadosde la administración de justicia, menos directamente implicados, solían mantener una posición “más ambigua y posibilista”. <br />
<br />
Tras la expulsión de la dinastía Yuan (los mongoles descendientes de Genjis Jan, más abiertos al contacto exterior), los Ming representaban una reacción nacionalista que regresó al modelo de unas relaciones ritualizadas con los extranjeros. En el siglo XV se habían potenciado los viajes de grandes flotas por el océano Indico, pero siempre en el marco de la sumisión de los prínciples locales y la entrega de tributos reverenciales al Celeste Imperio. Una decisión dinástica, a contrapelo del incremento generalizado de circulación de productos y minorías dirigentes, mercantiles y administrativas, desde Irán hasta Corea, que ha sido precisamente calificada como 'la era del comercio', pero que se explica también porque la apertura del Gran Canal, la espléndida obra de ingeniería que unía el norte y el sur de la China e incrementaba la navegación por sus imponentes ríos, hacía mucho menos necesaria la navegación marítima para la supervivencia y el comercio interior del imperio; se vieron así mucho más los peligros que las ventajas de los contactos externos. Los vecinos asiáticos tenían un desarrollo económico modesto y no justificaban las grandes inversiones realizadas en una flota de alta mar. En esas condiciones, potenciar los contactos económicos con el extranjero era ponerse en las manos de quienes si dispusieran de tales navíos. <br />
<br />
Las prohibiciones imperiales al comercio no hicieron sino desarrollar la piratería y el contrabando. Estas actividades tenían poco de anárquicas, ya que solían estar dominadas por grandes figuras como Ji Feng, capaces de reunir hasta 1.200 naves en las zonas costeras que controlaban. Precisamente en esta zona de sureste tenía más sentido el desarrollo de una economía marítima, ya que la configuración montañosa del relieve dificultaba enormemente las comunicaciones con el resto del Imperio. Tras el fracaso de los hombres enviados a reprimir estas actividades, en 1567 se relajaron las prohibiciones en la provincia de Fujian, creando una especie de primitiva 'zona especial' que permitía la libre salida de los juncos chinos. "Sin embargo, en todos los casos se mantenía una restricción absoluta al comercio con los japoneses, por lo que ese comercio lo seguían monopolizando desde Macao los portugueses en una provechosa tarea de mediación."<br />
<br />
Esto permitió el desarrollo del enclave español en Manila, donde los comerciantes llegados de México hacían acopio de las mercancías que se encargaban de traer los comerciantes chinos, y luego las reexpedían al continente americano, una vez descubierta por Urdaneta la ruta del 'tornaviaje' a través del Pacífico. Este comercio comportó un flujo migratorio de chinos hacia Manila, que crearon su propio barrio, el Parián de los 'sangleyes'; se convirtieron en un motivo de temor para la escasa población española y en objeto de diferentes abusos y discriminaciones. Los pesos de plata mexicanos se hicieron habituales en el Imperio chino y sustituyeron el uso de la plata sin acuñar.<br />
<br />
El impacto de los conquistadores en la economía filipina había sido, en cambio, más destructivo que constructivo. Los malayos tenían una economía de subsistencia, y ahora habían aparecido dos grupos consumidores y no productores, los españoles y los comerciantes chinos, lo que provocó un grave déficit de arroz y otros alimentos. Los gobernadores también reclutaron guerreros indígenas para sus campañas en el archipiélago o los territorios vecinos, disminuyendo la mano de obra disponible. Los conflictos entre clérigos y encomenderos por controlar a los productores nativos, y la necesidad de asegurar los suministros hicieron aún más apetecible la posibilidad de expandir las conquistas hacia el territorio chino.<br />
<br />
Es bien conocido el temor de la corte de Felipe II a que la nueva vía de comercio abierta en Filipinas supusiera una salida neta e importante de plata americana hacia Asia, y que limitara el desarrollo del tráfico sevillano. Madrid optó por entregar todo el comercio con Asia a mercaderes avecindados en las islas, que sólo podían comunicarse con el resto del Imperio a través de un barco anual que debía obligatoriamente atracar en el puerto mexicano de Acapulco, donde dio origen a una importante feria. Esto limitó extraordinariamente las posibilidades de la colonia, pero garantizó el enriquecimiento de algunos y el funcionamiento general del sistema. Por las mismas fechas, la unión dinástica con Portugal acentuó las posibilidades expansivas de los castellanos en Manila y, al mismo tiempo, la pugna con los portugueses de Macao para establecer la primacía en la zona. <br />
<br />
En los planes para conquistar China se unían, como tantas veces, la estrategia del imperio, las ambiciones de los pequeños nobles y comerciantes y los planes misionales de los clérigos en el que se consideraba el más extenso y poblado de los reinos conocidos. Dadas las escasas expectativas de negocio en las propias islas, resultaba evidente que eran China donde se hallaba la fuente de su riqueza. Mejor, por tanto, controlar el origen de la misma que seguir aplicando fórmulas comerciales indirectas (grave error de perspectiva que ingleses y holandeses pondrían de manifiesto a lo largo de los siglos XVII y XVIII, cuando obtuvieron altos beneficios de territorios que no dominaban políticamente, como la propia Monarquía Hispana). <br />
<br />
Fue el propio López de Legazpi quien preparó el primer proyecto de expedición a China, ante la insistente demanda de los frailes agustinos que le habían apoyado en la conquista de Filipinas, y que reclamaban la exclusiva de evangelizar tanto este archipiélago como el imperio continental. El rey Felipe II ordenó enviar una expedición informativa al mando del capitán Juan de la Isla, pensando incluso en conseguir otra ruta de 'tornaviaje' más cómoda que la de Urdaneta, ya que se pensaba que China estaba muy próxima a las tierras americanas, a través del mítico estrecho de Anián. Finalmente tal expedición no pudo llevarse a cabo pero, mientras tanto, fue presentado un nuevo proyecto a cargo del escribano real Hernando Riquel quien, pese a considerar que estaba bien preparada para la guerra, con fortificaciones y artillería, “afirmaba que China podía ser conquistada <<con menos de sesenta buenos soldados españoles>>...”.<br />
