Lo único que aprendemos de la historia es que no aprendemos de la historia (Hegel)

sábado, 4 de agosto de 2012

Vikingos en Groenlandia. Factores culturales y cambio climático.


Una de las noticias más difundidas de este verano ha sido la repentina y completa desaparición de los hielos superficiales en Groenlandia. El fenómeno no resulta desconocido, pero constituye un síntoma inquietante que viene a confirmar las previsiones de quienes hablan de un cambio climático  global en el futuro más próximo.

Todavía se están evaluando las causas y consecuencias de lo ocurrido, pero a mi me ha recordado vivamente lo que explicaba Jared Diamond en su libro Colapso. Por qué unas civilizaciones perduran y otras desaparecen . (Barcelona: Debate, 2006; libro ya mencionado en la entrada del 18 de marzo de 2011), cuando se refería a la odisea colonizadora de los vikingos en el Atlántico Norte, tanto por lo que hace al espacio geográfico, como al reto que representó para ellos enfrentarse a las oscilaciones climáticas de los siglos X al XV, un reto que fueron finalmente incapaces de superar, no tanto por razones biológicas, sino económicas y culturales.

La expansión de los vikingos  por la Europa septentrional ha sido recogida a menudo con acentos novelescos, vinculados a la épica de las sagas, a su crueldad, a su afición al saqueo y al nomadismo que les llevó a dejar su huella desde Lindisfarne hasta las colinas de Sicilia o la corte de Bizancio. Sin embargo, los vikingos también se condujeron como comerciantes y como colonizadores. En este sentido, adelantaron algunos de los rasgos más característicos de los occidentales en su relación  con el resto del mundo.
Así como los suecos dirigieron primordialmente su atención al espacio báltico y las estepas orientales, y los daneses encabezaron las expediciones hacia Europa occidental, los vikingos de la actual Noruega fueron protagonistas en la ocupación de las islas atlánticas (Sethland, Orcadas, Islandia...) hasta alcanzar Groenlandia y la costa de norteamérica (Vinland).

Una de las primeras observaciones de Diamond sobre estas colonizaciones es que, como ha ocurrido en otros casos de sociedades preindustriales, el impacto humano que provocaron  sobre el medio fue muy superior a lo que ahora imaginaríamos, cosa que solemos ignorar convencidos de que es nuestra moderna capacidad técnica lo que está provocando alteraciones en el medio ambiente. Es la intromisión humana en sí misma -y una conducta poco atenta a los equilibrios existentes- lo que viene a explicar el grado de incidencia. La peor catástrofe ecológica de Islandia se dio en los primeros siglos de presencia vikinga, por la deforestación de los bosques del interior y la sobreexplotación de los pastizales, que dejaron al descubierto una capa de suelo volcánico delgada y pobre, incapaz de resistir las persistentes borrascas del Atlántico. El resultado fue la aparición de un desierto de piedra que ya nunca se ha regenerado y constituye un enorme espacio inhabitable para los mamíferos superiores. Con todo, la población y la cultura de los vikingos islandeses consiguió sobrevivir precariamente en esta gran isla. Por el contrario, aquellos que se instalaron en Groenlandia constituyen una preciosa lección histórica para cualquiera que se plantee las claves del éxito ecológico de las formaciones sociales.

Los vikingos crearon dos colonias en la costa groenlandesa, separadas por centenares de kilómetros y que pudieron albergar en sus momentos de esplendor hasta 5.000 personas. Se benficiaron durante más de tres siglos de una condiciones climáticas particularmente benignas, que favorecían los viajes marítimos y permitían desarrollar formas simples de agricultura y ganadería. El comercio a larga distancia se basaba, sin embargo, en una materia prima prestigiosa pero no esencial, el marfil de morsa y narval, muy demandado en los talleres artesanales para la confección de objetos y encuadernaciones de lujo, destinados a la Iglesia y las cortes feudales.

