La difusión del modelo económico
neoliberal durante los años setenta y ochenta fue acompañado en
algunos estados por la supresión de las libertades democráticas. En
ocasiones así, las nuevas medidas socioeconómicas actuaron de
cobertura ideológica al formularse como una promesa de desarrollo
nacional. El profesor Jaime Yaffé, de Montevideo, ha estudiado su
impacto en Uruguay durante el período dictatorial (Economía y
dictadura en Uruguay, una visión panorámica de su evolución y de
sus relaciones con la economía internacional (1973-1984). Revista de
Historia (Universidad de Costa Rica), nº 61-62, enero-diembre 2010, pp. 13-35) en
un artículo válido para muchos otros países, que muestra
resultados de una nitidez sorprendente.
A menudo se ha querido presentar los regímenes militares latinoamericanos como el simple resultado de estrategias nacionales e imperialistas motivadas por el deseo de aplicar la nueva política económica. Cumplirían una función precursora, prolongada luego por los gobiernos democráticos que les sucedieron. Habrían así abierto el camino para configurar la actual realidad de los mercados al sur del continente. Por eso es tan importante tener una visión global de cual fue su desempeño económico y las consecuencias del mismo en el medio plazo.
Las conclusiones
del profesor Yaffé indican que la economia uruguaya inició un
crecimiento marcado entre 1975 y 1981, para entrar en crisis tras
1982, lo que coadyuvó al descrédito y fracaso de la dictadura. Este
crecimiento, del 118%, fue “levemente superior al que se produjo
en los 17 años anteriores (111%), pero notoriamente inferior al
producido en los 20 que siguieron a la dictadura (171%)”. La
recesión de los tres años finales devolvió los niveles de
producción a los niveles de 1978 que, de todas formas, eran un 20%
superiores a los de 1973, año del golpe de estado que llevó a los
militares hasta el gobierno. El motor fundamental de este progreso no
constituyó, en cambio, ninguna novedad, ya que se mantuvo el
retroceso anterior del sector agropecuario, el crecimiento moderado
del sector industrial manufacturero y un fuerte aumento del sector
terciario, en concreto del mundo financiero, que pasó del 4 al 8%
del PIB nacional. Uruguay se movía, pues, en la línea marcada por
la 'nueva economía' que impulsaba el planteamiento neoliberal y que
se presentaba como una auténtica promesa de futuro. Uno de los
elementos que corroboraban la dinámica del proceso fue un importante
grado de bancarización de la economía, con una estabilización en
el volumen de los medios de pago corrientes y un perceptible
incremento de los depósitos procedentes del ahorro y la inversión.
También se
modificaron los mercados externos dle Uruguay, con “una
espectacular caída de la importancia de los destinos europeos (que
pasa del 62 al 22% del valor total de las exportaciones corrientes).
En contrapartida aumentan las exportaciones a Argentina y Brasil”
También cayeron las importaciones europeas, y se mantuvieron
bastante estables las procedentes de otros países vecinos o Estados
Unidos, pero no resulta muy significativo, dado el aumento del peso
de las importaciones petrolíferas, fruto de las crisis de 1973 y
1979, en línea con lo que ocurría en todo el mundo desarrollado.
Los resultados, en
conjunto, no reflejaron todas las promesas puestas en el nuevo
sistema. Es cierto que se superó un periodo de estancamiento
anterior, pero la crisis financiera de finales del periodo acabó por
poer fin a la bonanza “barriendo con todos los beneficios del
crecimiento cuando estos ni siquiera habían impactado positivamente
sobre los niveles generales de bienestar colectivo.” La
economía conoció un proceso de apertura externa, pero las
importaciones crecieron a un ritmo superior a las exportaciones y al
propio PBI, generando endeudamiento, “una situación con déficit
comercial casi permanente que no fue compensado or el resto de las
transacciones no financieras”, agravado por el hecho de que
“sólo una parte menor de estos flujos estuvieron constituidos
por inversiones extranjeras directas en el sector real de la
economia.” Los capitales aplicados en el creciente sector
financiero no crearon significativamente empleo y, en cambio,
incrementaron los niveles de endeudamiento externo, como sucedió en
otros casos latinoamericanos por la misma época.
Lo más interesante
es que el tamaño del Estado no disminuyó, en contra de lo
predicado. Todo ello provocó una tasa de inflación elevada que no
logró ser controlada en ningún momento, mientras se incrementaba el
desempleo. “Los valores reales de los salarios cayeron en picada
desmintiendo toda especulación acerca de los supuestos automatismos
del mercado cuando los trabajadores son privados de sus
organizaciones.” Esta economía altamente dolarizada y
endeudada con el exterior fue sacudida por la salida masiva de
capitales y las crisis financieras externas de México y Argentina.
Los militares y sus colaboradores civiles “se abocaron, con la
asistencia del FMI, a asegurar la supervivencia del sistema
financiero. Y efectivamente lo lograron (...) La banca había
sobrevivido al temporal financiero que hizo estragos en las variables
reales de la economía”.
Tras leer estas
páginas, y teniendo en cuenta lo que constatábamos en la entrada
anterior sobre la economía de Estados Unidos y lo que está
sucediendo actualmente en la economía europea, no resulta difícil
percatarse de que Uruguay constituyó, no un mal ejemplo, sino un
discípulo aplicado de los nuevos vientos que han soplado sobre la
economía mundial en los últimos cuarenta años. Independientemente
de los sistemas democráticos o dictatoriales en que se implantara,
la 'nueva economia' parece haber arrojado resultados
similares, con el despliegue inicial de nuevas formas productivas,
pero con un crecimiento limitado del comercio, la industria y el
empleo, fuerte endeudamiento exterior y una influencia del sector
financiero que conllevaba dependencia de las crisis externas y de los
organismos prestatarios. Un Estado que no se reducía sino que se
ponía al servicio de los pujantes intereses bancarios. Paralelismos
demasiado evidentes para ser pura coincidencia.
Está bien esta reflexión. Yo creo que los ciclos económicos -también se dice arriba- son independientes de los regímenes políticos, por lo que podemos encontrarnos con dictaduras con éxito económico si la coyuntura es favorable y a la inversa. Leí hace tiempo a Gabriel Tortella decir que en economía, cuando algo se arregla, se estropea otro factor; es decir, que los sistemas económicos o combaten una cosa u otra: sabido es que una tasa de paro 0 elevaría mucho los salarios... Siempre he desconfiado de "terceras vías" o "nuevas economías". Lo cierto es que el mundo está pendiente de algo realmente extraordinario, quizá derivado de las nuevas tecnologías, para que surjan verdaderos teóricos que movilicen en direcciones novedosas a las poblaciones. Estos teóricos, hoy por hoy, creo que no existen. Un saludo.
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