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Tuvieron un brusco despertar de sus ensueños sobre lo fácil que resultaría esta empresa cuando Manila fue atacada en 1574 por el pirata Li Feng (Limahon para los cronistas hispanos) con miles de hombres. El nuevo gobernador, Guido de Lavezares pudo defender la ciudad hasta la llegada de Juan de Salcedo, sobrino de Legazpi, con las fuerzas que combatían en el interior de Luzón. Inesperadamente, mientras los españoles atacaban la fortaleza establecida por Li Feng en Pangasinán, apareció el responsable de la defensa costera de Fujián, en dos juncos imperiales, lo que permitió el primer contacto oficial. Los españoles solicitaron un enclave en territorio continental o una isla próxima, similar al que disfrutaban los portugueses en Macao. Los chinos intentaban reconvertir a su ordinario sistema ritualizado de relaciones lo que había sido un contacto excepcional. Desde China, “los europeos eran vistos como una comunidad mercantil más entre las presentes en Asia Oriental, asimilados a pueblos del área en su tratamiento...”. Para ellos constituyó una gran decepción que, cuando devolvieron la visita, los castellanos no correspondieran al despliegue de banquetes y regalos con que fueron acogidos los embajadores hispanos, ya que en Manila no se deseaba que los chinos lo confundieran (como harían seguramente) con un tributo. Los chinos, a su vez se negaron a entregar los regalos que portaban para no poner a su emperador en una situación humillante. <br />
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El siguiente proyecto de conquista, formulado por el propio gobernador Francisco de Sande, estimó que, dada la situación, harían falta más fuerzas, pero se contentaba con entre cuatro y seis mil hombres, que podían reclutarse en los virreinatos de México. Ellos mismos correrían con los gastos de una expedición que se esperaba fuese altamente rentable. Con la conquista de una provincia costera se podría obtener una base suficiente para iniciar luego la de todo el Imperio. Para Sande, la conducta inmoral de los chinos justificaba plenamente esta guerra de agresión, ya que éstos “tomaban hijos ajenos para cometer estupro, que robaban, mataban y reunían todos los vicios y pecados.” En cualquier caso, su experiencia con las embajadas le permite agregar con cinismo que resultaría fácil hacer que los chinos les injuriasen y dieran motivo de conquista. Sande, como buen conquistador del siglo XVI, no sólo se ve capaz de acometer la 'empresa de China', sino que también propone a sus castellanos para sacar a los portugueses de los aprietos en que se hallan frente a los musulmanes de Malaca. Los considera débiles e incapaces de detener el avance del Islam por aquellas tierras, en buena medida porque muchos son mestizos, sin la suficiente 'pureza de sangre' cristiana.<br />
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Como en tantas otras cuestiones, también en Castilla había opiniones contrarias a este sistemático recurso a la violencia. Muy pronto, ya en 1577, publicaba Bernardino de Escalante su Discurso de la navegación, donde “se sitúa en contra de este tipo de iniciativas bélicas y aboga por emprender una embajada pacífica, a la manera de la que estaba ya en curso de preparación impulsada por los frailes agustinos de Filipinas...”. El Rey Prudente demostró en esta ocasión serlo y ordenó un proyecto de embajada que finalmente no pudo llevarse a cabo ante la oposición del virrey de Nueva España y el gobernador de Filipinas. <br />
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A pesar de que Felipe II tomó en 1580 el título de rey de Portugal, la comunicación entre Manila y Macao siguió prohibida. La Monarquia Hispana había logrado abrazar ambos extremos del globo, pero la naturaleza federal de su estructura política impedía cerrar el circuito militar y económico justo allí donde debía haberse consumado la unidad. Castellanos y portugueses se mantendrán en la costa de China e Insulindia como feroces rivales. Se intentó incluso que los chinos no conociesen la nueva situación ante la fama de espias y agresores que habían adquirido los españoles debido a los rumores propagados desde Macao. Todo ello cuando ambas colonias apenas contaban con unos cientos de miembros diseminados por la formidable extensión que va desde Malasia a Nagasaki. Hay que añadir además las rivalidades entre las órdenes religiosas e incluso dentro de las propias órdenes, como fue el caso de los jesuítas, divididos en torno a la cuestión de si se podían asimilar los ritos confucionistas dentro del cristianismo, y tendremos una idea del complicado panorama en que debía desenvolverse cualquier iniciativa de los europeos, rodeados cotidianamente por millones de asiáticos, sin que ésto implicara dudas sobre su derecho a dirigir, gobernar y rentabilizar económicamente su presencia en Asia. <br />
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“El desarrollo del viaje a China de Alonso Sánchez [misionero jesuita], realizado entre marzo de 1582 y marzo del 1583, fue crucial en la articulación, durante los años sucesivos de un proyecto detallado de conquista de China que fue asumido por los diferentes estamentos coloniales castellanos de las islas Filipinas (…) En la relación que redactó Alonso Sánchez tras su primer viaje a China se apuntaba de forma explícita la tesis de la imposibilidad de predicar el evangelio en China sin un apoyo militar, argumentaba la legitimidad de esta empresa bélico-religiosa, abogaba por la conquista e hispanización efectiva de China, y exponía las riquezas que se podrían sacar y las facilidades estratégico-logísticas con las cuales la empresa de China se podría llevar a término.” De nuevo, el número de efectivos necesarios había crecido, pero seguían bastando apenas ocho mil hombres y diez o doce galeones. <br />
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Para escapar a la oposición de sus superiores portugueses e italianos, Alonso Sánchez se trasladó a la Corte de Madrid. Las autoridades de Manila reelaboraron el plan, y ahora “se pedía el envío de entre diez y doce mil soldados de cualquiera de los reinos que están bajo la corona de Felipe Ii, aunque se prefería a los vizcaínos”. También se pensó en reclutar en Nagasaki unos seis mil japoneses como auxiliares, dada su secular rivalidad con los Chinos. Como puede verse, el ejemplo de lo sucedido en México cincuenta años antes seguía muy presente en la imaginación de los conquistadores. Los españoles ya habían utilizado mercenarios japoneses contra las poblaciones del norte de Luzón. En 1586, sin embargo, ya se empezó a hablar de veinte mil soldados como imprescindibles para asegurar el buen éxito e la empresa. Se añadieron además recomendaciones para que no se repitieran algunos errores cometidos en América y, en particular, para que los enviados a China no se entregaran al “expolio y destrucción del reino conquistado.” Se pensaba en un modelo de colonización “abiertamente orientado al mestizaje” y mucho más dirigido por la Corona. Incluso se pensaba que, caída la China, sería fácil el dominio y conversión de la India, Cochinchina, Camboya, Siam, Molucas, Borneo y Sumatra. La ambición no parecía tener fronteras. <br />
