Lo único que aprendemos de la historia es que no aprendemos de la historia (Hegel)
lunes, 10 de enero de 2011
La deriva del capitalismo vista por un antropológo
Esta vez se trata de un libro que no se ocupa de la historia y no ha sido escrito por un historiador, pero que, por el tiempo transcurrido desde su aparición sirve para explicar un periodo histórico, el más reciente. Me refiero a La cultura norteamericana contemporánea. Una visión antropológica, de todo un clásico, Marvin Harris (Madrid: Alianza Editorial, 1985. Ed. orig., 1981), uno de los padres de la antropología cultural y autor de memorables páginas como Jefes, cabecillas y abusones, sobre la aparición de formas de poder en las sociedades primitivas.
Los treinta años transcurridos desde su redacción hacen más interesante que nunca esta lectura. Aunque Harris se muestre naïf en algunos aspectos de su descripción de Estados Unidos (protesta enormemente sobre el descenso en la calidad de los productos y servicios 'made in America', pero no llega a atisbar el concepto de obsolescencia, por ejemplo) si que ofrece una crítica profunda y hasta perspicaz en aspectos fundamentales de la sociedad contemporánea. Visto desde la actualidad, más que un análisis, adquiere los caracteres de una profecía.
Interesantes son sus páginas sobre la mujer y la familia. Frente a la visión estereotipada de que el feminismo y la conquista de espacios de autonomía para las mujeres constituyen un continuo del progreso occidental, que va de las sufragistas al Women's Lib, Marvin Harris presenta pruebas de que éste ha sido un camino oscilante. Que tras un fuerte empuje hasta el inicio de los años 20, las campañas por la emancipación femenina se estancaron en los años 30 - supongo que parecía haber cosas más importantes en juego- para retornar a una imagen asumida, al menos en Estados Unidos, de la mujer como esposa y madre de familia en las décadas de los cuarenta y cincuenta, cuando el 'feminismo' se redujo a grupos minoritarios e incluso a intelectuales aislada/os. Frente a quienes opinan que su despertar se produjo contemporáneamente a los movimientos de protesta políticos de los años sesenta y que fue impulsado por la imitación de estos, el autor vincula toda esta realidad a la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, y las condiciones en que lo hizo, en el seno de una economía capitalista avanzada. "La oleada inicial de mujeres casadas hacia el mercado de trabajo se debió al deseo de comprar una serie de artículos específicos que se consideraban importantes para mantener un nivel de vida decente en la llamada sociedad de la opulencia... Las mujeres casadas estaban dispuestas a aceptar empleos a tiempo parcial, temporales y sin ningún porvenir."
Para Harris, el cambio fundamental se produjo a principios de los sesenta, cuando mujeres más jóvenes, con hijos menores de 18 años, empezaron a trabajar masivamente, forzadas en parte por el sostenido incremento de la inflación. Sostener los elevados niveles de consumo era cada vez más difícil, con lo que el trabajo de la esposa empezó a desempeñar un papel crucial en las finanzas familiares. Esta incorporación masiva se produjo gracias al incremento en el número de puestos de trabajo de baja cualificación que el capitalismo estaba generando, fundamentlamente en el sector servicios. Los salarios de estas mujeres eran habitualmente un 40% inferiores a la media de los que cobraban los varones.
La rebelión de las mujeres jóvenes no se produjo por imitación de otros movimientos masculinos, sino porque para muchas de ellas "a menos que se rebelasen, continuarían viviendo en el peor de los mundos posibles: desempeñar empleos monótonos, aburridos y sin porvenir fuera de casa y, una vez en ella, cocinar, limpiar, cuidar de los hijos y encima aguantar la presencia de un varón machista... En una época de armas nucleares, las altas tasas de natalidad ya no constituían una prioridad militar, en tanto que, para el gobierno y las empresas, los beneficios inmediatos asegurados que suponía el empleo de mujeres eclipsaron los inconvenientes a largo plazo de una tasa de natalidad decreciente. Tan solo encontró la oposición de las iglesias".
Páginas similares dedica a la evolución de la familia norteamericana o la aparición del movimiento de liberación homosexual, que tampoco considera una mera imitación del feminismo, sino que todo ello forma parte de grandes movimientos vinculados a la implementación o no de políticas natalistas, tal como había sucedido entre los años 30-60, y dejó de hacerse a partir de esta época. "La liberación homosexual acompañó a la de la mujer porque cada movimiento representa una faceta diferente del derrumbamiento del imperativo marital y procreador y de la familia dominada por el varón proveedor. La homosexualidad, en su forma exclusivista, constituye la extrema izquierda radical del movimiento antinatalista."
En realidad, el descenso de la tasa de natalidad no se había frenado más que en contadas ocasiones en las sociedades occidentales (los años cincuenta y sesenta), pero como la doctrina oficial era desde siempre la contraria , "la mojigatería se intensificó a medida que descendía la tasa de natalidad", hasta que las prioridades sociales cambiaron en los sesenta. Como un mensaje a la derecha religiosa (Mayoría Moral) de su país, Harris advertía hace ya treinta años que "gran parte del pensamiento conservador sobre la perduración de las pautas familiares tradicionales se basa en la idea de que el brusco descenso de la fecundidad es una aberración que pronto dejará paso a otro baby-boom... La aberración fue precisamente el baby-boom", un periodo de ascenso de la natalidad en una sociedad urbana e industrial, características que han sido tradicionalmente contrarias al incremento de la procreación (otros autores han demostrado esta tendencia ya desde la edad media; tan solo las sociedades rurales producen incrementos sostenidos de la población).
