Lo único que aprendemos de la historia es que no aprendemos de la historia (Hegel)
viernes, 14 de enero de 2011
Mentiras del nacionalismo alemán
Os propongo hoy uno de mis libros favoritos, Los siete pecados capitales del Imperio alemán en la primera guerra mundial, de Sebastian Haffner (Madrid.Destino, 2006. Ed. orig., 1964). Este periodista, abogado e intelectual alemán (1907-1999) fue uno de los más lúcidos observadores de Europa en un siglo XX que vivió con intensidad. Su poderosa racionalidad resulta perspicaz y coherente, y la redacción de sus obras destaca por la claridad de la exposición y la capacidad de síntesis. Todo ello hace que el lector se adentre siempre en los aspectos esenciales de los temas que aborda y no deba perder el tiempo en observaciones secundarias o datos poco relevantes. Hombre de centro, liberal, hubo de exiliarse ante el acoso de los nazis. Aunque su profesión no era la de historiador, supo entender como pocos las claves del desarrollo de los acontecimientos históricos que le tocó vivir, sin atarse a prejuicios ideológicos, narrándolos con la fuerza y pasión de las personas que se implican, y la sabiduria de quien ha podido, sin embargo, distanciarse lo suficiente como para que la percepción del conjunto no quede marcada solo por la propia experiencia.
Uno de sus grandes caballos de batalla fue la lucha contra el nacionalismo militarista alemán; hacer entender a sus compatriotas que los problemas sufridos por Alemania durante este siglo no derivaban necesariamente de factores externos, sino de un sentimiento patriótico mal entendido que les había llevado por dos veces a enfrentarse con prácticamente toda Europa y siempre con funestos resultados. Denunció con insistencia las manipulaciones de ese patriotismo, y las mentiras con que la derecha nacionalista había ofrecido al pueblo una interpretación sesgada de la realidad que estaban viviendo.
En concreto, se ocupa aquí de las razones por las que Alemania perdió la Primera guerra mundial. El tema resulta crucial para la historia política de su país, ya que las teorías del 'cerco' externo -la malevolencia y envidia de todos los pueblos hacia Alemania-, de la 'puñalada por la espalda -la traición de judíos e izquierdistas- y la 'humillación' de Versalles, fueron puestas en circulación con éxito por la derecha conservadora y el militarismo germano, como pantalla para que buena parte de la opinión pública nunca pudiera achacar la guerra y la derrota a la clase dirigente del Reich. En esta comprensión manipulada de la historia se forjarían los numerosos nacionalismos populistas y el nazismo
Se trata, pues, de un libro enormemente didáctico, valiente y dirigido a sus compatriotas, pero que ilumina sobre muchos aspectos de este conflicto que fue la génesis de las grandes dinámicas políticas durante el siglo XX. Para Haffner, los granes culpables de la derrota del Imperio alemán durante la Primera Guerra Mundial fueron los dirigentes políticos y militares del Reich por:
- El alejamiento de Bismarck: el viejo canciller conservador había sabido conducir a Prusia a la victoria en tres guerras y la había convertido en cabeza de una Alemania unificada. Pero también había manifestado que el nuevo Imperio era "una potencia satisfecha" que renunciaba a nuevas ambiciones territoriales y a mantener la tensión con sus vecinos. Una astuta diplomacia le había permitido forjar alianzas variables, donde no quedaba prisionero de lo que hiciera ninguno de sus socios, y dejaba prácticamente aislada a Francia. Su defenestración fue la señal para el inicio de una nueva política donde fue Alemania la que poco a poco desató tensiones innecesarias con todos su vecinos.
- La confianza en el plan Schlieffen: este plan de ataque en caso de guerra con Francia propugnaba la invasión de Bélgica y el aplastamiento del ejército galo en poco más de un mes, repitiendo el éxito de 1870. Haffner denuncia que la decisión de ir a la guerra no se tomó en Austria, sino en Berlín. "Alemania estaba dispuesta a hacer estallar la guerra europea y aquella circunstancia le pareció favorable", aunque, ciertamente, "tampoco deseaba la guerra que luego obtuvo: una guerra simultánea contra Rusia, Francia e Inglaterra". La anexión de Alsacia y Lorena había levantado un muro en el entendimiento con Francia, pero peor fue la decisión de desatar una carrera naval que no igualó a la flota inglesa, pero hizo que Inglaterra abrigara toda clase de temores. Al invadir Bélgica, estado neutral protegido por Gran Bretaña, se estaba amenazando directamente las costas inglesas, y empujándoles a la guerra. La aplicación mecánica del plan Schlieffen, y el hecho no de no haber elaborado ninguna alternativa, estaba provocando, no sólo una guerra en dos frentes, sino la intervención inglesa en el conflicto.
- El deseo permanente de realizar anexiones en Bélgica y Polonia para engrandecer un Reich que ya ocupaba todo el centro de Europa, dando siempre por supuesto que el Imperio alemán aguantaría más que sus enemigos, y que siempre se negociaría desde una posición de fuerza, cuando todas las evidencias manifestaron pronto lo contrario. "Es cierto que en momentos de derrotismo se acarició la idea de firmar una paz parcial..., pero jamás se quiso pagar ningún precio. Al contario, Alemania siempre quiso sacar algo más..."