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El libro dedica muchísima atención a los numerosos documentos que se conservan de esta misión del padre Sánchez y los debates que provocó tanto en la corte de Felipe II como en Filipinas, Macao y dentro de la orden jesuita. El punto álgido de estas deliberaciones coincidió con el clímax de la 'empresa de Inglaterra' y el fracaso de la Armada Invencible. Ésta fue la causa de que se postergara definitivamente el intento de conquistar la China. Visto el contínuo incremento de las fuerzas que deberían implicarse, el fracaso de la mayor flota reunida nunca por los españoles y el alargamiento 'sine die' de la solución en el conflicto de Flandes, Felipe II no consideró oportuno embarcase en un proyecto que demandaba prácticamente un ejército semejante al que había tratado de enviar contra Isabel I. Se ahorró así, sin duda, un segundo gran fracaso, más seguro si tenemos en cuenta que los españoles nunca llegaron realmente a dominar todo el archipiélago filipino, y que encontraron graves dificultades cuando intentaron implantarse más al sur, en Tindoro y Ternate, fuente de las más apreciadas especias. Conforme el circuito comercial de Manila se iba estabilizando, menores ansias hubo de sustituir este emplazamiento por otro enclave en la costa de China y los ambiciosos conquistadores ya no se plantearon ni un desembarco local o una política de presiones sobre el Celeste Imperio, que permaneció incólume pero no ajeno al primer proceso de 'globalización' conocido. </div>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-77677353452372958892012-05-19T15:33:00.002+02:002012-07-31T00:51:55.932+02:00Los planes imperiales de Franco<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj7t6BVYrtxgyU0D59rC8dqmkbdyTAUu9XgEEWIRDnjj5OwEeHMdJPb_RsFKlV-mABzwc19VEudAMwEpmnUi2MXW_JhgPPsQfmoUArNtD03GOCX6WAi9N8JTeyerNCnkPB3y4fRX9JqVE4/s1600/Franco+y+Hitler+en+Hendaya.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj7t6BVYrtxgyU0D59rC8dqmkbdyTAUu9XgEEWIRDnjj5OwEeHMdJPb_RsFKlV-mABzwc19VEudAMwEpmnUi2MXW_JhgPPsQfmoUArNtD03GOCX6WAi9N8JTeyerNCnkPB3y4fRX9JqVE4/s320/Franco+y+Hitler+en+Hendaya.jpg" width="257" /></a></div>
Uno de los temas más debatidos por la historiografía durante la dictadura de Franco fue su papel en la Segunda Guerra Mundial. Los propagandistas del Caudillo insistieron en su habilidad para mantener a España fuera de la contienda y la forma en que, con astucia gallega, había conseguido sortear las presiones de Hitler. Sus detractores repetían que tales presiones prácticamente no existieron, que Franco quiso entrar en guerra y que si no lo hizo fue por temor a las reacciones de los aliados o por desinterés de la propia Alemania. Los supuestos silencios de los participantes en la aparentemente trascendental entrevista de Hendaya contribuían a crear una bruma que rodeaba todo de incógnitas.<br />
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Con las aportaciones de las tres últimas décadas este panorama se ha ido aclarando poco a poco y ahora tenemos una idea bastante precisa de estos supuestos 'misterios', aunque no exista mucha bibliografía específica. Algunas de las últimas y más interesantes piezas nos las desvela Manuel Ros Agudo en su libro <i>La Gran Tentación. Franco, el Imperio colonial y los planes de intervención en la Segunda Guerra Mundial</i>, un estupendo libro publicado en la no siempre recomendable editorial Styria (Barcelona: 2008), donde se estudian, en general por primera vez, los planes bélicos españoles para invadir Tánger, el Marruecos francés y -tambén- Francia o Portugal. Unos planes que no fueron sólo meros ejercicios de Estado Mayor, sino auténticas opciones políticas que estuvieron a punto, en algunos casos, de llevarse adelante, pero que también revelan la falta de realismo que, por entonces, aquejaba a militares y falangistas, en general afectados por la retórica nacionalista y lejanos a lo que era el duro mundo de las relaciones internacionales.<br />
<a name='more'></a>Si las páginas dedicadas al tema por Javier Tusell, Paul Preston o Gustau Nerín ya nos habían permitido afirmar que Franco no sólo no fué en absoluto defensor de la neutralidad española -de ahí su peculiar estatus de 'no beligerante', que preludiaba una posible intervención- sino que entró en negociaciones directas sobre la participación española en la Segunda Guerra Mundial, y también que Hitler se interesó vivamente por una alianza hispana, aunque sus condiciones eran muy diferentes a las que imaginaban en Madrid, ahora sabemos, gracias a Manuel Ros, que esta entrada en el conflicto estuvo mucho más próxima de lo que se suponía, que la tentación de hacerlo duró más allá de 1940 y 1941, y que abarcó escenarios más amplios.<br />
El autor parece haber estructurado el libro sobre la reunión de varios estudios precedentes, lo que dificulta un poco la lectura, pero no la comprensión de lo que propone.<br />
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En la coyuntura de 1939 se reunieron en España dos elementos que conducían en un mismo sentido la acción política. Por un lado, el gobierno, dirigido en gran medida por una promoción de militares 'africanistas', que habían forjado sus carreras en Marruecos y que sentían como una ofensa nacional y también personal el menguado papel colonial de España, que había quedado ridiculizada como potencia en una guerra desarrollada a las puertas mismas de la Península (ver entrada del blog sobre la batalla de Annual de ) y a la que Francia había limitado sistemáticamente en sus aspiraciones, hasta el punto de retener toda la parte fértil del Protectorado de Marruecos e imponer en 1923 la internacionalización del enclave de Tánger. Por otra parte, un Movimiento de inspiración falangista, imbuído de la retórica belicista e imperialista del fascismo. Ambas fuerzas -encarnadas en Franco y en Serrano Súñer- iban a confluir para hacer de Marruecos y de los temas coloniales la clave de la actuación española en los atribulados días de la guerra mundial. Resulta muy significativo que el primer ministro de Exteriores elegido por Franco para gestionar la situación de crisis fuera el Alto Comisario del Protectorado -el combativo Beigbeder-, a quien iba a sustituir luego por el mismo Serrano Suñer, cabeza oficial del falangismo y hasta entonces encargado del orden interno.<br />
