Lo único que aprendemos de la historia es que no aprendemos de la historia (Hegel)

lunes, 30 de julio de 2012

Complicaciones de la caridad en Filipinas

A menudo, el estudio de pequeños acontecimientos revela la naturaleza de contextos sociales muy complejos, sea cual sea el periodo de la historia que elijamos. En este caso, un artículo de Marta Manchado López, profesora de la Universidad de Córdoba, sobre una fundación destinada a evangelizar niños huérfanos en China, nos permite ver cómo funcionaban algunas instituciones en el imperio colonial hispano, cuáles eran las prioridades de sus órganos de gobierno, y también algunas divergencias prácticas entre el centro y la periferia de ese inmenso imperio. Se trata de <<Desamparo en que con la vida, se pierde el alma>>. Las controversias en torno a la obra pía del Abad Sidoti para la recogida de niños chinos abandonados (Filipinas, 1705-1740), publicado en  la Revista de Indias (2010), vol. LXXI, nº 252, pp. 415-448.
En primer lugar, debemos felicitarnos de que una serie de investigadores actuales sigan prestando atención al durante mucho tiempo olvidado Extremo Oriente de Imperio español. La universidad de Córdoba ya contó en el pasado con alguna de las escasas figuras que se dedicaron al estudio de ese excelente laboratorio colonial que fueron las islas Filipinas, la doctora Mª Lourdes Díaz-Trechuelo. Dado el importante papel que las órdenes eclesiásticas tuvieron en el control y administración del territorio filipino, y la abundancia de fuentes que legaron, es natural que buena parte de la atención de los investigadores se haya desviado hacia ellas y sus actividades. Marta Manchado explica las vicisitudes que hubo de superar para cumplir sus objetivos una fundación piadosa creada durante su paso por las islas por el religioso italiano Juan Bautista Sidoti, personaje interesante por él mismo, que nos introduce en el exótico y al tiempo familiar mundo de las colonias españolas en Asia. Según la autora, el 'abate' Sidoti era un noble sciliano que sintió en edad ya madura una exaltada vocación misionera y que recibió en 1702 del Papa Clemente XI el encargo de reabrir las misiones en Japón, labor particularmente peligrosa dada la prohibición existente para ejercer el proselitismo en las islas, decretada por los shogunes Tokugawa. Con este encargo, y después de estudiar durante años la lengua japonesa, recaló en las islas Filipinas, aprovechando el viaje hacia Oriente de monseñor Maillard de Tournon, patriarca de Antioquía y visitador apostólico de las misiones en China, que viajaba también con una tarea particularmente complicada: informar sobre la compatibilidad de los ritos confucianos chinos con el cristianismo, querella famosa que marcó el destino de las misiones católicas en el Celeste Imperio. El abad Sidoti se vio obligado a permanecer en Manila, esperando la ocasión de poder introducirse en Japón para iniciar sus predicaciones. Según testimonios, "era un hombre imbuido de celo apostólico, trabajador infatigable y cuya vida de penitencia y pobreza le granjeraon la estima de la sociedad manileña, pero también la oposición de los religiosos".

Porque -añadimos nosotros- el mundo de los misioneros en Filipinas era a la vez cerrado y muy competitivo. Desde la conquista del archipiélago, el Real Patronato que ejercía la monarquía sobre la Iglesia en las Indias había tenido cuidado en limitar el acceso a tan sólo cinco órdenes religiosas. Aunque el comercio del 'galeón de Manila' constituía un trafíco muy provecho, de gran rentabilidad para los comerciantes mexicanos implicados, lo cierto es que tanto la administración como la sociedad instalada en las islas no nadaban precisamente en la abundancia. Filipinas necesitaba anualmente un 'situado' de medio millón de pesos para subsistir en tanto que parte del Imperio, y gran número de colonos y clérigos debían sobrevivir como rentistas o gracias al tributo indígena, dada la escasez de actividad económica en el archipiélago.

