En el centro de Europa se hallan los alemanes. Esta afirmación constituye una incuestionable verdad geoestratégica, y también económico-financiera, que siempre debe ser considerada en cualquier análisis sobre nuestro continente. El prestigio cultural de Francia, los éxitos económicos y políticos del Imperio británico y los catastróficos errores del propio nacionalismo alemán han ocultado la importancia de una realidad que se proyecta mucho más allá de la ‘Mitteleuropa’. Pero es que, por lo general, este peso no ha ido unido en la historia a unas instituciones que tradujesen políticamente lo que suponen Alemania y los alemanes. Aunque casi siempre ha existido una u otra forma de Reich alemán, todos sabemos que han sido construcciones estatales problemáticas, como mínimo de carácter fuertemente federal, ya que los alemanes –en contra del tópico creído por quienes los desconocen- constituyen una realidad muy diversa.
Prácticamente nunca Alemania, y lo alemán, han gozado de tanto prestigio como en las décadas que siguieron a la creación del II Reich en 1870, forjado tras las sucesivas y fulgurantes victorias sobre Dinamarca, Austria y Francia. Se trataba de un estado de carácter eminentemente prusiano, nacionalista y conservador, que pudo desplegar –con impetuosidad y arrogancia- el enorme potencial de una Alemania que se expandía en casi todos los terrenos. Conocer la forma en que lo hizo resulta esencial para comprender una cierta manera de los alemanes de entenderse a si mismos, y su dramático impacto en la historia mundial del siglo XX. Una de las mejores guías breves la constituye el libro del profesor Michael Stürmer El imperio alemán (1870-1919) (Barcelona: Mondadori, 2003; edic. orig. 2002) que enlaza con otras publicaciones sobre el nacionalismo alemán que ya hemos mencionado en el blog. Destaca puntos fundamentales que explican tanto el devenir del II Reich como la hecatombe de 1914.
Prácticamente nunca Alemania, y lo alemán, han gozado de tanto prestigio como en las décadas que siguieron a la creación del II Reich en 1870, forjado tras las sucesivas y fulgurantes victorias sobre Dinamarca, Austria y Francia. Se trataba de un estado de carácter eminentemente prusiano, nacionalista y conservador, que pudo desplegar –con impetuosidad y arrogancia- el enorme potencial de una Alemania que se expandía en casi todos los terrenos. Conocer la forma en que lo hizo resulta esencial para comprender una cierta manera de los alemanes de entenderse a si mismos, y su dramático impacto en la historia mundial del siglo XX. Una de las mejores guías breves la constituye el libro del profesor Michael Stürmer El imperio alemán (1870-1919) (Barcelona: Mondadori, 2003; edic. orig. 2002) que enlaza con otras publicaciones sobre el nacionalismo alemán que ya hemos mencionado en el blog. Destaca puntos fundamentales que explican tanto el devenir del II Reich como la hecatombe de 1914.