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El resentimiento hacia Francia había crecido durante la guerra civil, se había alimentado con el nacionalismo castizo que rechazaba el cosmopolitismo europeo, y se había convertido en alarma al conocer los planes previstos ya en 1937 de invasión del Protectorado español en caso de que Franco se uniera al Eje hitleriano. Por todo ello, Beigbeder tenía el terreno abonado para elaborar -antes de abandonar su cargo de Alto Comisario- planes de ocupación, tanto de la plaza internacional de Tánger como del territorio del Protectorado francés, esta vez en colaboración con un alzamiento de los nacionalistas marroquíes, sostenidos por España. Las menguadas capacidades del ejército hispano no cubrían, ni con mucho, las necesidades de estas tareas; pero se presentó una oportunidad de oro cuando la situación militar del estado francés se colapsó ante la ofensiva hitleriana. Fue entonces cuando se pudo aprovechar para ocupar Tánger y para esperar la caída, cual fruta madura, del resto del Protectorado.<br />
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Las conclusiones de Manuel Ros apuntan -con suficientes pruebas- que la ocupación de Tánger no fue el resultado imprevisto de una 'situación de necesidad' generada en mayo de 1940 y que se hubo de llevar adelante para garantizar el orden ante el derrumbre francés. Los planes se habían elaborado mucho antes, la presión política sobre Francia se había iniciado ya, y se pretendió encubrir la operación a través de un acuerdo con las autoridades francesas para tomar medidas, que se sustituyó, pura y simplemente, por la entrada unilateral del ejército español y la conversión de la ocupación temporal en permanente tan sólo cinco meses más tarde. Una sabrosa anécdota revela hasta qué punto la ideología de Falange se superponía a las necesidades administrativas y a la realidad de las cosas: cuando se hicieron cargo, como vanguardia política del Nuevo Estado, de la administración de la ciudad pretendieron borrar toda huella de la presencia francesa en la ciudad y almacenaron todos los archivos del periodo anterior, destinándolos al olvido. Esto creó tal caos en la gestión de los asuntos que pocas semanas más tarde hubieron de recuperarlos para volver a ocuparse de las gestiones de acuerdo a la situación de los años inemediatos.<br />
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En el tema de Tánger ya aparece el doble lenguaje del Caudillo en todo este periodo. <i>"La nota a Hoare </i>[embajador inglés en Madrid] <i>explicaba cómo la acción española sobre Tánger era de carácter provisional y el resultado de un acuerdo previo con Francia, mientras que las notas redactadas para italianos y alemanes ocultaban cuidadosamnte ambos extremos</i>" Franco jugaba con estos últimos a imitar la agresiva política de 'hechos consumados' con que los dictadores fascistas irritaron tantas veces a sus propios aliados. Pese a ello, el control británico al comercio mediterráneo fue tan efectivo, que el abastecimiento de productos básicos en Tánger y el Marrueco español se volvió muy problemático, y los mismos ingleses tuvieron que admitir un incremento de los intercambios para evitar que los españoles se vieran impelidos a una acción inmediata para apoderarse del protectorado francés. En cambio, a partir de 1942, cuando los vientos de la guerra cambiaron de lado, pudieron obtener del Marruecos español 600.000 toneladas anuales de mineral de hierro, además de pieles y lana para el ejército. La aventura terminó de forma humillante en julio de 1945 cuando <i>"se convocó en París una reunión para tratar del Estatuto de Tánger, pero, con toda intención, no se invitó a España [...] hasta que los asistentes se pusieron de acuerdo"</i>. Franco, evidentemente, hubo de aceptarlo y no opuso resistencia para poner fin a su ocupación en octubre de ese mismo año.<br />
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Pero antes de que eso ocurriera, se habían desarrollado los acontecimientos principales. Entre 1939 y 1942, la dictadura sostuvo dos posiciones diferentes, según el interlocutor de que se tratara. Por un lado, una postura <i>'irredentista</i>', planteada ante Francia y, en menor medida, Inglaterra, para 'recuperar' aquello a lo que se creía tener derecho tras haber sido arrebatado en el pasado por Francia: Gibraltar, Tánger, una ampliación territorial en Marruecos y algunas ventajas en Guinea. Al mismo tiempo, una postura <i>'imperialista'</i> que exigía Gibraltar, la totalidad del Marruecos francés, la región de Orán y diversas ganancias territoriales en África ecuatorial. De ello se hablaba con Alemania e Italia, a espaldas de los franceses. Según Manuel Ros, <i>"en el fondo, esa duplicidad exterior obedecía simplemente a una indecisión del Caudillo, que le llevó finalmente a no dar el paso definitivo, algo que sus propagandistas disfrazaron en la posguerra como 'hábil prudencia'."</i><br />
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La obsesión en mayo de 1940 fue que Alemania exigiera la desmovilización del ejército francés en el norte de África, para permitir una acción bélica española, imposible si las fuerzas galas conservaban una mínima capacidad operativa. Se pretendía, en todo caso, conseguir alguna especie de beneplácito del gobierno de Pétain, como había ocurrido en Tánger, que actuara de pantalla ante lo que era una ocupación pura y dura. El propio embajador alemán Sthorer comunicó a Berlín que <i>"el Gobierno español ha decidido entrar en el Marruecos francés tan pronto como la aviación francesa en el norte de África sea desarmada"</i>. En realidad, las exigencias españolas en ese sentido iban más allá. Se presionó al gobierno de Italia para obtenerlo, pero Ciano se hizo el desentendido. Como ha señalado Tusell, por entonces Mussolini no deseaba ningún engrandecimiento de España que pudiera cuestionar el poder italiano en el Mediterráneo y su papel como cabeza fascista del mundo latino.<br />
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Pero Hitler tenía otros planes. Sin caer, como Franco, en el resentimiento vengativo, veía en la nueva Francia de Pétain un aliado necesario para contrapesar el poder británico, y para obtener sustanciosas ventajas comerciales en su Imperio. Aunque al principio fuera grande su desconfianza, la decidida respuesta de las tropas fieles a Vichy en el intento de desembarco británico y gaullista en Dakar le hizo ver que no se podía permitir alterar el estatus del norte de África para favorecer a los españoles. Era mucho mejor confiar la defensa a un ejército francés, reducido pero no desmoralizado, que al ejército español, del que Hitler y Mussolini tenían una muy pobre opinión tras la guerra civil, y del que sabían acabaría solicitando el apoyo de las fuerzas germano-italianas, al más mínimo intento de la Gran Bretaña. Alemania no podía arriesgarse a la defección de los colonos y militares franceses si éstos llegaban a pensar que serían 'vendidos' a Franco. <i>"El levantamiento francés en África era una verdadera obsesión para el dictador alemán, y acabó siendo el elemento crucial que determinó su posición negativa ante las reivindicaciones españolas."</i> Hitler incluso le dijo a Ciano que temía que los españoles adoptasen el lentísimo <i>'tempo'</i> de combate que habían mostrado en la guerra civil<br />
