Lo único que aprendemos de la historia es que no aprendemos de la historia (Hegel)

jueves, 27 de enero de 2011

Churchill: una espléndida biografía

Hace unos días expresaba mi admiración por Sebastian Haffner como intelectual y como divulgador de la historia. Esta fue la razón que me llevó a 'pillar' en la biblioteca su obra Winston Churchill. Una biografía (Barcelona: Destino, 2002; edic. orig. 1967). Aunque se trata de un personaje que siempre divierte e interesa, después de leer otros estudios sobre la misma figura, como el monumental de Roy Jenkins o el muy entretenido de Piers Brendon , o incluso las obras del propio Churchill, parecía un poco superfluo dedicar más atención a otra biografía, antigua en el tiempo y con poco más de doscientas páginas.

Pero Haffner no defrauda, y en esta ocasión menos que nunca. Buen conocedor de Inglaterra y de la acción política de Churchill (residió en Londres entre 1938 y mediados de los años cincuenta), extranjero, pero empático con el país que le acogió en el exilio, el autor despliega aquí toda su agudeza de buen observador y todas sus habilidades como narrador.


Una obra sencillamente espléndida. Mientras otros con más fuentes consultadas y más rincones explorados acumulan y acumulan información sobre el personaje, o bien toman como 'leif-motiv' algún aspecto peculiar o recordado de su figura, Haffner, bien al contrario, desbroza todo aquello que no sea esencial para dejarnos finalmente una sólida imagen del 'premier' británico, perfectamente enmarcado en las diferentes épocas que le tocó vivir. Un retrato al tiempo admirativo y crítico con un político que tuvo su (espléndido) momento de gloria, cuando parecía que su tiempo había pasado y que había llegado una época ajena a su formación, a su clase social y a las mejores virtudes que adonaban su personalidad. En cambio, podía haber sido la ocasión de que aflorasen sus también numerosos defectos. Pero Haffner sabe explicarnos, y desde el punto en que empieza por contarnos su infancia, la razón de que no fuera así, y de que Churchill se convirtiera en un icono de masas y uno de los pocos personajes que dejan auténtica huella en la historia.
A nadie he visto describir en menos palabras y con más claridad la figura del padre, Randolph Churchill, su importancia en la política inglesa a fines del siglo XIX y la influencia que ejerció sobre su hijo. Lo normal es inclinarse por todo lo que de autodestructivo tuvo este personaje, pero muy pocas veces se señalan sus aciertos y lo que aportó al conservadurismo.

Más allá de la leyenda de niño prodigio impertinente en el panorama político inglés, Haffner explica los primeros pasos como diputado de Churchill, y sus primeros ministerios, como resultado de su magnífica capacidad como gestor, su osadía, su sed de acción, sus contradicciones y, sobre todo, por el juego de fuerzas presentes en el Parlamento británico. Es también perspicaz -simplemente basándose en el testimonio de los contemporáneos- para resumir en pocas páginas los límites del mismo Churchill como hombre de estado y sus principales fallos como político de partido.

El libro fue escrito con proximidad a la muerte del biografiado, y Sebastian Haffner no podía manejar muchos elementos de información sobre su vida que ahora conocemos, pero la obra se resiente muy poco de ello, demostrando que quizá todas estos datos no eran auténticamente necesarios. Tan sólo he detectado dos puntos en que el texto merecería una revisión: sus afirmaciones de que la vida matrimonial de Churchill fue siempre un remanso de paz (hoy sabemos que, como en todas las parejas, hubo sus crisis y hasta un intento de separación) y el papel negativo que jugó Churchill en la entrada de Turquía en guerra al lado de Alemania durante el primer conflicto mundial. Ninguna de las dos cosas cambiaría sustancialmente la idea que transmite sobre su hiperactivo biografiado.

Las mejores páginas son las referidas al periodo de entreguerras y la Segunda guerra mundial. Una vez más, con mucho menos despliegue fáctico que otros escritores, sabe plantear sucintamente las grandes opciones políticas y estratégicas que Churchill tenía ante sus ojos, sabe transmitir, con la fuerza de quien lo vivió intensamente, las dudas que asaltaban a los británicos en 1939, 1940... y hasta 1942, sobre la necesidad y posibilidades de continuar la guerra, y sobre el liderazgo del propio Churchill. En vez de privilegiar, como muchos, las relaciones entre Churchill y Roosevelt, decisivas para el desarrollo del conflicto, prefiere explicarnos cómo Churchill veía la guerra, los dilemas y opciones de Gran Bretaña dentro de la misma. Quizá se queda también corto al hablar de sus disputas y compromisos con Stalin, o de sus relaciones con De Gaulle, bien conocidas a través de otras obras más especilizadas. Pero, si no lo explica todo, lo que menciona queda señalado y justificado con más claridad que en muchos estudios sobre geoestrategia de la Segunda Guerra Mundial. Eso si, nadie espera hallar un relato pormenorizado de las muchas intervenciones de Churchill como dirigente de una potencia en guerra.

Aunque se trate de un autor alemán, el estilo de la redacción enlaza directamente con la mejor sutileza e ironía británicas, como si el lenguaje acompañara la descripción de los ambientes y personas que formaron parte de la vida de Churchill. Incluso, el tramo final y decadente de su vida se llena de una cierta nostalgia, lograda, sorprendentemente, no mediante la ralentización del discurso, sino acelerando el paso del tiempo.

De los pocos títulos que dejan el deseo inmediato de volverlo a leer cuando apenas has acabado. Yo lo voy a hacer, y juraría que a vosotros puede produciros la misma impresión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario