Lo único que aprendemos de la historia es que no aprendemos de la historia (Hegel)

miércoles, 28 de diciembre de 2011

El triunfo de la cruz

Algunas obras de divulgación histórica han calificado los últimos años del siglo XX como los del 'regreso de Dios' al primer plano de la geoestrategia mundial. La conocida tesis de la 'guerra de civilizaciones' para explicar las tensiones del mundo actual no deja de ser otra manera de expresarlo. Si se han multiplicado los estudios académicos que tratan de explicar el auge del islamismo en sus diversas corrientes políticas y la relación que guardan con el Islam como doctrina, no resultan tan frecuentes los que profundizan en el impacto político de otras religiones, incluído el análisis del contenido religioso en Occidente, presente en los mensajes de numerosas fuerzas de gran impacto electoral.

Quizá convenga en este tema regresar a las raíces, y preguntarse por las razones que acompañaron la conversión del imperio romano -y posteriormente otros estados- del paganismo clásico a la religión cristiana. En qué medida dicha conversión supuso un triunfo revolucionario y cómo alteró las bases culturales y sociales del imperio. Me ha sorprendido, por su planteamiento, el libro de Paul Veyne -un clásico en el estudio de Roma y su imperio-Quand notre monde est devenu chrétien (312-394) publicado por Albin Michel en la colección Bibliothèque Idées (París: 2007). En él se desarrolla la tesis de que el éxito de la religión cristiana y su imposición final al conjunto de la sociedad no constituía un hecho inevitable en el siglo IV ni implicaba una solución política fundamentalmente mejor que el matenimiento de los cultos anteriores. La clave, para el autor, residió en una serie de proyectos personales impulsados desde el poder por Constantino I y una cada vez más larga serie de emperadores cristianos.

martes, 20 de diciembre de 2011

Formas primitivas de participación democrática

Ahora que los levantamientos pacíficos y populares exigiendo democracia se han puesto a la orden del día en todo el planeta, no está de más repasar las características de sus antecedentes históricos. Inadvertidamente, el tipo de protestas pacíficas que impulsó el hundimiento del régimen soviético y sus satélites se ha ido extendiendo en el tiempo y el espacio, lo vemos en las protestas contra políticas dictatoriales o pseudemocráticas en Asia, América Latina, y el norte de África, enlazando con el auge de los 'indignados' en Europa o Estados Unidos. Algunas de estas acciones han conseguido derribar regímenes o encumbrar a sus líderes, otras no, y las de los países más ricos no consiguen cuajar de momento una alternativa sólida que de cauce a sus reivindicaciones.

Todas estas situaciones no es la primera vez que se presentan en la historia, tal como vamos viendo en este blog. Las formas cambian, y mucho, aunque los objetivos resulten con frecuencia similares. Y de la comparación podemos extraer seguramente algunas reflexiones sobre los aspectos positivos y negativos del ejercicio de la democracia, las diferentes maneras de entenderla o las casi infinitas formas de vehicularla.

Fue Geoffrey Parker quien señaló que también en los ejércitos del Antiguo Régimen podemos encontrar formas de actividad polítíca. Incluso considerando a los mercenarios profesionales como una importante 'fuerza de trabajo' de la Europa preindustrial. Considera los motines militares en reivindicación de los atrasos en las pagas o condiciones disciplinarias más dignas, como 'huelgas' específicas de su sector labotal. En esta línea, un artículo de Maarten Prak, profesor de la Universidad de Utrecht nos acerca a un ejemplo mucho más claro de participación política de elementos sociales a caballo entre lo civil y lo militar, en su artículo "Milicia cívica y política urbana en Holanda: Leiden, siglos XVII y XVIII", publicado dentro del volumen colectivo Las milicias del rey de España. Sociedad, política e identidad en las Monarquías ibéricas, coordinado por  José Javier Ruiz Ibáñez (Madrid: Fondo de Cultura Económica, 2009)