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En la misma línea, era Churchill el menos preocupado por la posibilidad de una acción de Franco. Como indicó en agosto de 1940 al todavía ministro de exteriores lord Halifax, <i>"no me importa si los españoles penetran en el Marruecos francés. Las cartas intercambiadas con De Gaulle no nos obligan a ninguna restauración exacta de los territorios de Francia, y la actitud de los gobiernos de Vichy hacia nosotros y hacia él ha justificado sin duda unos sentimientos más duros hacia Francia de los que existían cuando su caída. Prefiero a los españoles en Marruecos que a los alemanes..." </i>Cuando la situación se alteró y los germanos quedaron excluídos del Magreb, esta opinión cambió, naturalmente. <i>"Para Londres era </i>[luego] <i>mucho más importante que Weygand </i>[jefe de las fuerzas francesas en el norte de África]<i> reabriese la guerra en África, que satisfacer a España"</i>. Churchill había escuchado las aspiraciones hispanas para frenar una posible intervención alemana en la Península. <br />
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España, con escaso realismo, confiaba sus pretensiones en el Magreb a una potencia aparentemente sin intereses directos en la zona como era Alemania, confiando en una historia de amistad y en el común rencor contra Francia, sentimientos ambos de poco peso ante las realidades geoestratégicas. Además, algunos militares, como el teniente coronel Barroso, agregado militar en Vichy, se dieron cuenta de que los intereses alemanes en África no coincidían exactamente con los españoles. Querían bases en Marruecos y las islas atlánticas, y querían apoderarse de los minerales marroquíes y buena parte del comercio colonial, todo lo cual rechazaban los imperialistas hispanos. La extemporánea demanda de una de las islas Canarias para Alemania se explica por el profundo desconocimiento de la realidad local; los nazis creían que se trataba de meras colonias. La obsesión por las bases atlánticas no se justificaba en el verano de 1940 por la lucha contra la Gran Bretaña, a quien se daba ya por derrotada, sino por un conflicto con Estados Unidos que Hitler preveía ya mucho antes de Pearl Harbour. Esto constituiría una de las claves para entender su precipitada e imprudente declaración de guerra en el diciembre de 1941.<br />
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En el libro podemos seguir las negociaciones, llenas de ansiedad por el lado español, para que Alemania facilitase la obtención de un imperio que no podía conseguirse por la fuerza. Franco estaba convencido que la guerra duraría ya sólo unos meses y tenía prisa por sentarse en la mesa de los vencedores, siempre que, previamente, se hubiera obtenido de Alemania e Italia la garantía de que buena parte de sus aspiraciones serían satisfechas. Y estas aspiraciones no hacían en ningún caso referencia a las condiciones de vida y desarrollo de los habitantes de la Península, sino a los territorios coloniales que se pensaba obtener. Según el autor, Franco actuaba aquí más como 'africanista' que como Jefe de Estado. Hubo ofrecimientos expresos, en concreto a través de uno de los hombres de más confianza de Franco, el general Vigón, para que las armas españolas entraran en guerra junto a las germanas. Vigón llegó a manifestar a Hitler que "<i>al finalizar el conflicto, España confiaría sus intereses a Alemania". </i>El regalo, sin embargo, no era tan grande, pues en un memorándum al ministerio de Exteriores alemán también se afirmaba que <i>"en este caso, necesitaríamos alguna asistencia de Alemania en material de guerra, aritllería pesada, aviación para el ataque a Gibraltar, y posiblemente la cooperación de submarinos alemanes en la defensa de las islas Canarias. También el suministro de algunos alimentos, munición, combustible y equipo, que estarán disponibles con seguridad en las reservas de guerra francesas" </i>España apostaba, pues, a conseguir un imperio, pero peleando por él <i>'a lo pobre'. </i>El propio embajador alemán desaconsejaba ceder todo el Marruecos francés a Franco ante los nuevos y difíciles problemas que ello ocasionaría a España, a la que consideraba apenas en condiciones de mantener el orden en su pequeña zona de Protectorado.<br />
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Hitler, cuando la derrota de Gran Bretaña se hizo menos cierta, y la toma de Gibraltar pasó a constituir un deseable objetivo, llegó a considerar la posibilidad de una doble alianza con España y Francia. Conllevaría la entrega de Marruecos a España a cambio de que Francia obtuviera la Nigeria inglesa. El escaso entusiasmos de Pétain por una alianza ofensiva con Alemania supuso descartar estas ideas y el progresivo desinterés alemán por la participación de España al precio que se pedía. Hitler trató, con todo, de que Franco declarara, al menos, la guerra a la Unión Soviética, pero éste se negó porque necesitaba argumentos para arrastrar al ejército y la opinión española.<br />
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Es en este contexto en el que hay que situar la entrevista de Hendaya, precedida, como sabemos por una previa entre Hitler y Laval, y seguida, inmediatamente, por otra entre Hitler y Pétain. Serrano Súñer fue el primero en expresar su sorpresa ante el rumbo que los alemanes daban a los temas africanos, pues la actitud del gobierno nazi hacia Francia estaba cambiando. Ante el peligro de que los fraceses conocieran lo que se estaba tratando, España estaba dispuesta a entrar en guerra sólo contra un intercambio de cartas confidenciales donde se reconocieran las relcamaciones hispanas. Ribbentrop acabó diciendo que <i>"era muy difícil hacer una definición exacta de las áreas que en cualquier circunstancia serían asignadas a España". </i>En esas condiciones, era imposible satisfacer ninguna de las exigencias del Caudillo. Tras ver rechazadas en Montoire sus demandas de que Francia entrara en guerra como aliada de Alemania, <i>"Hitler salió de sus entrevistas con Laval, Franco, y Pétain, con la sensación de que sus propuestas no eran bien acogidas, llegando a la conclusión de que los intereses de españoles y franceses eran incompatibles. Ante la perspectiva de tener que elegir un destino para el norte de África, se decidió por la estabilidad...".</i><br />