Sindoni estaba vinculado a la Orden franciscana. Antes de marchar, como uno más de los servicios prestados a la tarea misional en Oriente, estableció en Manila una obra pía cuya administración encomendaba a la llamada 'Mesa de la Misericordia' (1705).Para financiarlo, se dejaba un legado de 12.000 pesos, que debían incrementarse hasta 36.000 antes de dar inicio a las actividades caritativas, gracias a nuevas donaciones, y a las inversiones en el comercio del galeón. Una parte de lo que se fuera distribuyendo debía ir al colegio de Santa Isabel y el resto de obras caritativas sostenidas por la Mesa de la Misericordia. Eran 200 pesos que podía distribuir libremente y que constituían una forma de compensación por las molestias de asumir la gestión del legado.

Pero los grandes beneficarios eran los franciscanos, a quienes deberán entregarse 2.200 pesos anuales para el sostenimiento de 30 misioneros, y 1.600 más para las misiones en China y Japón, con idea de que sirvieran "<<para el recogimiento y crianza y educación de los niños y niñas desamparadas y arrojadas al campo o a las calles>>". Los encargados de esta tarea debían ser 20 misioneros 'apostólicos menores observantes'. Ya que esta rama de la orden franciscana no estaba autorizada a misionar en Filipinas, se especificaba que esta misión en China no daría ningún derecho a establecerse en el archipiélago, para no contravenir lo dispuesto por el Real Patronato.

Si el dinero no podía ser destinado a esta causa, ni tampoco a la fundación de un colegio de los menores observantes en China y Japón, deberían dedicarse al sustento del colegio de los armenios católicos en Jerusalén, también gestionado por los franciscanos. Si tampoco esto era posible, iría estinado a distintas obras piadosas de Filpinas, también gestionadas por la Mesa de la Misericordia, y a la catedral de Manila, lo mismo que el dinero sobrante, si no hubiera 30 misioneros como se había estipulado.

Estos mandatos no resultaron sencillos de implementar. Porque los franciscanos españoles estaban fuertemente enfrentados después de que, junto a las dos líneas tradicionales de observantes y conventuales, hubiera aparecido la nueva rama reformada de los 'descalzos', que en principio se había nutrido de hermanos y padres conventuales y que había conseguido afirmar su independencia frente a la rama mayoritaria de los observantes. Éstos, que se habían convertido desde el tiempo de los Reyes Católicos, en la única forma de franciscanismo admitida en Castilla y la Corona de Aragón, integraron a los 'descalzos' en su obediencia, pero tuvieron que transigir con la autonomía de esta 'Custodia' de la orden, que fue autorizada a establecerse en Filipinas, donde crearon la provincia de San Gregorio, a cuya dirección estaban sometidos los mayoritarios 'observantes'. Éstos contraatacaron y, en el siglo XVII, trataron de crear una 'provincia' propia, dividiendo el territorio misional encomendado a los franciscanos, operación que fracasó en medio de fuertes tensiones. Además, los 'observantes' habían pretendido que, en adelante, sólo se pudiera enviar misioneros a Filipinas desde las 'provincias' americanas, y no desde la Península, lo que condenaba a los minoritarios 'Descalzos' a la desaparición, ya que tenían muy poca presencia en México.

En este panorama venía a introducirse Sidoti. Aunque su propósito declarado era favorecer a los 'observantes' fuera de Filipinas, en las misiones de China y Japón, los 'descalzos' temían que, caso de fracasar el mencionado proyecto, los nuevos misioneros allí enviados, refluyeran hacia Filipinas y alteraran todos los equilibrios establecidos, poniendo además en peligro las precarias finanzas de la provincia. El Procurador General de los descalzos apeló al Consejo de Indias, solicitando que toda aquella iniciativa se pusiera bajo el contro de 'su' provincia de San Gregorio, aunque también padeciera una falta crónica de efectivos.

