Os recomiendo hoy un estupendo libro de historia y de metodología en la investigación histórica. Se trata de Talamanca, 1714. Arqueologia d'una batalla, elaborado por el equipo de investigación sobre Didáctica y Patrimonio del Departamento de Didáctica de las Ciencias Sociales de la Universidad de Barcelona, coordinado por Francesc Xavier Hernández y Xavier Rubio (Barcelona: Llibres de Matrícula, 2009). La arqueologia de los campos de batalla es una disciplina muy desarrollada en países como Estados Unidos, Francia o Inglaterra. Los de la Península Ibérica no han gozado de suerte parecida y, cuando se han hecho reconstrucciones de lo sucedido, dentro del campo de la historia militar, éstas no han ido avaladas más que por estudios documentales cuyas afirmaciones pocas veces se compueban sobre el terreno. Esta vez la situación es por completo diferente. El equipo del grupo de investigación DIDPATRI se propuso comprobar si los restos materiales dejados por los contendientes en la batalla de Talamanca corraboraban la versión ofrecida por las fuentes documentales o la desmentían. El resultado ha sido no solo esclarecedor, sino que ha enriquecido nuestra comprensión de la dinámica militar durante la fase final de la guerra de Sucesión, en lo que fue la última batalla en campo abierto antes de la caída de Barcelona.
El estudio comienza situándonos precisamente en los estertores de un conflicto que duraba ya más de diez años y en los que los antiguos territorios de la Corona de Aragón se habían unido, con más o menos excepciones, a la causa del archiduque Carlos III de Austria frente al nuevo monarca español, Felipe V de Borbón. Una decisión sobre la que se ha escrito mucho pero sobre la queda también mucho por saber. En 1714, las potencias que formaban la Gran Alianza formada para oponerse a los planes hegemónicos de Luis XIV habían dejado de combatir a Felipe V tras la paz de Utrech, y tan sólo se esperaba la rendición de los austracistas catalanes para poner fin a la parte armada del conflicto. Pero en 1713 un sector importante de las Cortes catalanas decidió proseguir la resistencia y, aunque la población en general estaba ya cansada de una guerra demasiado larga y casi seguramente perdida, los errores de los mandos felipistas y la pesada carga económica que suponían las tropas de ocupación borbónicas reavivaron a principios de 1714 la resistencia popular, en apoyo de los últimos austracistas refugiados en la asediada ciudad de Barcelona y el castillo de Cardona.
Son bien conocidos también los numerosos errores de los mandos políticos y militares austracistas que, mientras llamaban a la resistencia desesperada contra el felipismo, desaprovecharon diversas oportunidades de fortalecer la resistencia y hasta cometieron auténticos actos de desidia y traición, como el abandono en la costa del Maresme de todo un ejército de voluntarios armados para el socorro de Barcelona, en una decisión hasta hoy inexplicable. Uno de los interrogantes posibles es saber hasta qué punto la voluntad de mantener la resistencia era una opción arriesgada, pero lógica, o una locura suicida. Aunque se ha tratado de justificar desde un punto de vista político y diplomático, a la espera de que se reavivara la lucha entre los Borbones de Francia y España contra sus numerosos enemigos, lo cierto es que cuanto mejor conocemos la situación internacional más remota parece esta posibilidad, lo que hablaría de un craso error de juicio de la dirección política catalana. Durante los veinticinco años siguientes no volvió a estallar una guerra general en Europa, y la población pagó caro este desconocimiento dela situación real. Pero, en cambio, desde el punto de vista militar, F. Xavier Hernández ya había dejado claro en su Història Militar de Catalunya que la organización de un ejército profesional catalán, en condiciones de batirse -al menos contra las tropas españolas- fué un éxito, y reflejaba una capacidad de movilización, armamento y abastecimiento de las tropas superior a lo que se venía suponiendo a las instituciones catalanas.
Precisamente, aparte de las fuerzas que guarnecían las sitiadas posiciones de Barcelona y Cardona, el mejor ejército operativo que llegaron a tener los austracistas catalanes fue el del marqués de Poal, protagonista de la batalla de Talamanca, y el libro se abre con una presentación de esta tropa y de sus circunstancias. Continúa con un análisis de las fuentes textuales que nos hablan de la batalla de Talamanca y ya entra en el estudio propiamente arqueológico del campo de batalla, describiendo primero el marco físico donde tuvo lugar el choque, una breve pero interesante introducción a la arqueología de los campos de batalla, los resultados de la excavación y la interpretación de los hechos que ofrece el equipo de investigadores. No faltan en anexo un inventario de los restos materiales encontrados (con descripción y fotografías) y una semblanza de los jefes militares que participaron en el encuentro. Se trata, pues, de una publicación muy completa y bien presentada, como todas las de su colección, que puede servir de guía para otros trabajos semejantes.
Aunque los restos materiales dejados por una batalla que se desarrolló en un breve lapso de tiempo y hace ya tres siglos, no hayan sido demasiado abundantes, si que han resultado significativos por el concienzudo trabajo del equipo de arqueólgos. No sólo se constata que la relación dejada por el marqués de Poal queda confirmada -importante, ya que se trata de la descripción más detallada que nos ha llegado- sino que la distribución de las balas encontradas y los puntos donde se desarrollaron los instantes decisivos de la batalla nos hablan de un ejército catalán pequeño y aislado pero con una alta moral combativa, apenas una semana antes de la rendición final tras el asalto a Barcelona. Un ejército, eso si, que no podía arriesgarse a luchar con la fuerzas borbónicas en campo abierto, y por eso circulaba únicamente por las rutas montañosas del interior de Cataluña. Pero un ejército, a la postre, capaz de infringir una contundente derrota a tropas bien organizadas, hasta el punto de ponerlas en franca huída. Podemos hablar de voluntad de combate ya que las fuerzas austracistas atacaron en puntos donde se requería valor y decisión para hacerlo; un ejército desmoralizado raramente dispone de ambas cosas.
Este aspecto del conflicto no viene a resolver todas nuestras dudas ni justificar todas las decisiones. Las fuerzas catalanas podían ganar una batalla, pero muy difícilmente podían ganar aquella guerra. En todo caso, se trata de una pieza más en el tablero del conocimiento, que puede ayudarnos a comprender qué factores impulsaron las actuaciones de unos y otros durante aquellos días. Es tarea del historiador, luego, valorar todo ello en su justa medida, y entender, sin otros condicionamientos, cual fue el impacto real de dichas actuaciones, tanto en aquella época como para el desarrollo posterior de la historia catalana y española.
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