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Franco lo estuvo intentando mucho después de la entrevista de Hendaya, lo que deshace el mito de que tan sólo intentaba 'parar los pies' a Hitler. El gobierno español acabó firmando el Protocolo de Hendaya el 11 de noviembre de 1940, aceptando un acuerdo de mínimos donde sólo se hablaba de la 'cesión de ciertas áreas'. De hecho, <i>"España entraba así automáticamente en el Pacto de Acero y quedaba únicamente a elección del Caudillo la fecha exacta para su entrada en guerra..." </i>El problema es que las circunstancias idóneas ya nunca se dieron porque la ocasión había pasado. Pero Franco siguió creyendo firmemente en la victoria del Eje (lo creyó incluso hasta 1945, como sabemos por otros testimonios). Manuel Ros ha econtrado planes militares para invadir el sur de Francia en 1942, planes que van más allá de un mero ejercicio táctico, ya que se ponen en relación de nuevo con la reivindicación de Marruecos, justo antes de que los aliados ocuparan el territorio, y pensados para actuar en coordinación con el ejército alemán. <i>"Tanto el Caudillo como sus consejeros militares seguían convencidos a mediados de 1942 de la capacidad del Eje para vencer, tenían una fe ciega en esa victoria y querían estar preparados para tal eventualidad." </i><br />
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Otra aportación interesante es el plan de campaña para la invasión de Portugal, estado fascista que había prestado un concurso entusiasta a la causa de Franco durante la guerra civil, y con el que existía un Pacto de no Agresión recién firmado, pero que constituía un aliado importante de Gran Bretaña y que, en caso de guerra, se temía fuera la base para un ataque al resto de la Península. De nuevo, Manuel Ros no cree que se tratara de meros planes de contingencia destinados a quedar en los cajones del Estado Mayor. Aunque no existe una directriz política documentada, sí tenemos diversas declaraciones, y elementos presentes en el 'folklore' de la Falange apuntando en la dirección de que el país vecino sería otra pieza más en los ensueños imperiales franquistas, y que las autoridades del régimen consideraron un hecho factible la absorción del territorio. El propio Serrano lo apuntó así en sus conversaciones con Ribbentrop. Los planes incluían una preparación política del estado de guerra mediante la presentación de ultimátums imposibles de cumplir en el mejor estilo germano.<br />
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Otras aportaciones menores del libro son los planes para prevenir las infiltraciones guerrilleras posteriores a 1994, y la constancia del temor que sintió el régimen de un desembarco aerotransportado aliado en Galicia o los Pirineos, que pudiera abrir el paso a una invasión en toda regla. Donde no se engañaron las autoridades militares es en la escasa fuerza del maquis repubicano y las causas de su debilidad, tanto en el aspecto puramente militar (sin apoyo aéreo ni de armas pesadas) como en el sostén que podían esperar de las poblaciones. Consideraban que, en la coyuntura de 1944, <i>"la población campesina catalana era indiferente a todo lo que no fueran sus negocios. La escasez de productos alimentarios y la especulación les había convertido en gente acomodada, y por ello no pondrían en riesgo lo adquirido colaborando con los maquis" </i>aunque sabían que tampoco lo harían con el Ejército. Por eso, en lugar del alarmismo reinante, concluía que <i>"no era de temer ningún acto subversivo en ayuda de las pequeñas operaciones militares que pudieran emprender las partidas de rojos.". </i>Como así fué.<br />
<br /></div>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4337226741164607913.post-88265947133287852592012-05-14T01:11:00.001+02:002012-05-15T11:24:57.377+02:00La Internacional comunista y el ascenso del fascismo<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhaxTerwtqQR36Y3v-gl0Anz7SSqJkxXOAXpa55EseKLpCk_EU4SUPKZYH-mvKr3ZgzOjMMt9t3-q-7yPh3IRcFg6UMQy_MeBzscoweyxv0fCPeX6qd8oX45-NQ-0araQIZcYrx1oU2C0Q/s1600/komintern.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhaxTerwtqQR36Y3v-gl0Anz7SSqJkxXOAXpa55EseKLpCk_EU4SUPKZYH-mvKr3ZgzOjMMt9t3-q-7yPh3IRcFg6UMQy_MeBzscoweyxv0fCPeX6qd8oX45-NQ-0araQIZcYrx1oU2C0Q/s1600/komintern.jpg" /></a></div>
Las recientes elecciones celebradas en Grecia, en medio de una durísima crisis económica, han mostrado un evidente ascenso de los partidos de izquierda -llamada radical aunque sólo proponga políticas alternativas, no revolucionarias- y también un auge menor, pero muy llamativo y publicitado, de la extrema derecha. Entre las peculiaridades del panorama político griego se encuentra contar con un partido comunista ortodoxo que todavía mantiene un sólido, aunque minoritario, apoyo popular, y una extrema derecha que no se viste con los ropajes del populismo neofacista, sino que reivindica directamente las ideas y parafernalia hitlerianas, reproduciendo incluso paso a paso las tácticas que dieron influencia política al NSDAP.<br />
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Una vez más ha vuelto a darse uno de los problemas más clásicos de la izquierda: la desunión. Frente a las propuestas del grupo Syriza, mayoritario, para formar un gobierno que arrebate el poder a los partidos tradicionales, el Partido comunista heleno manifestó rápidamente su rotunda negativa, ya que reivindica la salida de la Unión Europa y de la OTAN como puntos irrenunciables de su programa. No han sido los únicos en negarse a sostener un ejecutivo exclusivamente 'de izquierda'; también lo han hecho los reformistas de Nueva Izquierda. Si los intentos de formar gobierno fracasan, puede producirse una convocatoria de nuevas elecciones que, no lo dudemos, daría un nuevo empujón al notorio crecimiento neonazi, ahora que han conseguido entrar en el Parlamento.<br />
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Una actitud semejante no deja de recordar las tensas relaciones que entre reformistas, socialistas y partidos comunistas se dieron en el periodo de entreguerras. La III Internacional se creó precisamente para impulsar la sustitución del liderazgo reformista dentro del movimiento obrero por el revolucionario. Su historia durante los veinte años siguientes fue una contínua discusión sobre las posibilidades o imposibilidades de una estrategia común con el resto de la izquierda. El frecuente rechazo a colaborar con la socialdemocracia, estuviera cercana o no a sus posiciones, y el mantenimiento de exigencias maximalistas fue uno de los factores que coadyuvaron al crecimiento del fascismo. Así lo recordaba un interesante libro publicado cuando el sistema soviético todavía controlaba políticamente media Europa: <i>Historia de la Tercera Internacional</i>, del historiador checoslovaco Milos Hájek (Barcelona: Crítica, 1984), cuya lectura no deja de suscitar inquietudes, dado el panorama europeo actual.