El artículo desgrana los prolongados debates y las repetidas incidencias ocurridas en los años subsiguientes. Hubo que esperar, de entrada, a que la suma estuviese reunida para autorizar el inciio de las actividades misionales. El Consejo y el gobierno real estaban sobre todo interesados en que aquello no supusiese un sobrecoste para las arcas reales (el Real Patronato se había obligado a pagar el transporte de los clérigos hasta las Indias); como China quedaba fuera de su jurisdicción, quiso dejar bien claro que el traslado debería hacerse por cuenta de la propia obra pía.

Pero un nuevo actor intervendría en la disputa. El Papado deseaba recuperar algo del control perdido sobre la gestión del clero en las colonias españolas, a las que regateaba la concesión de un Patriarcado para que el  Rey no pudiese ejercer aún más fácilmente su autoridad a través de un 'primado' (siempre resulta más difícil controlar decenas de obispos y superiores religiosos que a uno sólo de ellos). La Propaganda Fide trató de instar al Consejo de Indias para que se cumpliesen las instrucciones tal como las había redactado Sidoti, favoreciendo así a los 'observantes'. Sin embargo, trataba de que los fondos no fuesen aplicados al envío de nuevos misioneros, sino al sostenimiento de los que ya estaban allí. Esta intromisión fue cortada en seco por la Monarquía, que se limitó a ratificar lo que se había establecido en años anteriores.

Deseo recordar que todo este intercambio de opiniones debía incidir en un territorio situado en el otro extremo del mundo (por lo que hace a Europa), cuyas autoridades civiles y religiosas tan sólo mantenían contacto regular con la metrópoli una vez al año, y por intermedio de la Nueva España. Resulta fascinante tanto la dedicación de elevados personajes a resolver el asunto, como observar los dilatados plazos de tiempo con que se gobernaba un espacio político tan vasto. Las medidas favorables a los observantes pudieron ser paralizadas por el gobernador de Filipinas alegando que se habían incumplido aspectos formales de las Reales Cédulas, como la ausencia de todas las firmas necesarias en el documento enviado desde Madrid.

Los franciscanos 'descalzos' de la provincia de San Gregorio siempre argumentaron que, ya que eran ellos quienes sostenían misiones en China, los 1.600 pesos previstos por la fundación de Sidoti podrían destinarse enteramente al socorro de los pobres huérfanos, de los que podria salvarse a varios centenares cada año. La frecuencia del abandono y la miserable suerte que acompañaba a estos infantes era relatada por las cartas de los que ejercían sus labores en la costa del Celeste Imperio. Esta idea terminó por convencer al fiscal del Consejo de Indias, que se inclinó por esta solución en julio de 1735.

Pero antes de que así se estableciese, la 'Mesa de la Misericordia', visto el correr del tiempo, "había decidido (...) previo parecer de las dos universidades de Manila, que todas las cantidades retenidas en el tesoro de la Hermandad correspondientes a la obra pía de los niños expósitos se distribuyeran entre la catedral y la propia Casa de la Santa Misericordia (que lo aplicaría a su colegio de Santa Isabel)" saltandose en su beneficio las estipulaciones previas del padre Sidoti. El fiscal del Consejo consideró que se habían extralimitado y que la Mesa debía reintegrar la totalidad del dinero producido por los 1.600 pesos desde 1718 (unos 30.000 pesos en total) a la redención de niños expósitos. Semejante exigencia dilató aún más el inicio de la misión, y terminó siendo asumido que resultaba inaplicable, por lo que los misioneros 'descalzos' de la provincia de San Gregorio acabaron aceptando el simple legado de 1.600 pesos y se comprometieron a remitir a las autoridades "informes periódicos y pormenorizados sobre el caudal de la obra pía, en los que se debía dar cuenta <<de lo que practican los religiosos con los niños expósitos que rescatan en la China y de la destinación y paradero que tienen después de su rescate>>". Fue a partir de 1740 cuando se pudo acatar definitivamente lo establecido por las Reales Cédulas, y agregar a la fundación de Sidoti otra establecida también en Manila por un particular con parecido objetivos y que venía funcionando desde 1729.

