Lo único que aprendemos de la historia es que no aprendemos de la historia (Hegel)

sábado, 8 de enero de 2011

Francia en crisis durante los años 30


Hace pocas semanas rescatamos en una librería de segunda mano el estupendo libro de Eugen Weber La France des années 30. Tourmentes et perplexités (Paris: Arthème Fayard, 1995). Resulta quizá más interesante leer ahora esta obra que cuando se publicó, habida cuenta de la situación de crisis que enlaza el inicio de aquel decenio con el final del nuestro.

Ofrece un panorama muy completo de lo que fueron aquellos años en Francia, con consideraciones que van desde la política y la economía, a la moda y el espectáculo. Son muchos los elementos que nos pueden hacer reflexionar y que ofrecen paralelismos o apuntes que hacen pensar con intensidad en el presente. No podemos resumir los innumerables datos que ofrece la obra, pero sí plantear alguna cuestión destacada.




Francia se vio sacudida por la crisis financiera del 29 con más retraso que otros países. Es curioso que, antes como ahora, cualquier análisis económico detecte numerosos elementos en los que la economía francesa aparece rezagada respecto a los centros punteros del capitalismo, pero lo cierto es que su fortaleza mantuvo una recuperación lenta pero sostenida de los enormes daños originados por la Primera Guerra Mundial, y que un crecimiento robusto permitió afrontar los primeros años de la crisis con un coste menor al que padecieron Estados Unidos, Alemania o Inglaterra. No fue muy diferente lo que ocurrió durante los años 90 o lo que está pasando tras la de 2007.

Por lo que podemos leer, Francia era un estado en crisis por numerosos conceptos, pero conviene darse cuenta de que en todos los órdenes deparaba sorpresas como la anterior. Un país dividido entre izquierdas y derechas movilizadas y potentes, pero que casi siempre estuvo gobernado por -inestables- coaliciones de centro. Un país victorioso en el peor conflicto de la historia, pero que no había obtenido poca cosa de su triunfo, y que salió de él con una vocación marcadamente defensiva. Un país avanzado tecnológicamente pero con unas estructuras de producción que encarecían las novedades y que impedían a la mayor parte de la población gozar de sus beneficios. Un país señero en modernidad y cultura, pero donde sus intelectuales no supieron detectar con claridad ni las causas de la crisis ni sus consecuencias, así como tampoco los peligros que les amenazaban.

Por lo que hace a los aspectos económicos y sociales de la crisis, merece la pena destacar la fuerte oleada de xenofobia que se produjo a lo largo del periodo. La población extranjera en Francia ascendía a un importante 10%, y se les acusaba no sólo de competir en el mercado de trabajo, sino también de la decadencia social de la nacion Francesa. Los extranjeros eran portadores de taras morales, de enfermedades venéreas, abusaban de la hospitalidad de Francia, eran posibles agentes enemigos... Es curioso que a los judíos huídos del nazismo se les considerase en ocasiones infiltrados de Hitler en el mundo de la política, la finanza o la cultura; hasta tal punto llegaba el recelo contra 'los de fuera'. Se les acusaba, contradictoriamente, de ser un motivo de inquietud, ya que el odio que sentía Hitler por ellos podía precipitar la guerra si eran protegidos por Francia. Esta mezcla irracional de argumentos, típica del pensamiento reaccionario, aparece asimismo en la valoración de diferentes colectivos -incluidos los norteamericanos- y aspectos. No deja de presentar similitudes con lo que hoy se aplica a otros grupos de inmigrados. La diferencia es que entonces se publicitaba abiertamente, ya que no existía conciencia de los horrores a que pronto conduciría el racismo.

No eran solo los productores, sino también los miembros de profesiones liberales como médicos y abogados, los que solicitaban medidas contundentes para impedir el acceso de los extranjeros y sus mercancías o servicios al mercado francés; lo consiguieron a menudo, marginando a muchas personas, nacidas incluso en Francia en el acceso a los tribunales, la salud o la administración.

Aunque el autor no ahorra críticas contra tirios y troyanos, resulta difícil no percatarse de que la llegada al poder del Frente Popular en 1936 supuso la instauración de políticas más acertadas en casi todos los órdenes que las tomadas por los gobiernos del Partido Radical (de centro-derecha). Esto no es óbice para que muchas de ellas terminaran en fracasos, por el contexto, o por la impaciencia de sus propios seguidores, que no supieron a menudo ver la distancia entre fines y medios.