- La guerra submarina sin cuartel: el estancamiento de los frentes llevó a pensar que la mejora manera de derrotar a Inglaterra o, como poco, de debilitar su alianza con Francia, era someterla a un bloqueo marítimo similar al que la Gran Bretaña estaba imponiendo al Reich alemán. Como la flota del Káiser -en la que se habían invertido desmesurados recursos- se había mostrado impotente para desalojar a la Royal Navy del mar del Norte, la marina alemana tomó la opción de los submarinos como herramienta para imponer este bloqueo. Y por dos veces hizo sus ataques extensivos a las naciones neutrales que comerciaban con Gran Bretaña. Esto provocó el hundimiento de numerosas naves estadounidenses, españolas, holandesas, escandinavas... extendiendo el rechazo a Alemania y dando motivos a los partidarios de entrar en guerra al lado de los aliados. Una estrategia que reportó pocos beneficios y sí graves perjuicios, como la declaración de guerra de Estados Unidos
- El juego secreto de extender la revolución social entre los aliados, apoyando a quienes podían subvertir el orden interno. El caso más importante y exitoso fue el soporte dado a Lenin en la fase inicial de la Revolución rusa. Los mandos militares alemanes creyeron que sus bolcheviques serían capaces de desestabilizar el régimen que se había instalado en Rusia después de la caída del zar, provocando su salida de la guerra. Tuvieron razón, pero sirvió para extender por Europa una oleada de protesta social que acabó afectando a la propia Alemania. Los aprendices de brujo renegaron de sus experimentos y culparon a los políticos de no saber detener la amenaza revolucionaria.
- Haber desaprovechado la oportunidad de ganar la guerra que ofrecía la retirada rusa del conflicto. Obrando en franca contradicción con el punto anterior, cuando se desató la revolución bolchevique y la guerra civil en Rusia, el Alto Mando alemán no aprovechó la ocasión para trasladar rápidamente todas las tropas al frente occidental a fin de ganar el conflicto antes de la llegada de los americanos. La obsesión por obtener ganancias territoriales en el Este y crear un 'hinterland' de repúblicas 'protegidas' por el ejército alemán en Bielorrusia, el Báltico o Ucrania, les hizo mantener un millón de hombres en la zona incluso después de la paz de Brest-Litovsk, que teóricamente ponía fin a la guerra en el Este de Europa. Este imperialismo ciego privó a la 'Ofensiva del Kaiser', que desató el ejército alemán en 1918, de recursos esenciales, lo que impidió la toma de París y alejó definitivamente cualquier posibilidad de victoria en el Oeste.
- Lo que Haffner denomina 'la verdadera puñalada', en referencia a la tesis belicista de la 'puñalada por la espalda' que hemos mencionado antes. En 1918, tras el fracaso cosechado en la 'Ofensiva del Káiser', cualquier militar alemán medianamente informado sabía que la guerra estaba perdida. El propio Ludendorff, jefe del Estado Mayor, era consciente de ello. Había llegado el momento de negociar y aprovechar la presencia en Bélgica, Luxemburgo y parte de Francia, que seguían ocupadas, para obtener aún algunas condiciones favorables en la futura paz. En vez de ello, los militares prefirieron prolongar la agonía, provocando la muerte de cientos de miles de soldados alemanes y perdiendo las bazas que se tenían en la mano, hasta que la insostenible situación de la retaguardia y del ejército, y el peligro de que los Aliados entraran directamente en Alemania, les obligaron a tomar medidas. Entonces, sin reconocer públicamente su derrota, solicitaron al káiser la formación de un gobierno exclusivamente civil que negociara con los Aliados. Una actitud cínica, ya que el Ejército había detentado todo el poder en el Reich mientras duró el conflicto. A los políticos civiles no les quedó otro remedio que constatar la evidencia y aceptar una rendición prácticamente sin condiciones. Entonces, el propio Ludendorff y los adalides del militarismo pudieron repetir impunemente que el ejército no estaba derrotado y que sólo la cobardía de los políticos y la actuación de las fuerzas revolucionarias (que ellos mismos habían desatado) provocaron la derrota de Alemania.
Todos estos hechos eran suficientemente conocidos, pero Haffner los expuso aprovechando el cincuentenario del comienzo de la Primera Guerra Mundial, con claridad y contundencia, en un libro de 'tesis' que pretendía dejar en evidencia las mentiras que condujeron a la restauración del nacionalismo y el militarismo alemán en los años 30, unas mentiras que personas de escasa capacidad crítica y espíritu vengativo como Hitler creyeron a pies juntillas. También a inicios de los años 60 se asistía a un nuevo resurgir del orgullo nacionalista alemán, impulsado por el "milagro económico", y Haffner quiso dejar en evidencia la lectura de la historia que hacían sus impulsores.
Quizá el olvido más importante en la enumeración de estos pecados capitales, es una referencia a la brutalidad con que el ejército alemán se comportó en las regiones ocupadas, y particularmente durante el inicio de la guerra. Si ya su invasión de países neutrales con falaces excusas había puesto la opinión internacional en contra de los 'boches' nada más empezar el conflcito, las represalias, incendios de poblaciones, fusilamiento de rehenes y falta de respeto por las convenciones internacionales hicieron que los Aliados pudieranpresentarse al mundo como los defensores de la civilización y la justicia, contra la barbarie de los 'hunos'. A la larga, sería también uno de los factores que impulsarían la derrota.
Sin ser una obra de investigación, constituye un modelo de cómo un intelectual puede encontrar en la historia una herramienta para reflexionar sobre la sociedad a la que pertenece, y para analizar los errores propios antes que escudarse en los ajenos. La mejor, y única, manera de avanzar y de imponer la razón por encima de la demagogia.
Etiquetas:
Alemania,
historia contemporánea,
Primera Guerra Mundial
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