Podemos extraer, como conclusión, aunque no lo haga la profesora Manchado que:

- durante el siglo XVIII, los detalles en la gestión casi cotidiana de los asuntos del clero seguían formando parte integral de la administración del estado. Hasta una pequeña obra piadosa era capaz de involucrar a las altas autoridades de la Monarquía y las colonias y las decisiones tomadas debían ser refrendadas por el propio rey. Es cierto que el asunto implicaba una zona sensible del Imperio y elementos de relación con potencias exteriores, como la China, pero dificilmente se justificaría hoy que una iniciativa para socorrer y evangelizar niños huérfanos levantara tanto revuelo y durante tanto tiempo.

- que las disputas entre las congregaciones religiosas marcaban cualquier aspecto de su actuación pastoral. En última instancia se trataba de establecer repartos territoriales, estructuras jerárquicas y fondos económicos, aspectos todos ellos capaces de desatar guerras de influencia en cualquier ámbito de la actividad humana. Conviene, por tanto, no menospreciar nunca el protagonismo del clero más allá de la influencia espiritual, cultural o política que pudiera tener, como institución y a través de sus numerosas personalidades. También constituía una pieza esencial en el engranaje del Imperio y, como todas la piezas, requería cuidadosas intervenciones de mantenimiento.

- la situación económica de las islas resultaba precaria, como subraya continuamente la autora, pero el comercio del galeón constituía un mecanismo -lejos del libre mercado- de redistribución de los ingresos que permitía, incluso a una obra pía, obtener rendimientos del 50% anual (tal como se detalla en el artículo). En el caso de los comerciantes mexicanos sabemos, por otros estudios, que éste podía alcanzar con facilidad el 300%. Las sumas acumuladas por la iglesia servían también como fondos financieros a disposición de la actividad económica en múltiples circunstancias.

-La dilación y los obstáculos burocráticos no dejaban de ser instrumentos que permitían un amplio margen de autonomía a las autoridades y habitantes de América y las colonias del Pacífico. No siempre esta irregular autonomía garantizaba la mejor gestión de los asuntos, ya que los poderosos intereses locales podían desviar las medidas o los fondos requeridos para un determinado objetivo en función de sus conveniencias particulares.

-Aunque diversas instituciones del archipiélago, como el cabildo catedralicio, intentaron derivar los fondos mencionados para resolver sus propias dificultades económicas, la Corte de Madrid en ningún caso puso en duda que el dinero debía destinarse a su propósito inicial, centrado en la evangelización de la China y el rescate de niños huérfanos, pese a que el sostenimiento de la colonia filipina había sido denunciado repetidamente como una verdadera 'sangría' para las arcas reales. El título de artículo hace referencia a prioridades auténticas de la política española, que no contemplaban el abandono gratuito de las exigencias espirituales, incluso en el 'laico' siglo XVIII.

Por lo que hace al padre Sidoti, murió mucho antes de producirse el curso y desenlace de todos estos hechos. Intentó tres veces entrar en Japón; naufragó dos de ellas,y finalmente pudo desembarcar vestido como japonés en Matsushita, lo que no impidió que fuera apresado inmediatamente y trasladado a Nagasaki, único puerto autorizado para los contactos con el extranjero. Retenido en la denominada 'cárcel de los cristianos', fue interrogado y sometido a confinamiento más estrecho aún cuando se supo que había convertido incluso a la familia de sus carceleros. Falleció en 1715, parece que a consecuencia de haber sido recluído en un hoyo insalubre en el que se le proporcionaba comida y agua por un estrecho agujero. Requiescat in pace.

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