Pero donde su aportación ofrece puntos de rabiosa actualidad es cuando habla de la evolución económica y social del capitalismo norteamericano. Como buen estadounidense, desconfía profundamente de las políticas de crecimiento de la actividad estatal, pero pone el dedo en la llaga del papel inflacionista jugado, no sólo por los servicios administrativos del gobierno, sino por los intereses del complejo militar-industrial, que ya denunció Eisenhower. Al contrario que en países como Japón o Alemania, donde el gobierno se implica activamente en la producción, en Estados Unidos ésta permanece totalmente en manos privadas y el estado se limita a proveer servicios y favorecer el crecimiento de los grandes grupos económicos, sobre todo en el sector armamentístico, donde el gobierno sí tiene una fuerte presencia. "El Departamento de Defensa otorga contratos para equipos militares sobre la base del coste de producción más el margen de utilidad fija... Al tener las ganacias aseguradas, estas compañías se interesan poco en eliminar el despilfarro y la ineficiencia... Los efectos repercuten en todo el sector privado, dando lugar a un colectivo de ejecutivos e ingenieros que han perdido totalmente la costumbre de respetar los plazos fijados a la producción y atenerse a las asignaciones presupuestarias..."
Lo peor de todo, para él, y, repito, hace ya treinta años, es el predominio de los directivos financieros en el mundo de la empresa, por encima de los expertos en producción y comercio. "Desde 1950, el sector privado ha recurrido menos a los fondos itnernos y a la emisión de acciones -que no son deudas-, y más a obligaciones, hipotecas y préstamos bancarios... Las sociedades anónimas, cuyos ejecutivos se deleitan semoneando a la nación sobre la responsabilidad fiscal, están involucradas mucho más profundamente en la financiación de los déficits que el propio gobierno. La deuda pública, en tanto procentaje del producto nacional bruto ha descendido desde 1950; en cambio, la deuda privada ha aumentado más del doble. la deuda de las sociedades anónimas se ha elevado en catorce ocasiones, mientras que la del gobierno federal sólo lo ha hecho en tres... La deuda total a corto plazo de las sociedades anónimas dobla la cuantía de los ingresos no financieros anuales de que puede disponer el sector en su totalidad... Los premios se otorgan a los ejecutivos que se han especializado en cumplir con las obligaciones a corto plazo, en vez de a aquellos que desean sentar las bases par auna rentabilidad más firme en los años venideros..." ¿Os suena esto de algo? La deuda hipotecaria de las mayores empresas de construcción españolas duplicaba en 2009 a la de los particulares (a quienes se acusa, por cierto, de comprar viviendas 'a tontas y a locas' sin fijarse en los precios).
Se disfruta mucho con su explicación sobre el éxito de los telepredicadores y las iglesias fundamentalistas en este contexto social. Desde la perspectiva europea parece difícil que millones de personas de clase baja sufraguen con sus escasos ingresos iglesias donde se puede ver constantemente a sus líderes viviendo en medio del lujo y con aspecto de triunfador mediático. Para Harris, esto no supone ninguna contradicción, ya que el mensaje que emiten estas sectas no es el de una vivencia piadosa y moral del Evangelio, sino el de que si rezas, entregas tu óbolo y vives de acuerdo a los criterios (más aparentes que reales) de la 'mayoría moral', Dios te premiará, bendecirá tu causa, entrarás en el grupo de los Elegidos, y te permitirá acceder al paraiso del 'sueño americano'. La riqueza y las muestras 'horteras' de triunfo de los líderes no son más que ejemplos fieles de esta Verdad.
Marvin Harris cree en el capitalismo pero por ello mismo su conclusión no puede ser más combativa contra el darwinismo social y los que piensan que la injusticia social es inevitable. "El interés actual por abandonar la búsqueda de una opulencia material general me recuerda al pesimismo que acompañó al nacimiento de la era industrial. Era tan fuerte este punto de vista que, a principios del siglo XIX, la economía llegó a ser conocida como la 'ciencia lúgubre'. Los economistas de la época sostenían que no había forma de resolver el problema de la pobreza... Hoy en día, ha surgido una nueva raza de científicos lúgubres. Estos nuevos profetas del pesimismo ya no afirman que la pobreza es inevitable. No obstante, insisten en que el sueño norteamericano de prosperidad universal nunca se hará realidad. Pero no debemos rendirnos sin resistir a esta visión del futuro."
Y si alguien piensa que no es para tanto, que busque en La Contra de La Vanguardia de hoy las declaraciones de un economista democristiano alemán sobre la deriva actual del capitalismo. http://www.lavanguardia.es/lacontra/20110109/54100134684/tenemos-mas-desinformacion-que-nunca-y-gratis.html
Etiquetas:
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