Esto ya revela la importancia de los factores culturales en la odisea de los europeos en las heladas tierras del Norte. Y no fue el único elemento. Aunque para los escasos pastizales de Groenlandia resultaba mucho más adecuada la cría de ovejas, cabras y cerdos que la de vacas, todo el esfuerzo se centró sobre estos últimos animales ya que, en las tierras de procedencia de los vikingos, la posesión de ganado vacuno proporcionaba mucho más prestigio social que el de las otras especies. Esto se mantuvo a pesar de que el riguroso invierno groenlandés obligaba a tener los animales encerrados y envueltos en sus propios excrementos -que daban calor- durante más de seis meses. El resultado fue una pérdida de talla y peso que terminó dando una cabaña de vacas 'enanas', mucho más pequeñas que sus antecesores. Lo mismo sucedió con los humanos. Las mediciones hechas a los cadáveres encontrados reflejan una disminución en la altura media de hasta 20 cm.

El largo viaje a Vinland, en las actuales costas del Canadá, se explica también por la imperiosa búsqueda de madera barata que pudiera sustituir las costosas importaciones europeas, ya que Groenlandia no la proporcionaba, lo que impedía desarrollar una marina propia. Terranova constituía una buena fuente para conseguirla, pero era una tierra demasiado lejana, y el volumen de colonizadores que Groenlandia podía desplazar era demasiado pequeño como para imponerse a unos nativos belicosos. Los vikingos no hicieron nada por ganarse la buena voluntad de los indígenas americanos, con quienes desde el principio tuvieron una relación exclusivamente hostil, hasta el punto de hacer fracasar sus expediciones.

El problema fundamental es que Europa comenzó a perder su interés por el marfil de morsa  a partir del siglo XIV, hundiendo a la colonia groenlandesa en una grave crisis económica, ya que ningún otro de sus  productos podía sufragar fácilmente las elevadas necesidades de productos externos, imprescindibles para la vida tal como era entendida en la cultura cristiana. Resulta sorprendente que hayamos encontrado testimonios arqueológicos de la extrema escasez de objetos de hierro que padecía la sociedad groenlandesa y, en cambio, esta dedicara sus últimos y escasos recursos, como aparece reflejado en la documentación comercial, para la adquisición de pesadas campanas metálicas destinadas a las iglesias, o que fuera capaz de sostener un obispado, añadiendo un peso considerable de personas improductivas a una colonia que se hallaba al límite de la subsistencia.

Un ejemplo todavía más explícito de las actitudes europeas hacia 'los otros' y hacia el medio ambiente podemos encontrarlo en la respuesta los vikingos cuando el clima de las latitudes septentrionales comenzó a hacerse más riguroso a partir de 1350. Con una agricultura y una ganadería cada vez más en precario, resultaba evidente que debían plantearse un giro en sus actitudes si deseaban sobrevivir en las nuevas condiciones. Que esto resultaba posible lo demuestra que, justo en las mismas fechas, las tribus 'inuit' de la denominada cultura Thule decidieran instalarse allí progresivamente, partiendo del norte de América y descendiendo hasta el extremo sur. Sus estrategias para la caza, sus herramientas, vestidos y habitaciones podían haber proporcionado a los vikingos un ejemplo fácil de imitar para garantizar la supervivencia física de la colonia, sin dependencias externas que les condicionaran.

Pero esto suponía establecer relaciones amistosas y aprender de unos grupos humanos a quienes los vikingos consideraban literalmente como 'apestosos' y a quienes nunca desearon sino expulsar de su territorio. En vez de copiar los cálidos abrigos de piel de los cazadores esquimales, ellos siguieron prefiriendo los abrigos de amplias mangas que estaban de moda en Francia durante la Baja Edad Media.
El resultado es bien conocido. En 1408 se produjo el último viaje conocido de comerciantes noruegos hasta Groenlandia, y el último matrimonio registrado. Tras ellos, el silencio. Los restos de sus casas y los bienes materiales desenterrados por los arqueólogos son el único testimonio de una comunidad que terminó por sucumbir a la enfermedad y el hambre y se perdió en las nieblas del Atlántico. La convicción de su propia superioridad y los prejuicios tuvieron mucho más que ver en el destino de los vikingos que los cambios en su medio. Podían haber vencido a los elementos, pero no supieron transformarse a si mismos.

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