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El título en español no hace realmente justicia al contenido de la obra, ya que el propósito del autor -en su tesis publicada inicialmente durante los años sesenta- no fue tanto realizar una completa historia de la Internacional comunista como analizar sus oscilantes relaciones con la socialdemocracia. Sus conclusiones terminaron costándole la expulsión del partido comunista checoslovaco y el ostracismo hasta la caída del muro, aunque la historiografía marxista occidental no prosoviética se hizo eco pronto de sus ideas.<br />
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Es bien sabido que el éxito de la Revolución Rusa hizo concebir grandes esperanzas de que la situación se reprodujera en los estados hundidos por la crisis postbélica durante los años 1919 y 1920. La estrecha colaboración de los sectores más derechistas de la socialdemocracia con la represión del movimiento espartaquista en Alemania y en otros intentos revolucionarios de establecer gobiernos soviéticos -un hecho muy importante pero que M. Hájek no considera- animaron una política de escisión abierta, con un éxito relativo para los comunistas. Se trataba de denunciar la política de los líderes tradicionales y provocar la ruptura en los partidos socialistas, de manera que los obreros percibieran ahora netamente la diferencia entre uno y otro sector. Aunque algunos de estos nuevos partidos tuvieron un seguimiento considerable (como en Alemania, Finlandia, Francia, Checoslovaquia, Bulgaria y Yugoslavia), en ningún sitio consiguieron arrastrar a la mayoría de militantes o votantes. Otros fueron muy débiles, como en España, Italia y Holanda. En otros lugares ni siquiera modificó la línea política predominante (en Inglaterra, Bélgica y los países escandinavos, así como en Estados Unidos) donde el reformismo siguió siendo el referente principal de la clase obrera. El socialismo austriaco quedó como representante del centrismo, con un fuerte carácter marxista, pero no soviético. Con los escindidos se creó la III Internacional que, para evitar el gran fracaso colectivo protagonizado por la II Internacional socialdemócrata cuando sus partidos miembros no siguieron las consignas pacifistas previas y colaboraron en el estallido de la Primera Guerra Mundial, exigió ahora a sus miembros disciplina y seguimiento obligatorio de los acuerdos tomados. Dado el enorme prestigio -y los medios económicos- que entre ellos contaban los revolucionarios rusos, únicos en disponer de un estado donde gobernar, resultó casi inevitable que, progresivamente, la dirección se fuera convirtiendo en un apéndice del partido bolchevique. Entretanto, las acusaciones y los enfrentamientos dentro de la izquierda tan sólo llevaban al desencanto de los trabajadores, fuertemente golpeados por las rebajas salariales, el paro y la represión. Quienes no estaban altamente politizados sólo veían en estas luchas una traición a la clase obrera.<br />
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Fracasado el intento de arrastrar a la mayoría, se planteó el peliagudo tema de qué relaciones debían mantenerse con los partidos socialistas. Algunos dirigentes de la nueva III Internacional creían que, para forzar las perspectivas inmediatas de una revolución proletaria, debían buscarse la colaboración con ellos. Por eso, bajo el impulso de Radek y Levi, se envió una carta abierta a la dirección de estos partidos pidiendo la realización de acciones conjuntas en la defensa de los intereses obreros. Este llamamiento fue rechazado por los dirigentes socialdemócratas, dolidos todavía por las recientes políticas de denuncia y escisión. Las organizaciones comunistas se dirigieron entonces a los grupos de base de los partidos socialistas, llamándoles a discutir conjuntamente acciones concretas. Pero no todos los líderes de la III Internacional veían con buenos ojos estos intentos de cooperación. Bela Kun y el sector más radical afirmaban que, si no se ocupaban en acciones revolucionarias, acabarían convertidos en un grupo burocratizado más. Así que exigieron a los comunistas alemanes, los más fuertes, que prepararan la lucha armada. Esta línea terminó provocando enfrentamientos con la policía y nuevas derrotas del partido.<br />
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Lo más interesante es que, según Hajek, la posición de Lenin fue en estos momentos favorable a la cooperación con los socialistas. Con su ascendiente, consiguió imponerse a figuras más dogmáticas del propio partido bolchevique, como Zinoviev o Bujarin. Junto a Lenín, defendiendo su postura, estaban en cambio Trotsky y Kaménev. En el III Congreso de la Internacional comunista se tomó la decisión de impulsar la política del 'Frente único' que en adelante será el apelativo al que todos se acogerán, aunque a menudo el contenido de esta propuesta sea bien diferente a lo que se quería defender en este momento. Lenin abogó por la necesidad de conseguir el apoyo de la mayoría del proletariado antes de lanzarse a cualquier aventura revolucionaria. También es importante constatar el intenso debate que aún se sostenía en el seno de la Internacional sobre las líneas políticas a seguir.<br />
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Las conclusiones del III Congreso no fueron bien recibidas en todos los partidos comunistas. Los defensores de posiciones 'de izquierda' eran tenaces, y percibían como traición cualquier aproximación a sus rivales. El propio Zinoviev insistió durante algún tiempo en que la búsqueda del 'Frente único' debía servir tan sólo para desenmascarar la perfidia de los socialdemócratas.<br />
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Este ambiente de discusión y apertura se enrareció con la muerte de Lenin y las luchas en el seno del partido bolchevique. Las decisiones de la Internacional dejaron de tomarse en función de la situación política de los diferentes estados, y pasaron a ser meros instrumentos de la pugna inerna por el poder en la URSS. Las adscripciones a la 'izquierda' o la 'derecha' de los partidos comunistas dejaron de tener sentido, ya que los diferentes líderes podían variar en sus tesis de acuerdo a lo que hicieran sus oponentes. Stalin veía la Internacional como un instrumento más al servicio de la URSS, y de su propia política del '<i>socialismo en un solo país</i>'. De esta manera, resultaban más útiles unos partidos comunistas homogéneos, disciplinados y fieles admiradores de la revolución bolchevique, que unos partidos fuertemente marcados por las tensiones de sus propios estados y donde todas las decisiones debieran estar condicionadas por la alianza con fuerzas externas. En circunstancias así, el debate y las dudas sobre las órdenes recibidas serían inevitables.<br />
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Los líderes contrarios al 'Frente único' se sintieron reforzados por esta línea <i>"y su sectarismo fue tan lejos que la dirección </i>[de los comunistas alemanes] <i>prohibió a sus miembros saludar a los socialdemócratas"</i> Esto no reportó en absoluto beneficios a los rupturistas, ya que el número de electores germanos que votaron comunista descendió en 1924 en un millón y aún más catastrófica fue la pérdida de posiciones en los sindicatos. La condena de aquellos que pensaban que la situación revolucionaria había pasado condujo a intentos aventurados de toma del poder e incluso a una política de atentados; ambas cosas tan sólo conllevaban represión y ascenso del autoritarismo en la derecha.<br />