Los dirigentes de la izquierda -pese a su radicalismo verbal, y a las medidas rápidamente tomadas- no dejaron de padecer un cierto complejo frente al ideario económico de la derecha. Francia había sufrido terribles devaluaciones en los años 20 a consecuencia de la Primera guerra mundial. El franco se había estabilizado finalmente, pero en el camino había provocado la ruina de muchos rentistas y pequeños ahorradores. Esto convirtió la defensa de la moneda en un santo y seña de la política francesa. Cuando el Frente Popular llega al poder, la crisis ya afectaba profundamente a la economía. Las devaluaciones norteamericanas, británicas y de los demás países, habían sobrevaluado el franco e impedían competir en el exterior. La devaluación hubiera sido una medida lógica, que ayudase a superar los problemas derivados de las importantes alzas salariales concedidas. Pero los economistas de la izquierda no se arriesgaron a romper el tabú antidevaluatorio hasta que ya fue forzoso hacerlo. Se devaluó tarde y mal, sin que aportara ningún alivio a la economía y acelerando la ruina de los gobiernos del Frente Popular. Cabe concluir que la izquierda tenía una política social propia, pero no una verdadera política económica claramente diferenciada.

La inestabilidad del gobierno merece mucha atención en el libro. En ese sentido, y si lo comparamos con la política española, por ejemplo, convendría relativizar algunos aspectos. La sucesión de gobiernos que apenas duran meses constituía una plaga que afectaba a numerosos estados democráticos. Tan solo los anglosajones, con su sistema presidencialista (en Estados Unidos) y de voto mayoritario para el Parlamento (en todos ellos), eran capaces de ofrecer una estabilidad mayor. Es verdad que semejante baile de ministros podía desmoralizar o impedir una acción eficaz de gobierno, pero no constituía un mal exclusivo de la República española o de la República francesa, y en ambos casos venía de antiguo.

También presta atención el autor a la iglesia católica francesa, que sostuvo en aquel tiempo posiciones muy reaccionarias, como en toda Europa. Será solo con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, cuando el catolicismo se impregne en Francia de un tono pastoral o incluso progresista que lo distingue aún respecto a otras iglesias. En los años 30 ya aparecen estas posturas, pero son claramente minoritarias.

Uno de los puntos en que más se insiste es en el de la preparación mental y material para un nuevo conflicto con Alemania, interés fácilmente comprensible ya que explicaría las causas del desastre de 1940. En concreto, se habla mucho en el libro sobre el pacifismo de la sociedad francesa. Vencedores sin ánimo de revancha, la mayor parte de los franceses creyó firmemente en que la guerra de 1914-1918 había de ser 'la der des ders' (la última de las últimas). Si los excombatientes se organizaban en pobladas asociaciones y celebraban ritos patrióticos, lo hacían sin marcar el paso ni portar uniformes y más bien en reivindicación y defensa de sus pensiones. La crítica al belicismo y una defensa de la paz profundamente anclada en las conciencias -aspectos muy criticados por el autor pero no que no tienen por qué ser en sí negativos- no fueron acompañadas por una comprensión objetiva sobre la necesidad de parar los pies al nacionalismo alemán en caso de que se volviera amenzante. El deseo de no intervenir fuera de las fronteras se visualizó -y pagó con millones de francos- en las enormes fortificaciones de la línea Maginot.

Junto a ello, los oficiales fueron víctimas del conservadurismo militar y también de los recortes presupuestarios que no impulsaron la modernización. En todo caso, hizo más la escasa voluntad de cambio -favorecida por personajes ilustres como Gamelin o Pétain- que los aspectos materiales. Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, Francia posee más tanques, y en algunos modelos mucho mejores, que los alemanes, pero carece de planes para una actuación combinada de las armas, o de servicios de comunicación y transporte eficaces, por ejemplo. A cambio, faltó un grupo de oficiales, como los africanistas españoles, que aprovecharan los graves elementos de crisis para desplazar del poder a la clase política. El republicanismo de buena parte de la oficialidad impidió una confrontación civil más grave y constituye una notable diferencia con la situación española de 1936. Los militares habían ejercitado su patriotismo en las confrontaciones exteriores de 1870 y 1914. Su papel en la sociedad no estaba tan vinculado al mantenimiento interno del orden.

Aunque el libro habla mucho de la movilización política de la derecha, dedica poco espacio a las acciones terroristas de la ultraderecha, quizá porque este tema ya ha sido privilegiado en otras obras. Con todo, no dejó de ser un elemento importante y muy desestabilizador en el panorama político.

En resumen, que una derecha conservadora y reaccionara (en la política, en la iglesia, en el ejército) y una izquierda voluntarista, dividida y al tiempo mucho menos 'diferente' de lo que sus palabras hacían pensar, marcaron una Francia que no mereció un fracaso tan rotundo frente a la agresión externa. En ocasiones el triunfo, como en 1918, oculta las deficiencias y a los deficientes, y en otras la derrota, agranda la visión que podemos tener de los problemas. En este caso, el autor ha puesto más énfasis en los vicios que en las virtudes, pero no deja de ser un análisis interesante y bien planteado.

3 comentarios:

  1. Gracias a esta informacion publicada podemos hacer tareas confialbes :)

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  2. Muchas gracias. Me alegro de que te haya sido útil.

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  3. Es muy largo, solo necesito 1 parrafo :/ Jooop

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