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Las propuestas de 'Frente único' habían sido despreciadas también por muchos dirigentes socialistas vinculados al reformismo. Ambas partes se acusaban de mala fe política ocultando sus propias vergüenzas. Los socialdemócratas recordaban constantemente la persecución de mencheviques y socialrevolucionarios en la URSS, mientras callaban su reciente alianza con las fuerzas ultraderechistas para aplastar cualquier intento revolucionario desde la izquierda, aunque la represión de los mismos conllevara un gran número de muertos y detenidos. Finalmente, abandonada incluso por la cúpula de la Internacional Comunista, la postura del 'Frente único', nunca negada abiertamente, se formuló como '<i>frente por la base'</i>, donde los partidos comunistas estaba autorizados tan solo a hacer llamamientos a los militantes de base de partidos y sindicatos reformistas, para configurar una acción política donde la hegemonía correspondería siempre a la organización comunista.<br />
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El mantenimiento de posiciones extremas jugó un papel no menospreciable en el ascenso al poder del fascismo italiano. Bordiga, el líder comunista, era un fiel defensor de denunciar a la socialdemocracia como 'ala izquierda del fascismo', y no abandonó esas posiciones durante los años álgidos de la lucha contra las escuadras mussolinianas; ni siquiera en el V Congreso de la IC, posterior a la Marcha sobre Roma. Tras el asesinato del socialista Matteoti, el PCI, aunque fiel a la visión restrictiva del Frente único del V Congreso, buscó la alianza de todos los antifascistas para configurar un parlamento alternativo apoyado por las masas que impidiera el gobierno de las instituciones oficiales dominadas ahora por los fascistas. Como liberales y socialdemócratas no aceptaban la vía de una huelga general revolcuionaria, los comunistas se vieron obligados a lanzar su llamamiento en solitario, y la huega terminó en un fracaso. Con todo, durante este periodo final de la crisis, <i>"la Comintern apoyó plenamente la colaboración del PCI con las demás fuerzas antifascistas"</i>, pero ya era demasiado tarde.<br />
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De poco sirvió la lección diez años después. Cuando la ola nacionalsocialista se encontraba en pleno ascenso, las antenas del partido comunista alemán seguían dirigidas contra sus otrora compañeros de la izquierda. Era la política de '<i>clase contra clase</i>', donde el KPD se arrogaba la representación única del proletariado y consideraba a todos los demás aliados de la burguesía. El año 1931, los nazis propusieron un plebiscito en el que los electores debían solicitar la disolución anticipada del parlamento regional prusiano. Esto podía poner en peligro el control de los socialdemócratas en uno de los centros de poder del estado alemán, e incrementar notoriamente la influencia de los nazis. La dirección del KPD contaba con propagar el boicot al plebiscito, pero esta vez fue la ejecutiva de la Internacional comunista quien decidió lo contrario, justificando que el principal golpe táctico antes de poder enfrentarse al nazismo había que dirigirlo contra el SPD, para liberar a la clase obrera de sus falsos líderes. Los comunistas se encontraron organizando huelgas junto a los nazis contra los ejecutivos socialdemócratas.<br />
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Aunque la sensación de urgencia crecía y muchas organizaciones locales estaban dispuestas a apoyar mayorías socialistas contra Hitler, una circular del comité central zanjó la cuestión y bloqueó tales inicitivas. En junio de 1932, el gobierno federal alemán amenzaba el gabinete socialdemócrata de Prusia. La Internacional Comunista lanzó unas propuestas de apoyo que sabía eran difícilmente aceptables para el SPD. Con todo ello facilitaron la acción de Von Papen y la derecha nacionalista para destituir al gobierno prusiano, levantando así una de las últimas defensas contra el avance del nazismo.Entonces los comunistas hicieron un llamamiento a la huelga general, pero el SPD no se atrevió a romper la legalidad constitucional. En las filas socialdemócratas también reinaba un irracional temor tanto a la derrota a manos de la derecha -que entonces vería justificada la represión y el autoritarismo- como a la victoria -<i>que les hubiera llevado a 'un objetivo bolchevique'</i>-.(...) <i>Muchas fuerzas que deseaban la llegada del NSDAP al gobierno estaban contenidas por el temor al posible caos que llegaría en caso de resistencia del movimiento obrero, y en el caso de una guerra civil. Estos temores eran también compartidos por la Reichswehr. Después </i>[de la renuncia a la huelga]<i>, este miedo disminuyó enormement</i>e."<br />
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Tan solo tras repetidas y amargas experiencias de ascenso al poder los fascismos europeos, la Internacional Comunista decidió cambiar de táctica y optó por la colaboración con otras fuerzas democráticas, incluso de centro liberal, con tal de hacer frente a la catastrófica situación creada por la crisis económica y el desplazamiento del poder hacia la ultraderecha. Fueron los Frentes Populares, donde los comunistas se encontraban en minoría, pero que permitieron a sus partidos reconciliarse con un importante sector de la clase obrera que había rechazado siempre el sectarismo. <br />
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Por supuesto que las circunstancias actuales no son las mismas de los años 30, y a los comunistas griegos no se les puede considerar 'prosoviéticos' o ejecutores de las decisiones de una internacional que ya no existe. Pero las divisiones y la poca voluntad de colaboración de la izquierda no sólo terminarán -como parece ser el caso- por devolver la conducción del proceso político a una derecha (incluyo aquí a Nueva Democracia y Pasok) vapuleada por las urnas, sino que pueden alentar el crecimiento de todos los populismos e incluso del nazismo en ascenso. Nadie vota repetidas veces por partidos incapaces de resolver una situación y que no se abren a trabajar 'por el bien del pueblo'. En ese sentido, hasta el propio Hitler dio muestras de astucia política cuando aceptó formar un gobierno con el resto de la derecha nacionalista donde los nacionalsocialistas estaban en clara minoría. Que no pensaba cumplir lo pactado, y que sólo entendía el estado como herraminta al servicio de su partido lo sabemos hoy todos, pero entonces, una buena parte de los alemanes quedaron agradablemente sorprendidos por la generosidad del pequeño hombre a quien habían votado para que salvase Alemania. La habilidad para sintonizar con la capacidad de comprensión política de las masas fue, en esta ocasión, más patrimonio de la ultraderecha que de los curtidos políticos de izquierda.</div>Unknownnoreply@blogger.com2